El policía Paul Fogarty detuvo a Carnita Matthews, de 45 años, el 8 de junio de este año en Woodbine, en el suroeste de Sydney, Australia. Más tarde la mujer presentó una denuncia ante la policía diciendo que el policía trató de quitarle su hijab, que ocultaba su rostro con excepción de sus ojos.
La musulmana fue acusada por hacer una falsa denuncia. Ella se declaró inocente del cargo en agosto. El policía de la Patrulla de Caminos de Macquarie, dijo al tribunal que pidió dos veces a la Sra. Matthews que se quitara el velo porque no podía ver completamente su cara para identificarla. “Le dije que sólo quería comprobar su identidad. Y entonces le hice un gesto para que se levantara su velo”.
Un video policial del incidente, que pudo verse en la corte, muestra al policía acercándose al Honda Odyssey negro de la musulmana y comprobando su identidad. Después le entregó una multa por no mostrar sus placas correctamente. En este punto la Sra. Matthews se puso furiosa, acusando al policía de ser “racista”. “Todos los policías son racistas”, se la escucha diciendo. “Usted sabe que me está multando por nada”.
Así es como muchos países del mundo gastan recursos irrecuperables, en procesos judiciales y otros, para tratar de asimilar costumbres que nos son ajenas, mientras damos cabida a quienes a la vez nos acusan de racistas y drenan nuestro sistema de salud y pensiones, que en sus propios países jamás tendrían. (MD).
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Para ser racista hay que creer que existe una raza (o razas) superior y otra (u otras) inferior. Y que los que pertenecen a la primera tienen más derechos que los que pertenecen a la segunda.
Si no está en este caso y alguien le acusa de racista, o es tonto (y no se entera del significado de la palabra que utiliza), o es un cabronazo que quiere aprovecharse de su debilidad. De su miedo a no ser políticamente correcto. No se deje avasallar.
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