(No preocupan tanto los Iglesias, Errejón, Monedero y cía, como los numerosos individuos que les votan y hacen posible que aquéllos puedan ocupar cargos públicos.)
LA GYNCAMA DE LOS IDIOTAS.
Esto
parece una gymcana (¿se dice así?), una de esas pruebas de esfuerzo en las que
los contendientes deben superar determinados obstáculos y obtener el premio al
más completo: el que más salta, el que más corre, el que tiene mejor cintura,
el que resulta más habilidoso.
La
constitución de los ayuntamientos ha brindado un ramillete de participantes de
gymcana dispuestos a epatar al jurado y a mostrar su capacidad para superar el
«más difícil todavía». Y, en función de ello, cuesta decidir quién se
lleva el primer premio gracias a la masiva participación de mamarrachos en la
prueba final de acceso al escañín de concejal.
Parece que hubieran dicho «es mi
minuto de gloria y ahora o nunca» y así han prometido su cargo, menos por Snoopy,
por un puñado de soflamas extraordinarias: unos por la revolución, otros por la república,
otros por «la gente», otros por el feminismo, otros por el ajuste de cuentas,
otros por la «libertad del territorio», otros por el «odio a las oligarquías» y
otros por la madre que los parió, que a tenor de lo visto se quedó muy
tranquila.
Nunca tanta demagogia de farfolla se
dio de manera tan profusa: los ha habido que han rechazado la vara de mando (como si fuera algo
que hubieran de llevar hasta el inodoro), los ha habido que han teatralizado su
llegada en bicicleta a los consistorios, o su utilización del metro o del
autobús, o su sorpresa por las dimensiones de sus habitáculos de trabajo.
Los ha habido que han increpado a los
militares que asistían protocolariamente a las tomas de posesión, así como otros han increpado
violentamente a los que consideraban inadecuados para el nuevo tiempo
revolucionario que encarnaba su elección. Los
ha habido que se han precipitado a proponer estupideces propias de este tiempo
de cretinos. Y los ha habido que han escenificado como un ballet de
meticulosa sincronización toda una suerte de proclamas vengativas propias de
tiempos en las que no habían nacido ni sus padres.
Todos ellos, por cierto, apoyados y aupados
por este generador de perplejidad que ha resultado ser el Partido Socialista
Obrero Español, el más perfecto de los tontos útiles jamás hallado en las campas de la representación
política española de todos los tiempos.
Puede
resultar cierto que de la danza al crimen media un trecho largo, pero habrá que
ver cuánto tiempo transcurre entre que un mamerto de los aupados a la
gobernanza local suelta su diarrea verbal y, por otra parte, descubre que el
problema del tráfico no se soluciona apelando a la lucha del Che.
Es evidente que llegará un día en el que
las cosas no se arreglen con eslóganes de coleta barata y casposa, y ese será
el día en el que se apercibirán de que las alcantarillas no se limpian con
ideología de quincalla y en el que los administrados, por muy sectarios que
sean, reclamarán resultados prácticos como solución a sus problemas, los cuales
no se solventan por el hecho de que la cuentista de su alcaldesa llegue en
metro a trabajar (cosa que apenas durará tres días antes de que reconozca no
tener más remedio que utilizar su coche oficial).
Veremos
si en ese momento los profesionales de la venganza absurda se vuelven a
desencantar y se dan cuenta de que las cosas no se solucionan revocando
acuerdos con la Santa Sede o prohibiendo la fiesta de los toros, como algún
imbécil propone. Nadie nos quitará, no obstante, el recuerdo del
bochornoso espectáculo que han ofrecido durante los primeros días de fiesta
la serie de inútiles que la ciudadanía y los pactos vergonzantes han colocado
en el machito de las cosas.
Han
creado un escenario absolutamente idóneo para que todos los inversores
nacionales e internacionales echen a correr y no paren hasta llegar a
Baden-Baden. Sitio que muy cercano me parece.
(Carlos Herrera/ABC)
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