viernes, 7 de enero de 2011

UN CIUDADANO AGRADECIDO.







ESTO SE HUNDE.

No es la primera ni la segunda vez. Llevamos años sin que se cumplan las leyes. Mejor dicho, algunas. Las leyes que nos obligan a pagar los impuestos, sí se cumplen. Y otras que nos imponen obligaciones, también. ¡Faltaría más!

Pero algunos artículos de la Constitución y algunas sentencias del Tribunal Supremo, se las pasan por la entrepierna. Algunos. Lo que es, incluso, peor. Porque si todos pudiéramos torear al Supremo, tendría un pase. Todos iguales. Todos igual de brutos. Como en las películas del Oeste antes de que llegara el sheriff para poner algo de orden. Pero no. Aquí sólo pueden reírse del Tribunal Supremo (sin que pase nada) los políticos catalanistas. Ya saben, los dirigentes de la Cataluña oprimida y explotada por la bota castellana.

Claro que cundirá el ejemplo de Artur Mas. Si los catalanes pueden, los vascos también. Y los gallegos. Los españoles no. Que somos tontos, como decía Sabino Arana.

Esto es inaudito. En cualquier país civilizado, es inconcebible que una autoridad del Estado se atreva a decir, públicamente, que no acatará una sentencia del Supremo y que no reconoce su autoridad. No duraría en el cargo, ni veinticuatro horas. Pero estamos en España. Artur Mas, apoyado por Montilla, ya lleva mucho más que veinticuatro horas.

Si un ciudadano de a pie se atreve a desafiar al Estado, le cae el pelo. Si lo hace un político autonómico (especialmente de los ‘territorios comanches’), no pasa nada. Al menos de momento. Lo que ya es grave, aunque sea por el penoso ejemplo que dan a los ciudadanos.

Esta situación es indicativa de que algo muy preocupante está pasando. Cuando las autoridades políticas, las primeras que deben respetar y hacer respetar la legalidad vigente, se ríen de ella sin que pase nada, es que el Estado de Derecho es de cartón piedra. Una filfa, una patraña. Un hazmerreír. Mucho peor, porque aplica todo el peso de la ley sobre el anónimo ciudadano que paga sus impuestos. O sea, fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Porque fuertes son los separatistas antiespañoles con esta injusta ley electoral. Gracias al PSOE y al PP que no han querido cambiarla. Asco me dan.

Por no hablar de la amenaza catalanista de romper España. Imagino que la amenaza de secesión, supone algo de fuerza. ¿O también es un órdago de cartón piedra? ¿Una jugada de farol? En todo caso, se hace al margen de la legalidad. Como debe ser.

Un Estado de las Autonomías, como el nuestro, no puede sobrevivir sin fuerzas centrípetas que lo sostengan. Ni un Estado Federal podría sobrevivir así. España se alimenta de fuerzas centrífugas, que son las buenas, las progresistas. O sea, cada uno por su lado. Aquí mando yo. Yo soy yo, y mis competencias.

Por el contrario, las fuerzas centrípetas, las fuerzas que respaldan y apoyan la unidad de España (no la uniformidad) son fuerzas regresivas, reaccionarias y casposas. Con un sistema así ¿qué se puede esperar? Lo que tenemos. Una sociedad atomizada. Una sociedad en la que la unidad de mercado está resquebrajada. En la que los costes de transacción son más gravosos de lo normal, castigando así nuestra ya mediocre competitividad. En la que hay descoordinación entre las diferentes Autonomías. O enfrentamiento por las ‘balanzas fiscales’. Y algunas Autonomías quieren ser Naciones. Ni siquiera ‘naciones culturales’. Quieren ser ‘naciones políticas’. ¿Y la soberanía? ¡Qué más da, tío!

¿Y quién es el principal responsable de esta grave situación? La clase política. Unos más, otros menos, pero la clase política es la responsable de haber cedido competencias, de manera irresponsable, a las Autonomías. Sin importarles si se ejercían de manera adecuada. Ni inspección, ni gaitas. Mucho menos el rescate de las competencias que se ejercen mal, previsto por la Constitución. No se atreven. O sea, el desmierde autonómico. Si quieren deprimirse (aún más), lean ‘El desmoronamiento de España’ de A. Recarte.

Como es sabido, la ausencia o dejación del poder, se llena por parte de otros. Si usted no lo hace, lo haré yo. Así ha sido. El gobierno central es menos fuerte, en prácticamente todos los sentidos, que un Estado (central) Federal. Los jefecillos autonómicos (con aires de grandeza) se han adueñado de casi todo. Y han reescrito la Historia, para cantar sus gloriosas gestas. Casi todas inventadas o desfiguradas. Y tenemos diecisiete de todo, como el número de Autonomías. ¡Nadie quiere ser menos! ¡A gastar! Y como casi no hay sentimiento nacional español (ya se han encargado de diluirlo, o de despreciarlo) hay dificultades para el acuerdo constructivo, el respeto al interés general, el apoyo a un proyecto común. Cada uno tira por su lado.

Y los que sufren las consecuencias de este desastre, son los ciudadanos. ¿A quién pedir cuentas? A nadie. No es de extrañar la creciente decepción ciudadana con la democracia. Y esto es muy grave.

Al menos, en Islandia han llevado a juicio al primer ministro Heir Haarde, por negligencia durante la crisis económica. ¡Ya me conformaría yo! ¿Se le ha ocurrido a alguien llevar a juicio a Zapatero, por sus mentiras durante la crisis económica? ¿Y no la agravó, con sus mentiras y la falta de medidas? Por no hablar de los banqueros islandeses, que están acojonados ante la amenaza judicial. Aquí no. Aquí sólo ha de temer algo el ciudadano corriente y moliente. Aparte del 20% de paro, de la subida de la luz, butano y transportes. Subida de impuestos. O la baja calidad de las prestaciones sociales y las prohibiciones de todo tipo que nos impone Zapatero. Por nuestro bien.

Y la oposición popular que se la coge con kleenex. No levantemos la voz que nos llamarán radicales, ni afrontemos los grandes problemas, no sólo económicos, que nos aquejan. Evitemos el debate ideológico.

¡Joder, qué tropa!

Sebastián Urbina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y no se olvide de los piratas, y delincuentes en general, que ya tienen claro cual es el país -o país de países- ideal para darle por ... sin que rechiste. Que eso de plantar cara es de reaccionarios y fachas.