jueves, 5 de enero de 2023

DE CUARTANGO A LA ETERNIDAD

 

De Cuartango a la Eternidad

Por Gabriel Le Senne

Pedro García Cuartango es un columnista meditativo y melancólico al que me gusta leer. Siempre le agradeceré el conducirme al paseo marítimo bajo el parador de Bayona, donde disfruté de un atardecer espectacular, de los que él tan bien describe. La tarde allí con mi mujer e hijos, aún pequeños, ha quedado grabada para siempre en mi memoria. ¡Y en las fotos!

Sin embargo, leer a Cuartango siempre me deja algo insatisfecho, porque veo cómo ronda en torno a la solución, pero nunca la alcanza. Hoy martes explica cómo lee y disfruta a Spinoza cuando opina que formamos parte de la eternidad de Dios, que es quien está tras la naturaleza. Pero acto seguido, Cuartango descarta la opinión del filósofo, y concluye que no somos más que fruto del azar. Lo que le deja totalmente perdido y desconsolado.

Como no cesa de repetir —oportunamente— Francisco José Contreras, ésta es precisamente la disyuntiva fundamental en nuestras vidas: el azar o la razón. Los cristianos —aunque tal vez muchos no se hayan parado a pensarlo— confiamos en la razón. Viene a ser lo que explicaba Benedicto XVI acerca del comienzo del Evangelio según San Juan, ya saben, «En el principio existía el ‘Logos’, y el Logos estaba junto a Dios, y el Logos era Dios»: ‘Logos’ es la palabra griega original, traducida luego por ‘Palabra’ o ‘Verbo’, pero que además incluye el significado de ‘Razón’. De ‘logos’ viene la ‘lógica’.

Porque lo esencial del cristianismo es que tras la materia existe una Razón creadora, una Inteligencia eterna que dota de sentido y finalidad a todo lo creado. Y que esa Razón entró en su propia creación en carne humana «para deshacer las obras del diablo», que dice San Juan en otro lugar, y quiso nacer como un bebé aparentemente indefenso, en una familia aparentemente normal, como celebramos estos días.

Digo ‘aparentemente’ porque está claro que en realidad ese niño nunca estuvo indefenso, ni ese hombre en la Cruz, porque era omnipotente. Se cumplió la voluntad de Dios, como ocurre siempre. Porque, como dejó escrito San Josemaría, «formamos todos parte de un mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad».

Dios integra en su plan divino las decisiones que tomamos en el ejercicio de nuestro libre albedrío, los aciertos y las equivocaciones, el bien y el mal, de modo que su creación sea finalmente incluso más grande y maravillosa que si todos hubiéramos sido perfectos desde un principio. Quizás quien mejor exprese este misterio sea J.R.R. Tolkien, implícitamente en sus libros —vean el comienzo de ‘El Silmarillion— y explícitamente en sus Cartas.

Ahora que rezamos por el reciente fallecimiento de Benedicto XVI, podemos recordar también aquello que dijo de que el plan divino se cumplirá independientemente de lo que hagamos, pero que podemos elegir si nuestro papel en ese plan se asemejará al de Juan, discípulo amado del Señor, o al de Judas, el traidor que le entregó.

Me viene asimismo a la cabeza el ensayo de José Miguel Sánchez Molinero titulado ‘Últimas preguntas. Un ensayo sobre los límites de la razón y los fundamentos de la fe cristiana’, en el que parte de la evidencia de nuestro libre albedrío para refutar tanto al materialismo como al resto de religiones.

Porque, evidentemente, si uno cree —es una creencia— que todo cuanto existe es fruto del azar, y que no existe nada más que la materia, entonces nuestro libre albedrío no sería más que una ilusión, pues estaríamos completamente determinados por la materia que nos compone. Molinero se opone a esta noción, y considera que existe algún tipo de indeterminación en nuestro cerebro que nos permite tomar decisiones libres, por más que el sustrato biológico influya, y mucho. Pero no existe base científica para excluir la libertad.

Benedicto XVI nos alerta en su testamento espiritual, glosado por Enrique García-Máiquez, al respecto de estas modas filosóficas, como ésta del actual materialismo cientificista: acaban pasando, pero la Fe permanece.

Lo que no puedo comprender es cómo un tipo tan sensible como Cuartango, ante la belleza de la puesta de sol sobre el mar de Bayona, puede concluir que está ahí contemplándola por casualidad. Sí, hay dificultades: problemas cuya solución no alcanzamos a vislumbrar. Es normal que una Inteligencia capaz de imaginar y dirigir todo esto nos sobrepase. Pero como escribió San John Henry Newman, tan admirado por Ratzinger: «diez mil dificultades no hacen una sola duda». Porque cada día constatamos la bondad de Dios, que actúa dentro y fuera de nosotros. Y porque el materialismo plantea problemas lógicos mucho mayores, y efectos prácticos mucho peores.

En fin, no podría terminar sin mencionar que ‘Dios y el mundo’, el libro-entrevista de Peter Seewald a Benedicto XVI, fue determinante en mi conversión. Eternamente agradecido, Su Santidad.

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