martes, 1 de mayo de 2012

FANÁTICOS DE LA LENGUA






 



EN VENA
La cultura de Pastor
Román Piña Valls

Por lo visto el alcalde de Manacor, Antoni Pastor, aspira a ser nombrado “Defensor Número Uno de la nostra llengua” por alguno de los sumos sacerdotes de las esencias patrias, como podría ser el portavoz de algún partido desalojado del poder hace un año, aquel que no hace mucho se atrevió a nombrar a Bauza “Enemigo Número Uno del Catalán”. Hay que tener madera de inquisidor para tal cosa.

Pastor ha proclamado, en una carta al presidente Bauzá, algo así: “seguiré siendo fiel a nuestra naturaleza cultural y a nuestra lengua, ¿puede haber un principio más noble?” Por si no se había explicado bien, añadió: “la lengua debe estar por encima de ideologías y personalismos”.
 
Me gustaría leer entera esa demostración de “sentido común”, esos razonamientos de Pastor, con los que ha pretendido abrir los ojos al hombre que lleva las riendas de esta comunidad. Por si me los abre a mí también. Lo que pasa es que me temo que Pastor necesitaría añadir muchas notas a pie de página en esa misiva, para explicar mínimamente casi cada línea. Me interesa mucho saber lo que entiende pastor por naturaleza, por cultura, por principio, por noble, por lengua, por ideología y por personalismo. Y también saber qué entiende por “estar por encima de”.

Me da la impresión de que para llegar a decir que “la lengua debe estar por encima de ideologías y personalismos” hay que tener precisamente calada hasta el tuétano una ideología, asimilado un discurso, incubado un sentimiento. Hay que haber sucumbido ante el pestilente cáncer del nacionalismo. Le recomiendo a Pastor que cometa el pecado contra su naturaleza de leer el libro “Escribir nuestro tiempo”, de Sebastián Urbina, y reflexione sobre si el nacionalismo es o no un peligro.

Ser fiel a “nuestra naturaleza cultural”, ¿qué significa? ¿Qué fronteras tiene nuestra naturaleza cultural y quién las marca? ¿Qué sacrificios exige a sus fieles? ¿Es celosa? ¿Es la mejor en la cama? Se ve que no le van nada las orgías a la “naturaleza cultural” de Pastor. ¿Qué pasa entonces cuando “cultura”, “aprendizaje”, “enriquecimiento”, “conocimiento”, “justicia”, “prosperidad”, “solidaridad”, “igualdad” resultan no solubles, según las fronteras marcadas por los integristas de la “llengua”, con “nuestra naturaleza cultural”? Sólo un fanático puede llegar a creer y decir (Pastor lo dice, otra cosa es que lo crea), que para ser fiel a su cultura (?) hay que impedirle a un español residente en Baleares la educación de sus hijos en español, o discriminar en la función pública a quien no demuestre conocimientos de catalán.

De vez en cuando veo en Palma un lazo cuatribarrado en un balcón, y constato que ese lazo solitario en miles de metros cuadrados evidencia en efecto que el consenso en el tema de las lenguas existe.


Sumario: Le recomiendo a Pastor que cometa el pecado de leer el libro “Escribir nuestro tiempo”, de Sebastián Urbina.

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