jueves, 15 de mayo de 2008






¿IMPUESTOS CONFISCATORIOS?


Las noticias que nos llegan de Argentina nos hablan de un fuerte aumento de las retenciones a las exportaciones de alimentos, que llega incluso al 50%. Todo esto con un telón de fondo inflacionario. Este abuso (enmascarado, como siempre, por la coartada de la dimensión 'progresista' de los impuestos) ha provocado una de las huelgas más importantes, desde hace muchos años, en el sector agropecuario.

Las huelgas han repercutido en la escasez de
alimentos básicos que se percibe claramente, incluso, en los grandes supermercados. La señora Kirchner se considera, por supuesto, de izquierdas. Como sus amigos, Fidel Castro, Hugo Chavez, Evo Morales, el ecuatoriano Correa y nuestro amado Zapatero. En resumen, políticas populistas y demagógicas.

En España, dado que la crisis de la construcción es patente, y esta actividad representaba alrededor del 40% de lo recaudado por los Ayuntamientos, han de buscar vías sustitutorias para llenar sus arcas. ¿Cuál es el camino? Esquilmar a los contribuyentes. ¿Cómo? Por ejemplo, revalorizando los bienes inmuebles. Me refiero a usted, maldito propietario. Me da igual que haya usted trabajado toda la vida para comprarse una casa y una parcela, o dos. Le voy a machacar a impuestos.

¿Qué sucede si hablamos de una persona con pocos ingresos, o un jubilado? Que no podrá pagar. En la práctica, mucha gente tendrá que entregar su propiedad a la Administración o hacer grandes sacrificios para mantenerla. Pero no se aflija. La Administración vela por el interés general. No sea egoísta, maldito propietario.

Esta es una de las típicas maneras de desincentivar el ahorro y el trabajo. Una familia puede ver cómo el esfuerzo de toda su vida se viene abajo porque los políticos han decidido subir los impuestos de forma abusiva. En principio, los políticos están para servir a los ciudadanos. En la práctica es al revés. Estamos a su servicio. ¿Son todos iguales? No exactamente. Los de izquierdas, en general, suelen ser peores. ¿Por qué?

El desprecio o la desconfianza a la propiedad privada (especialmente la ajena) hace el milagro. Recordemos a L. Von Mises: ‘La evolución hacia el socialismo no se realiza por una simple transferencia formal al Estado. La restricción de los derechos del propietario es también un medio de socialización. Se le retira gradualmente la facultad de disponer de su bien’.

Poco a poco se va transfiriendo la propiedad privada a la Administración. Con la excusa de 'lo social'. La derecha no suele ser tan sectaria pero les encanta 'lo social'. No quieren quedarse atrás. No quieren que la izquierda les gane en 'lo social'. Y claro, tienen que apretar a los propietarios. Porque también quieren ser generosos. Con el dinero ajeno.

¿Quién paga la factura? Este abuso confiscatorio se centra, básicamente, en las clases medias. Hay menos que exprimir a los que menos tienen. Además, no queda progresista. Y los que más tienen, están muy bien aconsejados. Tienen expertos. Abogados, economistas, especialistas en derecho financiero, etcétera.

Las clases medias sufren este abuso. Y la casta política se preocupa, principalmente, de sus propios intereses más que del interés general. Los estudios de J. Buchanan (Public Choice) van en este sentido. Así que no nos mientan. La última vez que escuché esta mentecatez fue con motivo del debate Solbes-Pizarro. La camarilla gubernamental repetía, con sonrisa complaciente y voz atiplada, que Solbes siempre se había ocupado de los intereses públicos y Pizarro de los privados. Ya saben, las maléficas empresas privadas (egoísmo) frente a las benéficas empresas públicas (altruismo).

En general, los gobiernos de tendencia socialdemócrata suelen apelar al gasto público mientras que los gobiernos conservadores suelen apelar a la reducción de impuestos. Pero esta división no es tan nítida. En España, por ejemplo, muchos comportamientos del PSOE y del PP son de tendencia socialdemócrata. O sea, se preocupan por 'lo social', con el gasto consiguiente. Doy por supuesto que hay mucho gasto social improductivo.

Sea como sea, se suele diferenciar entre políticas de demanda y políticas de oferta. Las políticas de demanda tratan de conseguir que la demanda agregada (básicamente, el consumo privado de las familias, de las empresas y el gasto público) sea capaz de facilitar un contexto en que los recursos disponibles generen actividad económica, reduciendo los niveles de paro y evitando, en lo posible, un aumento de la inflación. El instrumento clave para llevar a cabo esta política es el déficit público. Aunque de dudosos resultados.

En cambio, las políticas de oferta (que se vinculan a M. Thatcher y Reagan, entre otros) tratan de crear y facilitar un contexto adecuado para que los recursos disponibles se utilicen de la manera más productiva posible y aumenten, por tanto, la eficiencia económica. Para ello proponen reformas estructurales liberalizadoras.

Aunque no hay recetas mágicas, parece que el aumento de la presión impositiva no es la mejor solución, no sólo por motivos éticos (la repercusión impositiva afecta de forma muy desigual a las familias) sino, además, por motivos de eficiencia económica.


Sebastián Urbina.

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