lunes, 2 de marzo de 2009

LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD.






(PD).- Cinco años después y también en marzo, Mariano Rajoy se ha quitado la espina del fatídico 14-M en el que Zapatero asestó su gran golpe el líder popular. Lo que el confiado socialismo había proclamado que era un test casi decisivo para él, pensando en que una nueva derrota (y en su propio feudo) dejaría a los populares al borde del abismo, quién sabe si en forma de ruptura, se tornó ayer bumerán para Ferraz.

Subraya Manuel Erice en ABC que, si Rajoy resurge de sus cenizas y refuerza su liderazgo interno, así como las expectativas de poder ganar también unas generales (en pleno desgaste socialista y con una crisis económica que arrecia como nunca), para Zapatero el resultado es impensablemente negativo: pierde Galicia después de una pésima gestión de Touriño y a pesar de echar el resto en un cierre de campaña a la desesperada, y tiene ante sí un escenario vasco endiablado, con toda la presión de decidir si saca del Gobierno al PNV por primera vez en la historia y pacta con el PP y UPyD (24 más 13 más 1 igual a 38 escaños).

La gran expectativa política que se abre en España no va a dar tregua al presidente del Gobierno en las próximas semanas, y a poco más de tres meses de las elecciones europeas.

Después de treinta años de democracia y con la amenaza del terrorismo etarra todavía latente, es la primera vez que los partidos no nacionalistas suman más escaños que los nacionalistas en el País Vasco. Dicho de otra forma, si Zapatero quiere (Rajoy y Rosa Díez querrán), PSE, PP y UPyD pueden echar a Ibarretxe y al PNV de Ajuria Enea.

Si Patxi López quería y promovía el cambio, ya lo tiene en su mano. Zapatero tendrá que decidir ahora si sacrifica la centralidad política que pretendía construir en el País Vasco o hace valer su opción para mantener al PNV pero a cambio de que no sea Ibarretxe el lendakari.

Tras una campaña calentada por las diligencias abiertas por el juez Garzón, en persecución de una presunta corrupción en el seno de los populares madrileños, pero enrevesada después para el PSOE por la dimisión del ministro Bermejo y por el empeño de Pérez Touriño de no dar respuesta a las denuncias de despilfarro desveladas por ABC, el PP vuelve a obtener la mayoría absoluta en Galicia, con 39 escaños.

Pero, además, la ruleta rusa del nuevo escenario vasco, pese a que otorga la victoria de Ibarretxe, otorga a socialistas y populares una mayoría inopinada, siempre que Zapatero y Patxi López se atrevan a desalojar a los peneuvistas y decantarse por el primer gobierno no nacionalista de la democracia.

Por no poder, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, no puede culpar ni a la abstención, que, a su juicio, «beneficiaba un Gobierno de la derecha». Con la mayor participación de la historia en Galicia, Núñez Feijóo logró una victoria indiscutible, incluso, en principio, con un resultado por encima de la última legislatura de Fraga.

Mientras el socialismo en el poder se lame las heridas del 1-M, en Génova habrá también lecturas.

Un candidato fiel a una clara apuesta de Rajoy, y en una línea cercana a Gallardón (quien le ayudó en campaña), logra el vuelco en Galicia.

Este domingo, en Génova, sólo faltaba la presidenta de la Comunidad de Madrid, la tenaz, laboriosa y combativa Esperanza Aguirre, que no había sido invitada a hacer campaña en la comunidad autónoma.

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Creo que el Partido Popular ya no podrá hacer política con los pantalones a la altura de las rodillas. Sus votantes están cansados de soportar este ridículo y perjudicial complejo frente a la izquierda y los nacionalistas. Si esto es así, supondrá un giro en la política española, aunque no sea radical. Si el PP sigue en las mismas, puede sufrir una fuerte desgaste en las próximas elecciones generales, o dividirse en dos. Los Rajoy/Gallardonitas y los Esperanza/San Gil y similares.

En cuanto al PSOE, Zapatero tiene una prueba de fuego. Después de treinta años de soportar nacionalismo identitario, amenazas y extorsiones, tiene la posibilidad real de formar gobierno constitucional con PP y UPyD. Si su sectarismo ideológico no se lo permite puede pagar un duro precio político porque mucha gente no lo entenderá. Incluídos muchos socialistas, vascos y no vascos. O bien, la ciudadanía será capaz de tragar este sapo. En tales circunstancias, no habría nada que hacer. La democracia se construye con demócratas. Con una ciudadanía que no lo es, es mejor alejarse. Tengamos esperanza.


Sebastián Urbina.

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Perded toda esperanza. José García Domínguez.

Con el escrutinio oficial a punto de cerrarse, no parece que la prescindible opinión de los vascos vaya a interferir de modo significativo en los resultados de unas elecciones que se deciden en ciertos despachos de Madrid. Contra todo pronóstico, otro será el caso de la Xunta. Gracias a la infinita torpeza de ese par de dos, Touriño y Quintana, el más elemental sentido del pudor civil ha logrado imponerse tanto a la ancestral inercia de los gallegos, como a la voluntad errática de ese doce por ciento del censo integrado por los hijos pródigos de los tataranietos porteños de Breogán, multitudinaria santa compaña transatlántica siempre bajo la sombra del no menos santo pucherazo.


En relación a los eternos inquilinos con derecho a cocina en Ajuria Enea, al PNV siempre le quedará su París particular, el voto de calidad de Ferraz, gran elector en la sombra que invariablemente ha decidido la hegemonía nacionalista en el País Vasco. Nadie fantasee en vano con mayorías constitucionalistas, ni dé pie a ingenuas quimeras patrióticas. El PSOE regaló en su día el poder al PNV tras haberlo derrotado en votos y volverá a hacerlo cuantas veces haga falta con tal de garantizar el objetivo de perpetuarse en La Moncloa merced a las alianzas estratégicas con los secesionismos periféricos. Zapatero no lo dudará ni un segundo: al igual que González, de nuevo entregará todo el poder local a los abertzales. Pierdan toda esperanza quienes, contra toda evidencia, quieren creer lo contrario.

Así, ya con la certeza de que las fuerzas que dieron forma a todos los cordones sanitarios contra el viejo Partido Popular de Aznar y María San Gil han superado holgadamente esos treinta y ocho escaños que les garantizan la impunidad absoluta, sólo resta por esclarecer la dimensión definitiva de la caída de los de Rajoy.
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Si esto sucediera ¿habría gente que seguiría votando a los socialistas? ¿tan bajo podrían caer los, digamos, ciudadanos? ¿tan bajo el socialismo, digamos, español, digamos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al Sr. García Domínguez: pues sorpréndase, porque parece que se perfila un gobierno socialista en Euskadi, con apoyo del PP y UPD.

Jimi