(Es una vergüenza que los políticos nos machaquen a impuestos.
¿No habrá políticos decentes?)
LAS COSAS DE COMER.
Ahora que, por un breve plazo de tiempo, los
ciudadanos tenemos la sartén democrática por el mango, merced a nuestra
condición de electores, es momento de estudiar propuestas, comparar y
votar en consecuencia. He recordado hasta la saciedad en esta columna
que la política es mucho más que mera gestión, por la sencilla razón de
que España no es una empresa, sino una vieja Nación levantada sobre
principios cuyo mantenimiento es condición sine qua non para la
conservación del edificio. Dicho lo cual, si se trata de hablar de las
cosas de comer, hablemos de las de verdad. Hablemos de los impuestos que
sostienen el tinglado sometido a examen, convertido en un reino de
taifas donde el ciudadano paga más o menos no ya en función de su renta,
sino del lugar en el que habita.
Hablemos de la desigualdad creciente
entre españoles generada por esta arbitrariedad que ni siquiera depende
del color político del dirigente de turno, toda vez que los barones de
un mismo partido aplican criterios completamente distintos dependiendo
del territorio que gobiernan. Denunciemos que ya está bien de pagar
siempre los mismos por lo mismo, una y otra vez, en aras de una
solidaridad devenida con excesiva frecuencia en asistencialismo
destinado a comprar votos. Porque la solidaridad termina donde empieza
el abuso, cuando no la confiscación equivalente a un expolio.
Según un reciente informe del Colegio de
Economistas de España, la brecha que separa a los habitantes de las
distintas comunidades autónomas no ha dejado de ensancharse en los
últimos años. De manera que para unos ingresos anuales de 45.000 euros
(la sufrida clase media, víctima por excelencia de la voracidad
recaudatoria manifestada por el Fisco), un extremeño pagará 10.375 euros
de IRPF; un gallego, 10.337,61; un catalán, murciano, balear,
castellano o canario, 10.337, 57; y un madrileño, 10.090. A mayor
riqueza, mayor desigualdad. Claro que la palma se la lleva un gravamen
de por sí abusivo, injusto, desincentivador del ahorro y constitutivo de
una invitación irresistible al fraude, llamado Impuesto de Sucesiones.
En 2013 recaudó la friolera de 3.000 millones de euros, arrancados de
los contribuyentes en un acto constitutivo de una exacción inicua fruto
de una doble o triple imposición.
La carga que pesa sobre las herencias es
competencia exclusiva de las comunidades autónomas, lo que significa que
este es el momento de exigir a quienes nos piden apoyo un
posicionamiento claro ante esta cuestión. Una cuestión de huevo, pero
sobre todo de fuero, que nos afecta a todos y cada uno de nosotros e
impide que nuestros hijos disfruten del fruto de nuestro trabajo y
esfuerzo en aquellas autonomías donde esta práctica injustificable sigue
vigente: Andalucía, Murcia, Aragón, Asturias, Comunidad Valenciana y
Cataluña, con porcentajes de bonificación variables en función de la
renta, frente a Madrid, Cantabria y La Rioja, donde la exención es del
99 por ciento en el caso de parientes en primer grado.
Imponerles un nuevo gravamen constituye por tanto un flagrante atropello, tanto más injustificable cuanto que castiga a quienes en lugar de optar por el muy hispano «carpe diem», confiando para la vejez en el colchón del Estado, van haciendo una reserva a costa del correspondiente sacrificio, pensando en disponer de ella o legársela a sus seres más queridos.
No hay «cosa de comer» más importante que esa. Bueno será que tomen nota quienes aspiran a conquistar nuestro respaldo.
(Isabel San Sebastián/ABC)
2 comentarios:
¿Qué es un poliitico? Habrá de muchos tipos pero en general es uno que se apunta a un partido político.
Aquí es una salida para muchos. Too much.
De la manta que hay ahora ninguno tiene ni idea de Política, hacen politiquilla de pícaro pasmarote desangrando a la población, al territorio y a lo que ellos no han contribuido a crear. El trabajo de siglos se lo cargan las pulgas estas. Además son miles, ellos y loa parásitos que alimentan para generar reglamentaciones contradictorias y sobrantes para que unos no se metan en lo de los otros. Solo que no hay nada suyo, que no lo olviden.
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