O el Estado del bienestar o el Estado de las Autonomías
ES YA un clamor entre los expertos en economía. España no puede pagar la factura de las Autonomías. Hemos creado 17 jefecillos de Estado, rodeados de una carísima y colosal parafernalia. No hay quién resista el despropósito económico que eso supone. Tras la operación de rescate zumbada sobre Grecia e Irlanda, la Europa de la seriedad acosa a Portugal. Si cayeran nuestros vecinos, España ocuparía la primera línea de la lupa europea. El despilfarro autonómico, y por sinergia el municipal, difícilmente resistirán las exigencias europeas.Desde sus palacios presidenciales, rodeados de suntuosidad y lujos, la inmensa mayoría de los presidentes autonómicos permanecen impávidos ante lo que se avecina y siguen derrochando sin tino. Las televisiones autonómicas servirían de botón de muestra, aunque el gran escándalo explosiona en los 3.200.000 funcionarios públicos de hoy frente a los 600.000 de 1977. Y no paran ahí las desmesuras. Cerca de 4.000 empresas públicas, casi todas innecesarias, se han convertido en coartada para que los dirigentes de los partidos políticos coloquen en ellas a sus parientes, amiguetes y simpatizantes.
Los más relevantes expertos en economía han planteado ya la disyuntiva: o Estado del bienestar o Estado de las Autonomías. No puede haber bienestar general si prosigue el derroche autonómico. España está al borde de la quiebra y Europa estudia la forma de rescatar a nuestra nación del precipicio sin que se fragilice definitivamente la moneda única.
El espíritu de la Transición consistió en el pacto entre el centro derecha y el centro izquierda, más del 80% del voto popular, para las grandes cuestiones nacionales: territorialidad, terrorismo, política internacional… Ese espíritu, el mismo que negoció Cánovas del Castillo con Sagasta en las postrimerías del siglo XIX, fue respetado por todos: Suárez, Calvo Sotelo, González y Aznar. Pero no por Zapatero. El faro de la Alianza de las Civilizaciones se mofó de González, se alineó con la ruptura, envío al centro derecha al zaquizamí de la Historia y pactó con los partidos nacionalistas periféricos. Cambió de socio constituyente y alteró de forma profunda la estabilidad de España.
La reforma constitucional del Estado de las Autonomías exige el acuerdo entre el centro derecha y el centro izquierda. Hay que reformar la Constitución para salvar lo que se pueda de las Comunidades Autónomas pero parece claro que no se debe hacer ni una transferencia más; por el contrario hay que devolver a la Administración central algunas competencias como la educación. Y, al margen de controlar las veleidades secesionistas de algunos, habrá que establecer el control de las cuentas públicas regionales a través del Congreso de los Diputados, fijando un máximo de gasto, de déficit y de deuda a los parlamentos autonómicos. Hemos vivido un 30% por encima de lo que podíamos y así nos luce la cabellera. No es que fueran las cosas bien y de ahí la prosperidad. No. Lo que estábamos haciendo era endeudarnos hasta las cejas circunflejas.
Si los españoles quieren permanecer en el bienestar, deberán recortar el despilfarro no sólo del Gobierno central sino también de los gobiernos autonómicos, reduciéndolos a lo que nunca debieron dejar de ser. Adolfo Suárez, Fernando Abril y Clavero Arévalo se equivocaron con el café para todos. Los que en 1977 propiciábamos que se legitimaran los Estatutos republicanos de Cataluña y el País Vasco, y que ahí terminasen las concesiones regionales, conocíamos el precio que los ciudadanos tendrían que pagar por ese café para todos que se inventaron con estúpida ligereza algunos líderes políticos. Y en parte nos equivocamos. La factura ha resultado mucho más cara de lo que pensábamos. La voracidad de la mediocre clase política española carece de límites. Cada vez son más los dirigentes que entienden la política como un negocio y que están dispuestos a chupar del bote hasta dejar extenuada y en los huesos a esta España merecedora de mejor suerte. (e-pésimo/auxiliar 1)
Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.
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EL ERROR DE ANSÓN, Y OTROS.
El artículo 'O el Estado del Bienestar o el Estado de las Autonomías' dice grandes verdades. Estoy de acuerdo en la mayor parte del artículo. Pero creo que Ansón comete un grave error cuando defiende (y dice que ya lo defendía hace tiempo) que se reconocieran los Estatutos para el País Vasco y Cataluña. Solamente. Ni uno más.
¿Cuál es el problema? Tal vez en la Edad Media el soberano estaba en disposición de conceder prebendas de diverso tipo a unas regiones y no a otras. Tal vez. En todo caso, ni había derechos frente al Estado, como hay ahora (no importa lo imperfectos que sean) ni las personas eran ciudadanos como ahora. Eran, más bien, súbditos.
Una de las características de las sociedades democráticas modernas es la igualdad ante la ley. Y los ciudadanos ven muy mal que este principio no se cumpla. Es una de las cosas que producen mayor irritación. Y con razón.
Por eso creo que si se hubiera cometido el error de conceder Estatutos solamente para el País Vasco y Cataluña, se hubiesen enconado las posturas regionales, desde el principio. ¿Por qué ellos sí, y nosotros no? ¿Son más que nosotros?
Es inevitable que la concesión de Estatutos a dos regiones españolas hubiese provocado celos y recelos. No es factible, en una sociedad democrática moderna institucionalizar tales diferencias. Los hechos del pasado no dan derecho a nada en la actualidad. Ni para bien, ni para mal.
Y un comentario final. Los 'sentimientos identitarios' de País Vasco y Cataluña, que estamos padeciendo, NO SON NATURALES.
Si en vez de favorecer (equivocadamente) a los nacionalistas, a cambio de su lealtad a la democracia española (que no han tenido, ni tienen), hubieran igualado a los españoles en derechos y obligaciones, no hubiera sido factible que fomentaran, en estos treinta años, el alejamiento de España, el sentimiento victimista, y el fervor identitario. Si competencias educativas les hubiera sido muy difícil alcanzar los niveles de manipulación que han materializado en estas tres últimas décadas.
O sea, lo que hoy tenemos, NO ES NATURAL. Es el resultado, artificial, de un grave error político. Que duda cabe de que vascos y catalanes (como el resto de los españoles, por cierto) hiubieran seguido amando a sus tierras y tradiciones. Pero nada más. La enfermedad identitaria no hubiese alcanzado los niveles preocupantes y tragicómicos actuales.
Sebastián Urbina.
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