sábado, 1 de diciembre de 2018

LA INDIGNIDAD SOCIALISTA


 (Si los ciudadanos españoles tienen tan poca vergüenza como los socialistas sanchistas
, estamos perdidos. 

España caerá en manos de sus enemigos declarados, y volveremos- salvando las distancias- a la dramática Primera República.)





LOS SOCIOS DE SÁNCHEZ, CONTRA ESPAÑA.

Los socios de Pedro Sánchez en la moción de censura que le llevó a La Moncloa están preparando el 40 aniversario de la Constitución con una catarata de insultos a España y a la Carta Magna. El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE permanece impasible ante estas agresiones al orden constitucional con tal de permanecer en el poder.

 No le importa que el Partido Nacionalista Vasco y la formación proeatarra Bildu hayan forzado al Parlamento de Vitoria a declarar que la Constitución no tiene legitimidad en el País Vasco o que la unidad nacional de España tiene una base antidemocrática e «históricamente falsa». Por su parte, el presidente de la Generalitat y acompañante de Sánchez en paseos por La Moncloa, Quim Torra, ha dirigido cartas a diversas instituciones del Estado en las que afirma que la Constitución se ha convertido en «una prisión para la libertad de expresión y para la capacidad de decidir de los ciudadanos».

El PSOE traga ruedas de molino a cambio de retener el poder. Los nacionalistas están crecidos ante la inmoralidad política del socialismo español, que cada día les regala un motivo más para mantener a Sánchez en La Moncloa, su hombre de confianza en el corazón del Estado. Mientras el PNV cierra con Bildu una declaración parlamentaria injuriosa con el orden constitucional, los socialistas callan y mantienen el pacto de gobierno con Urkullu, satisfecho de poder manejarse a dos bandas, socialistas a una y proetarras a otra, sin que el PSE se dé por aludido.

 Y debería darse porque la historia es cíclica y, aunque ETA no mata, ETA se reconoce en el documento aprobado por PNV y Bildu, en la medida en que crea el discurso político necesario para legitimar su terrorismo. Es una versión táctica del Pacto de Estella firmado hace 20 años con la diferencia de que esta vez el socialismo no ha tenido la dignidad de romper el pacto de gobierno con el PNV.

Los nacionalismos siempre se unen en lo importante y ahora lo importante es, por un lado, legitimar a ETA para que la causa independentista no se ensucie con la sangre de las víctimas y, por otro, mantener vivo el conflicto con el Estado para avanzar en la senda soberanista del nuevo Estatuto. Mientras el socialismo permanezca de palmero, el PNV y Bildu sólo tienen ganancias.

Torra no tiene motivos para hacer un diagnóstico distinto al de su colega Urkullu. Sin rectificar un ápice su estrategia separatista, se encuentra con un regalo tras otro, como el monopolio lingüístico en la educación o la insistente oferta de Pedro Sánchez de premiar su incompetencia gestora con más dinero público a cambio de sus votos a los presupuestos generales del Estado. La respuesta es decir de la Constitución que es una prisión. Y estos son los socios del presidente del Gobierno de España.

(Edit.ABC/1/12/2018.)

3 comentarios:

Arcoiris dijo...

Einstein no era Papa pero, en su competencia, parece que era también infalible. Cuando opinaba que la estupidez humana, sin duda (para él), era infinita, ya se estaba saliendo de los límites de su especialidad. Sin embargo, quizás aquí también podría tener razón; basta con ver cómo se repite en las urnas el triunfito de los partidos que han sabido crear sus propios regímenes o cómo alcanzan la vara de mando unos desenfadados (nunca se les verá con sus antifaces puestos) cuyo mayor mérito puede ser su culo prieto o unas cejas singulares. Einstein, que yo sepa, nunca se pronunció acerca de la capacidad masoquista del pueblo español.

Arcoiris dijo...

Bueno, yo creo que quizás nos iría mejor a todos si estuviera prohibido el acceso al poder a los partidos, a todos; por definición son “partidos”, ven el mundo, la vida, a través del ojo de la cerradura de su credo, no representan a muchísimas personas y no nos sirven sino que muestran fidelidad, exclusiva y necesariamente, a sus credos y a la empresa de la que cobran desde nuestros bolsillos, sus propios partidos políticos. Naturalmente, esta es una opinión particular, materia discutible. Ahora bien, lo que me parece un disparate mayúsculo, más allá de cualquier polémica, es que puedan tener mayor o menor cuota de poder, local, autonómico o general, partidos políticos que en sus estatutos o en su praxis buscan la disolución del país como lo hemos heredado. Hay métodos mucho más rápidos de suicidio colectivo, tengo entendido.

Sebastián Urbina dijo...

Estoy de acuerdo en lo del 'disparate mayúsculo'. Es de una imbecilidad incomprensible. Pero no estoy de acuerdo en la otra parte. Es cierto que los partidos políticos lo han hecho bastante mal, convirtiendo la democracia en partitocracia.

Sin embargo, creo que el camino menos malo es el de la democracia representativa. Hay que mejorar. Es difícil pero posible. El libro 'Por qué fracasan los países' muestra, entre otras muchas cosas, que países que ahora funcionan mejor que nosotros, pasaron épocas malolientes. Como ahora nosotros.