¿IGUALDAD?
Cuando el anarquista [hoy Nietzsche
diría «el izquierdista»], como portavoz de las capas sociales
decadentes, reclama con hermosa indignación «derechos», «justicia» e
«igualdad de derechos», habla sólo bajo el peso de su propia incultura
que le impide saber por qué sufre realmente, de qué es pobre: es decir,
de vida.
Su instinto dominante es el de causalidad: alguien tiene que
tener la culpa de que él esté tan mal... Por otra parte, su «hermosa
indignación» le hace bien por sí sola; cualquier pobre diablo siente
placer injuriando, porque esto le produce una pequeña borrachera de
poder.
La simple queja, el mero hecho de quejarse, puede darle un
encanto a la vida y hacerla soportable. En toda queja hay una pequeña
dosis de venganza: a quienes son de otro modo se les reprocha, como una
injusticia, como un privilegio ilegítimo, el malestar e incluso la mala
condición de quien se lamenta. «Si yo pertenezco a la canalla y soy un
canalla, tú deberías pertenecer a ella y serlo también»: con esta lógica
se hace la revolución.”
Friedrich Nietzsche, El ocaso de los ídolos
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