jueves, 20 de diciembre de 2018

PRENSA MIERDOSA ESPAÑOLA.





(La prensa mierdosa española. De progreso, naturalmente. Hoy son por el estilo.)


La prensa española a Soljenitsin: "espantajo", "mentiroso", "hipócrita", "multimillonario", "siervo", "delirante".

Sus progresistas llaman dictadura al régimen vigente en España. Hace diez días que yo viajo por España (...) y me he quedado asombrado. ¿Saben ustedes lo que es una dictadura? (...) He aquí algunos ejemplos de lo que he visto con mis propios ojos (...). Los españoles son absolutamente libres de residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier lugar de España. Nosotros, los soviéticos, no podemos hacerlo en nuestro país. Estamos amarrados a nuestro lugar de residencia por la propiska (registro policial) Las autoridades deciden si tengo derecho a marcharme de tal o cual población (...)
También he podido comprobar que los españoles pueden salir libremente de su país para el extranjero. Sin duda se han enterado ustedes por la prensa de que, debido a las fuertes presiones ejercidas por la opinión mundial y por los EEUU, se ha dejado salir de la Unión Soviética, con no pocas dificultades, a cierto número de judíos. Pero los judíos restantes y las personas de otras nacionalidades no pueden marchar al extranjero. En nuestro país estamos como encarcelados.
Paseando por Madrid y otras ciudades (...), más de una docena, he podido ver que se venden en los kioscos los principales periódicos extranjeros. ¡Me pareció increíble! Si en la Unión Soviética se vendiesen libremente periódicos extranjeros, se verían inmediatamente docenas y docenas de manos tendidas y luchando para procurárselos. Pues bien, en España, su venta es libre.
También he observado que en España uno puede utilizar libremente las máquinas fotocopiadoras. Cualquier individuo puede hacer fotocopiar cualquier documento, depositando cinco pesetas por copia en el aparato. Ningún ciudadano de la Unión Soviética podría hacer una cosa así en nuestro país. Cualquiera que emplee máquinas fotocopiadoras, salvo por necesidades de servicio y por orden superior, es acusado de actividades contrarrevolucionarias.
En su país —dentro de ciertos límites, esto es verdad— se toleran las huelgas. En el nuestro, y en los setenta años de existencia del socialismo, jamás se autorizó una sola huelga. Los que participaron en los movimientos huelguísticos de los primeros años de poder soviético fueron acribillados por ráfagas de ametralladora, pese a que solo reclamaban mejores condiciones de trabajo (...).
Si nosotros gozásemos de la libertad que ustedes disfrutan aquí, nos quedaríamos boquiabiertos (...). Hace poco que han tenido ustedes una amnistía. La calificaron de «limitada». Se ha rebajado la mitad de la pena a los combatientes políticos que habían luchado con armas en la mano (alude a los terroristas). Puedo decirle esto: ¡ojalá a nosotros nos hubiesen concedido, una sola vez en veinte años, una amnistía limitada como la suya! (...). Entramos en la cárcel para morir en ella. Muy pocos hemos salido de ella para contarlo».
Lo que dijeron de Soljenitsin
Juan Benet, en "Cuadernos para el Diálogo": «Todo esto ¿por qué? ¿Porque ha escrito cuatro novelas (las más insípidas, las más fósiles, literariamente decadentes y pueriles de estos últimos años)? ¿Porque ha sido galardonado con el premio Nobel? ¿Porque ha sufrido en su propia carne —y buen partido ha sacado de ello— los horrores del campo de concentración? (...).Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Soljenitsin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexandr Soljenitsin no puedan salir de ellos hasta que no hayan adquirido un poco de educación. Pero una vez cometido el error de dejarle marchar, nada más higiénico que el hecho de que las autoridades soviéticas (cuyos gustos y criterios sobre los escritores rusos subversivos comparto a menudo) busquen la manera de librarse de semejante peste».
Juan Benet, en "Informaciones" contra el «hombrecillo Soljenitsin»: «Lo seguro es que muchos telespectadores debieron enrojecer de vergüenza».
Soledad Balaguer en "Por favor," tras elogiar a la URSS ataca al «premio Nobel barbudo que daba gato por liebre diciéndonos que los rusos eran muy malos porque eran comunistas, sin conseguir que nadie le creyese».
—"Triunfo", procomunista y de gran tirada, denuncia el «escándalo» de «la operación Soljenitsin»: «Aprovechar el enorme público de este programa del sábado para acometernos de esta manera por medio de una disertación fanática y apasionada (...). El señor Soljenitsin llega con retraso de una guerra fría, y la televisión española, de una guerra civil renovada».
—"Personas": «Soljenitsin es un paranoico clínicamente puro (...). La voz del viejo patriarca zarista penetró en los campos y en las ciudades españolas como un viento glacial. Fue una vergüenza». En la misma revista se preguntaban «¿quién habrá pagado el spot de don Alexandr? (...). Don Alexandr no es político. Es folklore, nada más».
Arturo Rubial, en Posible, sobre el «Soljenitsin Show»: «Ese Soljenitsin es un Nobel por nada (...). Miente a cada instante: ha perdido decididamente la brújula». Habrían debido hacer de manera que Soljenitsin contase todo esto al estilo de musichall, rodeado de lindas muchachas de ballet Set 96; este caballero tiene pasta de showman».
Monserrat Roig, en Mundo: «La barba de Soljenitsin parece la de un cómico de pueblo, la de un cómico ambulante pagada por una alianza de señores feudales. El escritor ruso hace reír al gallinero (...). Un día le arrancarán las barbas postizas».
Camilo José Cela, futuro Premio Nobel: «Soljenitsin no está solamente contra España, nuestro pequeño y amado país, lo cual no sería nada. Soljenitsin está contra Europa (...). Está contra la libertad (...). Heraldo de tristeza (...). No tenemos necesidad de pájaros de mal agüero».
Francisco Umbral, futuro Premio Cervantes: «Payaso».
Manuel Jiménez de Parga, futuro ministro de UCD: «Uno pierde la calma delante de quien, sirviéndose de las pantallas de la TV, pretende tomarnos por imbéciles, permitiéndose explicar precisamente en España lo que es una dictadura».
—Más dicterios contra Soljenitsin en la prensa española: «enclenque», «chorizo», «mendigo desvergonzado», «famélico», «espantajo», «bandido», «hipócrita», «multimillonario», «siervo», «aprueba las ejecuciones de Chile», «mercenario», «delirante», «perdió la chaveta».Y el remate en Le Monde: «Soljenitsin considera que los españoles viven en la "libertad más absoluta"».
En realidad, Soljenitsin nunca usó esa frase entrecomillada por el entonces canónico diario izquierdista francés. Pero es que nadie ha perseguido a las víctimas del comunismo, rusas o españolas, tan sañudamente como la izquierda francesa. La «ceguera voluntaria» de Jelen se ha actualizado con Melenchon y su reivindicación delTerror de Robespierre, que es, ha sido siempre, la justificación del de Lenin.
España, que en 1936, justo cuarenta años antes, había estado muy cerca de convertirse en la segunda dictadura comunista del mundo, y solo lo evitó al precio de una larga guerra civil, se empeñaba en ignorar el significado del comunismo cuando estaba a punto de inaugurar la democracia. La mayor tragedia del siglo en pérdida de vidas humanas y aplastamiento de toda libertad, el Gulag, se convirtió en críticas del uso de la televisión. Hace poco, el propio entrevistador de Soljenitsin, Íñigo, dijo que el famoso programa fue repetido en TVE por presión de Franco, que llevaba un año muerto.Y la grabación ha desaparecido del archivo de TVE con la eficacia tenebrosa que borraba a los disidentes de las fotos de Stalin.
La legalización del PCE, unos meses después, se fundamentó en la reconciliación de los dos bandos de la Guerra Civil, pero no debió hacerse al precio del silenciamiento de vidas tan ejemplares, en el sentido cervantino del término, como las de El Campesino y Soljenitsin. El partido Podemos, resurrección del más rancio leninismo, es el fruto podrido de aquella censura a voces.También del proceso de rebolchevizacion del PSOE de Zapatero, cuya herramienta básica, la llamada Memoria Histórica, se basa en la Desmemoria Programada de la Checa y el Gulag.
Yo misma intenté saber qué pasó con el archivo de la entrevista a Soljenitsin en TVE. Me puse en contacto con el departamento de documentación y con José María Íñigo (que en paz descanse). El periodista me confirmó que por supuesto el documento se destruyó. Borrado y copia nueva.
Ninguna cámara de televisión grabó nunca un gulag. Cuando fueron desmantelados se destruyó hasta la última prueba y lo único que queda es la voz de los supervivientes.
El comunismo asesinó a millones de personas por considerarlas mera masa refractaria, reaccionaria o eliminable. Lo que no logró fue que cada persona no muriera sola, que cada una de esas vidas segadas por orden de Lenin, y tras él Trotski, Stalin, Mao, Ho Chi-Minh, Ceaucescu, Honecker, Andropov, Pol Pot, el Che, los Kim o los Castro, no tuviera su dolor particular, su terror intransferible, un pasado hecho cenizas.
Cuando se abrieron las puertas de los gulags las víctimas eran otras personas diferentes de las que entraron en esos pozos de tortura. No tenían nada, así que la mayoría empezó a reconstruirse en esos mismos lugares. Hoy, un comentario habitual entre ellos es sus nuevos hogares reposan, literalmente, sobre los huesos de los que no vivieron para contarlo. Hagamos Memoria.
Memoria del Comunismo, (La Esfera de los libros, 2018) Decimoctava edición, 70.000 ejemplares editados en menos de un año.
 (Nuria Richart/LD/20/12/2018.)

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