LA ESTRICTA GOBERNANTA
La seducción rentable
Por Remedios Morales
Catherine Hakim, doctora en Sociología y profesora en la London School of Economics, ha escrito un libro titulado El capital erótico que, como reza el subtítulo, es el poder de fascinar a los demás. Y yo añado que mediante el atractivo sexual. |
La doctora cree que ha puesto un huevo enorme con su descubrimiento, pero eso es porque no se lee el suplemento dominical de LD. Si lo hiciera, sabría que en estas páginas yo me he referido a ese fenómeno muchas veces con otro término económico: "exceso de demanda sexual masculina", y quizá también de otras formas menos finas.
La mayor demanda sexual masculina no es un fenómeno exclusivamente humano sino que se extiende a todas las especies en las que los machos consideran a las hembras un bien escaso y hacen lo posible por acumularlas, llegando a competir abiertamente entre ellos para ver lo que pillan. Un buen puñado de biólogos se ha referido a este mayor apetito sexual de los machos y lo ha explicado. Yo me fijé en las implicaciones que este exceso de demanda tenía en los humanos y en cómo éstos han hecho las cosas a su manera, desarrollando, junto al mercado sexual, sin costes para los hombres, otro mercado paralelo, el matrimonial, en el que el macho humano asume el papel de padre. Pero no voy a hablar de todo esto por no repetirme.
Hakim cree que el capital erótico tiene una importancia digamos que... capital. Lo que pasa es que el patriarcado impidió asignar un valor a este activo de las mujeres porque era algo que se daba por supuesto. En cambio, las penalizaba cuando carecían de él. Las feministas niegan el déficit sexual masculino, como niegan y tachan de "esencialista" cualquier sugerencia acerca de una diferencia entre los sexos que no provenga de la cultura patriarcal y que sea inamovible. Según ellas, si las mujeres no se sintieran oprimidas ni dominadas tendrían la misma conducta sexual que los hombres. Falso, dice Hakim con mucha razón. En la actualidad, los anticonceptivos y la mayor transigencia con respecto al sexo ya no permiten, de ninguna manera, achacar a la cultura patriarcal esa mayor desgana sexual de las mujeres que, de forma universal, se refleja en las encuestas y ocurre, sobre todo, a partir de los treinta años.
En este sentido, el feminismo radical es más limitador que liberador porque no anima a las mujeres a explotar abiertamente ese exceso de demanda sexual masculina en su provecho. A las mujeres no las aparta del sexo la opresión patriarcal ni ninguna zarandaja por el estilo. El baremo de la sexualidad no tiene por qué marcarlo la apetencia sexual de los hombres. A las mujeres no les pasa nada; son así y este desajuste sexual tiene su explicación en las diferentes estrategias reproductivas de los sexos, que también he explicado otras veces, aunque estoy segura de que Hakim lo desconoce.
El déficit sexual masculino concedería, pues, una ventaja a las mujeres que fueran capaces de negociar con su capital erótico; y yo digo que ellas lo utilizan constantemente, por ejemplo, para ascender de categoría mediante el matrimonio. Sin embargo, la negociación con el capital erótico como moneda de cambio puede ir mucho más allá, y de ello dan fe bonitos ejemplos desde la antigüedad. Ahora me viene a la memoria Ester, que se engalanó para hallar gracia ante los ojos de su esposo el rey Asuero y pedirle protección para los judíos. Hasta tuvo el morro de desmayarse para dejarlo anonadado con su belleza lánguida y evitar su cólera. Y ahí está Cleopatra, mujer inteligente y negociadora, que fue al encuentro de Marco Antonio después de ser embellecida, maquillada y masajeada durante horas por un contingente de esclavas. Incluso llegó al extremo de perfumar las velas de su nave, consiguiendo, según Plutarco, que "los vientos enfermaran de amor".
Sin embargo, trasformar abiertamente el capital erótico en dinero siempre fue un asunto mal visto, tanto por las feministas como por el patriarcado, por ser cosa de prostitutas.
Consecuente con su pensamiento y con el mío, a Hakim le parece mal que se metan con las prostitutas. Ella está a favor de que toda mujer aproveche sin escrúpulos su poder de fascinación para alcanzar la riqueza y el poder. Yo misma he dicho alguna vez que el sexo debe ser caro para los hombres, y, por cierto, eso no ha sentado muy bien.
La doctora da consejos para desplegar todo el potencial sexual: cuidar la imagen, adelgazar, ponerse buena ropa y pasar por el quirófano si es el caso. Es duro, pero la vida de una mujer puede mejorar muchísimo. Veamos el ejemplo que propone. Son dos hermanas, una guapa, que acumula capital erótico como una hormiguita, vela por su belleza con celo renovado y va por ahí coqueteando más que una gallina y sacando partido de todo. En contraposición, la otra hermana es como una cigarra que descuida su imagen, no se maquilla, engorda y se muestra torpe e insegura. La primera triunfa fácilmente y a los cuarenta años es una rica empresaria, ha tenido varios novios, viaja mucho y frecuenta restaurantes de lujo. Mientras, su desmañada hermana es una pringada, que trabaja para otros, en empleos esporádicos mal pagados. Pero, además, ¡qué horror!, la principal fuente de ingresos familiar es su marido, "una estrella en el campo de la ciencia".
Esta parábola me ha hecho reflexionar mucho porque refleja lo que se considera las metas correctas para una mujer moderna: independencia, soledad, trabajo y dinero. Y pienso que quizá no coincidan, exactamente, con la idea de felicidad que tienen muchas mujeres (y hombres). Invertir en armas de seducción para acumular responsabilidades, novios, horas de avión y fiestas a lo mejor no merece la pena. Yo siento la tentación de quemar la faja reductora, el sostén reforzado "sublime" y la crema del papo, porque estar tan buena y resultona puede proporcionarme un halo de atracción que me haga polvo la vida.
En la historia de la ciencia se han dado casos en que dos científicos descubren lo mismo simultáneamente. Darwin y el pobre Wallace, coincidiendo en desarrollar la teoría de la evolución. Y Newton y Leibniz en el desarrollo del cálculo diferencial. Bueno, pues la doctora Hakim y yo representamos la última contingencia de este tipo. Hakim, es usted un grano en la zona glútea de mi cerebro. Una de las dos está de sobra en esto del sexo. Ni siquiera me queda el consuelo de rebatirla porque me ha calcado algunos de mis razonamientos más elegantes. Sin embargo, como no quiero ser una triunfadora, la perdono por esta vez si deja de poner malos ejemplos, que los tiene a montones. En cualquier caso, mi término "exceso de demanda sexual masculina" me gusta infinitamente más que el suyo del "déficit sexual masculino", que me suena equivoco e irritante.
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EL PUTERÍO RENTABLE.
Resumiré lo que me parece el meollo del artículo de Remedios Morales (La seducción rentable) y 'servata distantia' de Catherine Hakim. Sus opiniones no parecen muy alejadas.
O sea, (y si estuviera equivocado, rectificaré), lo que nos dicen es que los hombres (en general) demandan más sexo que las mujeres (en general) y que esta situación pone en circunstancias favorables a la mujer.
Es decir, están en buena disposición para aprovecharse del calentón masculino y sacarle los cuartos (o los quintos, que esa es otra) al macho calentorro. Con el beneplácito de los legisladores meapilas agilipollados. No hablaré de los jueces por si las moscas.
Dicen las expertas que las mujeres (en general) ya se aprovechan por medio del matrimonio. Aunque haya multitud de situaciones diferentes. Pero no hay espacio para la extensa casuística. Este aprovechamiento vaginal de la cosa no tiene que quedarse ahí. Puede ir más lejos. O sea, se puede (y se debe, sugieren las expertas) sacar más provecho. Ante esta propuesta, resulta que las feministas son más decentes que las dos expertas y se oponen a este puteo, porque (dicen) que sitúa a las mujeres a la altura de las prostitutas. ¡Qué cosas!
Conclusión; las expertas aconsejan a las mujeres que sean unas 'putas inteligentes'. ¿Qué significa esto? Que le saquen el mayor provecho posible (económico y en especies) a su culo. Por ser un bien relativamente escaso. Por cierto, cuide su culo con esmero. Es una mina en potencia.
Entonces ¿cuál es la diferencia entre estas mujeres que sacan rentabilidad máxima a su culo y las putas profesionales? No lo dicen, al menos no lo dicen expresamente. Lo diré yo. La diferencia está en ser 'puta amateur', o 'puta profesional'. Las 'putas amateur' están (al menos de boquilla) bien vistas. El calentón masculino da para esto y para divorcios supermillonarios. O sea, 'culos bendecidos' por la legislación y la costumbre.
Luego están las 'putas profesionales', que deberían estar colegiadas, con seguridad social, vacaciones, pensión y todo lo demás. Son, en mi opinión, lo más sano y respetable del género femenino. En general. Porque hay de todo en la viña del Señor. No se puede generalizar. Esto es importante tenerlo presente. Ni en hombres ni en mujeres todo es bueno o malo. Nada de eso.
Consejo gratuito. Salvo si está superconvencido de que ha encontrado la media naranja (habiendo adoptado las cautelas exigibles, propias de un macho con calentura moderada) y después de pasar por la Notaría, rechazando formalmente aprovecharse económicamente (cualquiera de los dos) de haber usado el culo del otro, puede casarse. Allá usted.
Salvando las distancias, lo mismo se aplica a una mujer cuyo objetivo no sea sacar máximo rendimiento a su culo.
Sebastián Urbina.
PD.
La autora dice 'sentir la tentación de quemar la faja reductora', pero parece que se queda en eso, en tentación. Y es que el infierno está empedrado de buenas intenciones.
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