sábado, 7 de enero de 2017

TRIBUNAL CONSTITUCIONAL ALEMÁN








LA SENTENCIA TIENE LECCIONES PARA TODOS NOSOTROS. 

LA sentencia del Tribunal Constitucional alemán, tan clara como contundente, sienta jurisprudencia internacional al basarse en principios universales. Para ni siquiera admitir a trámite el recurso presentado por el Partido Independiente de Baviera de celebrar una consulta o referéndum independentista, la más alta Corte de Justicia alemana establece que la Grundgesetz (Alemania no tiene Constitución, sino Ley Fundamental) no admite las «aspiraciones secesionistas» de un Land (o Estado Federal), ya que la soberanía nacional se reserva «al pueblo alemán en su conjunto». Por lo cual, en tal referéndum o consulta, tendrían que votar todos los alemanes.

Ni siquiera siendo Alemania una República Federal, ni siquiera siendo oficialmente Baviera un «Estado Libre» (Freistaat Bayer), ni siquiera habiendo tenido reyes hasta mediados del siglo XIX, ni siquiera teniendo usos, costumbres, historia y hechos diferenciados, que acarrean a los bávaros chistes celebrados por el resto de los alemanes (como ocurre con los prusianos, los sajones, los hanseáticos o los badenses), pese a todo ello, como digo, ninguno tiene derecho a celebrar una consulta independentista, por violar la ley fundamental del Estado.

Algo, por otra parte, lógico, pues para romper un Estado tienen que estar de acuerdo, por lo menos, la mayoría de sus ciudadanos, no sólo una fracción de los mismos, ya que autorizarlo provocaría una desintegración en cadena.

La sentencia tiene lecciones para todos nosotros. A los socialistas les advierte de que el federalismo, ese bálsamo de Fierabrás que tienen para resolver nuestro problema territorial, no sirve, ya que el principio de la soberanía rige para todos los regímenes.


A los catalanes les advierte de que han sido engañados por unos nacionalistas que les decían que contaban con el apoyo de los europeos en un «derecho a decidir» que no existe. Y a los gobiernos españoles, que tienen la obligación de defender tal principio; y a nuestros más altos magistrados, que no pueden irse por las ramas en la ratificación del mismo.

Hace años, el embajador alemán en Madrid, aprovechando la visita del presidente de su Tribunal Constitucional, nos invitó a un grupo de periodistas que habíamos sido corresponsales en su país a una charla con él.

Cuando le pregunté si conocía nuestro Estado de las Autonomías, contestó que sí, y al inquirir qué pensaba de las demandas secesionistas de algunas de nuestras comunidades, sin querer entrar en nombre ni en detalles, respondió:
«Si una Europa de 28 miembros tiene ya problemas, una de 50 es, sencillamente, imposible».
Se lo conté a ustedes en su día, pero el «problema catalán» no sólo no se ha resuelto, sino que se ha agravado. ¿Tendrá que estropearse del todo para que se arregle en un sentido u otro?
Dicho de otra forma: ¿hemos aprendido la lección? Tengo la impresión de que no. De que seguimos dándole vueltas, sin atrevernos a hincarle el diente. Es decir, buscándole soluciones políticas, que no sirven, al tratarse de una cuestión de principio.
Es decir, jurídica, como ocurre en todo Estado de Derecho. El Tribunal Constitucional alemán la ha resuelto por nosotros. ¿Servirá?

(José Maria Carrascal/Periodista Digital)

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