viernes, 14 de enero de 2011

TAL VEZ SE QUIERA ENTERAR.












Nº 26 - Reseñas

Enemigo a las puertas


Después de dos panfletos incendiarios como La rabia y el orgullo y La fuerza de la razón, Oriana Fallaci vuelve a brindarnos un nuevo libro. Como de costumbre, la autora de Insallah despierta nuestras dormidas conciencias ante el hecho de que Europa es ya Eurabia.

En Eurabia, el Islam campa a sus anchas. En los medios de comunicación, los yihadistas pasan por ser herejes del Islam y no musulmanes consecuentes. Los eurócratas procuran en todo momento salvar la cara a una religión cuya consigna es acabar con Occidente. Más claro no se puede decir: "La izquierda se mancha definiendo a los terroristas como combatientes o como resistentes. Favoreciéndolos al minimizar o ignorar sus matanzas. Ayudándolos sin condenar como se merece a sus extremistas". Mientras tanto, los inmigrantes musulmanes se multiplican a una velocidad tal que dentro de poco, probablemente en 2100, en la UE las mujeres tengan que llevar burka y la poligamia sea legal.

En una muestra más del grado de degradación a que ha llegado Occidente, a quienes levantan su voz contra esta perversa legitimación del enemigo, desgraciadamente no a las puertas de Europa sino ya en sus entrañas, se les tacha de fascistas. Fallaci ya está acostumbrada a que la vejen y la insulten. Sin embargo, ella no acepta componendas porque la verdad nunca puede ser objeto de consenso.

Como señala agudamente, Europa padece un virus letal. Ahora es Eurabia, "un instrumento para introducir cada vez más invasores en nuestro territorio y consentirles después que circulen sin tropiezos por nuestra casa". Prediciendo el futuro cual Casandra, Fallaci ha anticipado el vandalismo de los desagradecidos hijos de los inmigrantes en Francia. La religión pesa, y su odio a Occidente es tal que, a pesar de que se les trata con respeto y se les tiene por individuos con derechos, su propósito es quebrar el Estado de Derecho e imponer su teocracia.

Pero no sólo en Europa tenemos la culpa de semejante estado de cosas, sino que buena parte de esta responsabilidad compete al organismo que nuestra izquierda considera como guardián de la legalidad internacional: Naciones Unidas. Fallaci se pregunta qué legitimidad puede tener una organización compuesta en su mayoría por dictaduras, con países que no suscriben la carta de Derechos Humanos y en la que China tiene derecho de veto. Por poner un ejemplo, como recuerda la autora, mientras en Sudán se perpetraba un cruento genocidio, la ONU miraba para otro lado. Los janjaweed, en nombre de Alá, asesinaron a casi 100.000 cristianos en el campo de refugiados de Kalma. En Ruanda, por poner otro ejemplo que no menciona la Fallaci, el general Romeo Dallaire avisó a Annan de lo que estaba pasando y le pidió autorización para atacar los arsenales hutus. Kakofi se lo prohibió y, aún más, le ordenó bajar la guardia. Los muertos ascendieron a 800.000.

Más aún, las revelaciones sobre la catadura moral del actual secretario de la ONU y de las acciones de esta institución durante el último medio siglo invitan al desánimo. Escribe Oriana: "La ONU nunca se ha pronunciado de una forma clara y rotunda contra los secuestros y los asesinatos realizados por los terroristas islámicos. Nunca. Y el señor Kofi Annan, ídem. Nunca indujo a los países del Tercer Mundo a votar contra las matanzas que los kamikazes de Hamas efectúan en Israel. Nunca. Incluso deja que los países del Tercer mundo voten a favor de Nasser Al-Kidwa, el observador palestino. Y eso sin contar los trece funcionarios de la ONU que en los últimos cuatro años, es decir, durante la nueva Intifada fueron detenidos por las autoridades israelíes como cómplices de Hamas".

Con semejante panorama, el pesimismo cala cada página del libro, aunque se atisba un cierto optimismo cuando se hace mención de Bush y Blair, ya que son los únicos que se baten por Occidente. No obstante, Fallaci se muestra crítica con la guerra de Irak porque, aunque se alegra del fin de la tiranía baazista, es consciente de la dificultad de establecer una democracia allá donde el Islam es la religión mayoritaria.

La conclusión a que llega Fallaci en esta pequeña obra pasa por la advertencia de que si no defendemos con uñas y dientes nuestra libertad, la sociedad en la que vivimos será pasto de la intolerancia islámica.

Aunque duela decirlo, Oriana cuenta lo que casi nadie parece escuchar. Su éxito, al menos, anima a pensar que hay muchos que creen que tiene razón. Pero ¿qué pasará cuando el cáncer que le castiga se la lleve del mundo de los vivos? Eso deprime más que todo lo que cuenta en una obra que sin duda se está convirtiendo en un clásico. (Ilustración Liberal)

Oriana Fallaci, Oriana Fallaci se entrevista a sí misma / El Apocalipsis, La Esfera de los Libros, Madrid, 2005. 303 páginas.
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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

Islam 2010

Por Horacio Vázquez-Rial

"Un día millones de hombres abandonarán el Hemisferio Sur para irrumpir en el Hemisferio Norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque comparecerán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria" (Houari Boumedienne, en la ONU, 1974).
Aquél fue el comienzo, y mis lectores estarán cansados de que lo traiga a colación una y otra vez. Para paliar ese cansancio, les propongo otras citas:
Tenemos 50 millones de musulmanes en Europa y hay señales de que Dios proclamará el Islam en Europa sin armas ni conquistas. Con el paso de los años, los 50 millones de musulmanes que viven en Europa transformarán Europa y la convertirán en un continente islámico. Dios ha dispuesto que una nación islámica, Turquía, se sume ahora a la Unión Europea. Esos 50 millones de musulmanes se multiplicarán y habrá 100 millones de musulmanes en Europa. Bosnia es miembro de la Unión Europea [sic] y es un país islámico; mejor dicho, al menos el 50% de su población es musulmana. Las estadísticas muestran que hay miles de mezquitas en Europa. Tenemos miles de organizaciones y sociedades islámicas en Europa (…) Tengo aquí algunas estadísticas. Hoy hay en Europa 50 millones de musulmanes, 14.000 mezquitas y centros islámicos y 1.500 sociedades y organizaciones islámicas. Con el paso del tiempo, estas cifras no harán sino aumentar, además de las cifras correspondientes a Bosnia, Turquía y Albania. Por consiguiente, las palabras que Dios proclamó en el Corán se están convirtiendo en una realidad: "Él es Quien ha mandado a Su Enviado con la Dirección y con la religión verdadera para que prevalezca sobre toda otra religión, a despecho de los paganos" (Muammar al Gadaffi, 2008).

Juramos por Dios que no abandonaremos las armas, no detendremos nuestra guerra santa, no renunciaremos a nuestras creencias ni a Al Ándalus, Ceuta, Melilla... (Al Zawahiri, 2007).

El Islam volverá a Europa como conquistador victorioso tras ser expulsado de ella dos veces, una desde el sur, desde Al Ándalus, y la segunda desde el este, cuando llamó a las puertas de Atenas. Conquistando Europa, el mundo será del islam (el imam Al Qadarawi, 2005; felizmente, el hombre ignora Viena).
Están convencidos y tienen razón en estarlo. El proyecto Boumedienne funciona al cien por cien, ayudado, claro está, por yihadistas de toda condición, apuntados a cualquier título, desde Al Qaeda, que sirve como paraguas de incontables grupúsculos, hasta Hamás y Hezbolá. El terrorismo es sólo la capa amable de la cebolla, la más externa. Generosamente, mi amiga L. R., a quien cito sólo por las iniciales para evitarle problemas porque las agresiones están a la orden del día, me hace llegar el siguiente texto:
He aquí cómo funciona todo esto:

En tanto la población musulmana permanezca alrededor o por debajo del 2% de la de cualquier país, ésta será vista por la población local como una minoría amante de la paz, y no como una amenaza hacia los demás ciudadanos. Éste es el caso de lo que ocurre en Estados Unidos: 0,6% de musulmanes; Australia: 1,5%; Canadá: 1,9%; China: 1,8%; Italia: 1,5%; Noruega: 1,8%.

[Por eso Fort Hill es presentado como excepción].

Con una población que alcance entre el 2 y el 5%, los musulmanes comienzan con el proselitismo entre otras minorías étnicas y grupos descontentos del lugar, a menudo con reclutamientos considerables en cárceles y entre las bandas callejeras. Esto está ocurriendo en: Dinamarca: 2,0% de musulmanes; Alemania: 3,7%; Reino Unido: 2,7%; España: 4% ; Tailandia: 4,6%.

[Pero no olvidemos el terrorismo, que se desarrolla en paralelo: España y Tailandia en primer término].

A partir del 5% de población musulmana, los musulmanes ejercen una influencia desorbitada con respecto al porcentaje de población que representan. Por ejemplo, insistirán en la introducción de los alimentos halal (limpios de acuerdo a los preceptos islámicos), asegurándose de esta manera empleos de manipuladores de alimentos reservados a los musulmanes. Empezarán las presiones sobre las cadenas de supermercados para que muestren alimentos halal en sus estanterías, junto con las correspondientes amenazas si no se cumplen estos requisitos. Esto está ocurriendo en Francia: 8% de musulmanes; Filipinas: 5%; Suecia: 5%; Suiza: 4,3%; Holanda: 5,5%; Trinidad y Tobago: 5,8%. Llegados a este punto, trabajarán para que la autoridad gubernamental les permita que ellos mismos se regulen bajo la Sharia, la Ley Islámica (dentro de sus ghettos). El objetivo último de los islamistas es establecer la Sharia en todo el mundo.

Cuando los musulmanes se aproximan al 10% de la población, tienden a aumentar la anarquía como un medio de quejarse sobre sus condiciones de vida en el país. En París ya hemos visto las revueltas imparables con quema de coches y de mobiliario urbano. En esta situación, cualquier acción no musulmana ofende al Islam, y resulta en insurrecciones y amenazas, como las de Amsterdam tras la oposición a las viñetas de Mahoma y películas sobre el Islam. Estas tensiones se ven a diario, particularmente en los sectores musulmanes de Guyana: 10% de musulmanes; India: 13,4%; Israel: 16,0%; Kenia: 10,0%; Rusia: 15,0%.

Para hacerse una idea de lo que representan esos porcentajes, digamos que la población negra de los Estados Unidos constituye el 13% del total.

Tras alcanzar el 20%, las naciones pueden esperar disturbios espeluznantes, formación de milicias jihadistas, asesinatos esporádicos y quema de iglesias [como en] Etiopía: 32,8% de musulmanes. Con un 40%, las naciones experimentan masacres generalizadas, ataques terroristas crónicos y guerra ininterrumpida de milicias, como las de Bosnia: 40% de musulmanes; Chad: 53,1%; Líbano: 59,7%.

Los países que alcanzan un 60% de población musulmana experimentan persecuciones sin límite de los no-creyentes de todas las demás religiones (incluyendo a los musulmanes no ortodoxos), limpiezas étnicas esporádicas (genocidios), el uso de la Ley de la Sharia como arma y el establecimiento de la Jizya, el impuesto sobre todos los infieles, como está ocurriendo en Albania: 70,0% de musulmanes; Malasia: 60,4%; Qatar: 77,5%; Sudán: 70%.

A partir del 80% deben esperarse intimidaciones y jihad violenta sobre la población no islámica, algún tipo de limpieza étnica dirigida por el Estado, e incluso algún genocidio, a medida que estas naciones expulsan a los pocos infieles que van quedando, y se dirigen hacia el objetivo de un Estado 100% musulmán, tal y como se ha experimentado ya, o está en vías de consecución, en Bangla Desh: 83% de musulmanes; Egipto: 90%; Gaza: 98,7%; Indonesia: 86,1%; Irán: 98,0%; Irak: 97,0%; Jordania: 92,0%; Marruecos: 98,7%; Pakistán: 97%; Palestina 99%; Siria: 90%; Tayikistán: 90%; Turquía: 99,8%; Emiratos Árabes: 96%.

Alcanzar el 100% marcará el comienzo de la Paz de "Dar-es-Salaam" (el Paraíso de la Paz Islámico). Aquí, se da por supuesta la existencia de la paz, porque todo el mundo es islámico, las Madrazas son las únicas escuelas, y el Corán la única palabra, como ocurre en Afganistán: 100% de musulmanes; Arabia Saudí: 100%; Somalia: 100%; Yemen: 100%.
Añadamos más datos, de esos que la prensa, incluida la más declaradamente cristiana, suele eludir:

Los cristianos huyen de Oriente Medio, donde se los degüella y se queman iglesias. Han escapado más de la mitad de los libaneses cristianos. En Irak fue destruido el principal templo cristiano caldeo, tan valioso como los Budas de Bamiyán pero mucho menos (casi nada) jaleado por los medios. Hay mártires a los que jamás se nombra, como Brian Savio O'Connor, protestante indio asesinado en Arabia Saudita por evangelizar. Monseñor Antoine Audo, obispo caldeo de Aleppo, sostiene sin pelos en la lengua que los fanáticos desean "librarse definitivamente" de los cristianos. De Irak han salido 700.000 cristianos.

En Etiopía hay cristianos asesinados cada día. En Egipto, los coptos no pueden construir ni reparar iglesias y pagan impuestos de dhimmies. En Sudán, desde la fatua de 1992, por la cual "un no musulmán es un no creyente que se opone a la expansión del Islam, y éste garantiza la libertad para matarlos a todos", ha ido en aumento la violación de mujeres y niñas, el asesinato directos de infieles (más de dos millones hasta hoy) y la captura de esclavos para la población musulmana. En Nigeria, la iglesia, la misión y el pueblo de Gani fueron atacados y asesinado el maestro Danyaro Bala, cristiano, en 2006: la cosa va a peor. En Somalia, como medida contra las declaraciones del Papa en el sentido de que el Islam se impone por la armas, fue asesinada una monja italiana, misionera de la Consolación.

En Indonesia, en 2005, decapitación con machete de tres cristianas por negarse a la conversión. En 2006, ejecución oficial de tres cristianos acusados de planear ataques a "los fieles". En Filipinas, en Timor Oriental (asalto en 2007 al orfanato de San Juan Bosco en Baucaym, con violación de alumnas, asesinato de quince sacerdotes y 100 personas en una iglesia por el Frente Revolucionario de Timor Oriental), en todas partes se repite una y otra vez la misma historia. Pero no está en los papeles ni en las homilías. Y, por supuesto, no se ve compensado por la conversión al cristianismo, en Egipto – donde está prohibido poseer material bíblico y evangelizar–, de 20.000 personas en lo que va de siglo.

Chávez les ha abierto las puertas de Iberoamérica, donde ellos sí que evangelizan, hasta convertir tribus enteras que han pasado de la desnudez del salvaje al uso del burka. Ya ha habido por allí varios presidentes de origen musulmán, en Argentina, en Ecuador… y los compromisos con Irán que adquieren cada día los Kirchner, Lula y otros aceleran el proceso.

Van a ganar. Están ganando. Y los imbéciles apuntados a esa alianza de civilizaciones que nadie comprende ni desea en el otro lado llorarán lágrimas de sangre. No dudo de que al final serán superados por su propia ignorancia, por su propio fanatismo, por sus divisiones tribales y teológicas, y porque la gente se cansa, pero llevará mucho dolor, mucho esfuerzo. Mil quinientos millones de musulmanes representan hoy el 22% de la población mundial. Pero su tasa de nacimientos eclipsa a la de los cristianos, los hinduistas, los budistas, los judíos y todos los demás creyentes. Los musulmanes superarán el 50% de la población del mundo al final de este siglo. Y tendrán el Corán y la Bomba.



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