jueves, 26 de enero de 2012

GASTAR ES DE IZQUIERDAS


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    LA HERENCIA SOCIALISTA.

     

    François Hollande: "La vía conservadora de la austeridad es ineficaz y peligrosa"

    26 ENE 2012 | Carla Sarabia. París.
    “El Estado del Bienestar no puede cuestionarse de ningún modo”. El aspirante al Elíseo presenta hoy los detalles de su programa.

  • “Nicolas Sarkozy es un iluso”. Con un 57% de las intenciones de voto en la segunda vuelta de las presidenciales –en los sondeos–, el candidato socialista, François Hollande, sería el presidente de la República Francesa si hoy se celebraran las elecciones. Tres meses antes de la primera vuelta, el partido de Sarkozy ha iniciado una contraofensiva para intentar demostrar que las polémicas propuestas de la izquierda son “confusas y sin sentido”, según asegura el partido mayoritario. Pero Hollande se ha propuesto ganar en 2012 y hoy tratará de convencer a los franceses de la pertinencia de su programa electoral. En esta exclusiva entrevista con LA GACETA el aspirante socialista al Elíseo describe cuál es su posición ante los principales temas de actualidad.
    -En el actual contexto de crisis, ¿cuáles son las prioridades para Francia?
    -En vista del estado en el que la derecha va a dejar Francia en 2012, la recuperación económica del país es una urgencia. Por eso, la base de mi programa electoral es lo que he denominado el Pacto Productivo. Es decir, un conjunto de medidas destinadas a estimular el empleo y el tejido empresarial. Asimismo, la recuperación requiere la preparación del porvenir y, por tanto, de la juventud. ¿Se da cuenta?: hoy, en Francia, la mitad de las personas pobres tiene menos de 30 años. La gente teme por el futuro de sus hijos.

    -¿Cómo pretende luchar contra el paro juvenil?
    -Propongo a la vez un esfuerzo particularmente intenso en la educación –para que Francia recupere su retraso– y el contrato de generación, que permite impulsar el empleo de los jóvenes y de los mayores de 50 años. Pero, además, soy consciente de que nada de esto puede llevarse a cabo si los franceses no tienen la impresión de que los esfuerzos que se les ha exigido no son equitativos y justos. Por ello, si me eligen presidente, impulsaré una gran reforma fiscal. Mis primeras acciones se basarán en estos tres pilares: la recuperación, la justicia y la esperanza.

    -Dados los esfuerzos exigidos a los ciudadanos, ¿cree que será posible mantener el Estado del Bienestar actual o hay que redefinirlo?
    -El Estado del Bienestar no puede cuestionarse de ningún modo. Probablemente tendrá que actualizarse, puesto que los desafíos y la sociedad en la que evolucionamos no son los mismos que durante los años de crecimiento. Pero los principios de la protección social deben salvaguardarse porque son el centro del modelo social europeo y francés. Cuestionar este modelo es un sinsentido. Ya hemos comprobado que la vía de la austeridad que han tomado los Gobiernos conservadores es ineficaz, letal y peligrosa.

    -¿Considera entonces que las políticas impulsadas por Sarkozy son erróneas?
    -Sarkozy es un iluso. Es un prestidigitador que tiene talento, pero la comunicación no hace la política. A lo largo de su mandato, ha destacado en el arte de desviar la atención, de estigmatizar y de prometer. Sus actos se han traducido por una ausencia de visión política, de anticipación y de eficacia. El presidente de la ruptura es y será el de las promesas sin cumplir.

    -Su partido político ha sufrido divisiones internas y varios escándalos (DSK…), que probablemente han repercutido de manera negativa en la opinión pública. ¿Se han acabado los problemas?
    -La izquierda debe estar unida, empezando dentro del Partido Socialista. Las pasadas elecciones primarias generaron mucho debate, como ocurre en cualquier competición: ¡se trataba de luchar por la Presidencia de la República! Ha habido discusiones, pero con la exigencia de la victoria como telón de fondo. Ahora lo hemos logrado, los socialistas están reunidos alrededor de mi candidatura con un único objetivo: ganar en 2012.

    -¿Qué ha provocado el ascenso en los sondeos del apoyo popular al Frente Nacional? El primer ministro, François Fillon, considera que la ventaja de Le Pen beneficia a la izquierda. ¿Está de acuerdo?
    -No lo creo y no me planteo ese tipo de cuestiones porque los sondeos no me interesan mucho. Pienso que el ascenso del partido extremista es la consecuencia del miedo ante la crisis económica. Refleja el sufrimiento popular frente a las injusticias y su desconfianza en la política. Mi responsabilidad es convencer a estos electores de que yo les he escuchado y de que no les traicionaré.

    -Y en materia de inmigración, ¿cree que los países han desarrollado políticas demasiado permisivas o más bien es lo contrario?
    -La política migratoria de la derecha es calamitosa, tanto por su ausencia de resultados, como por el polémico uso que Sarkozy ha hecho de ella. Es indecente intentar hacer creer a los franceses que reduciendo cada año en 15.000 personas el número de trabajadores extranjeros se recorta el paro. La política de las repatriaciones sistemáticas no ha tenido efectos significativos.

    -¿Qué propone usted?
    -Hay que acabar con el debate de sordos entre política permisiva y política de seguridad. La mejor manera de tener una inmigración regulada y controlada es luchar contra las redes clandestinas y permitir. Además, yo defiendo el voto de los extranjeros en las elecciones locales para apoyar su integración en Francia.

     
    “Los remedios de Sarkozy y Merkel refuerzan la crisis”“Debemos superar la limitación en la que nos han sumido el descrédito y la inconsecuencia de Nicolas Sarkozy”, asegura el candidato socialista. Hollande quiere que en Europa “se abran las discusiones al resto de socios”. Sobre el futuro tratado, el aspirante al Elíseo asegura que “lo que están preparando París y Berlín es todavía más confuso y desfasado ante la urgencia de la crisis”, y amenaza con “renegociar los acuerdoslogrados.
    “Los remedios propuestos por el señor Sarkozy y la señora Merkel, de carácter esencialmente punitivo, no hacen más que reforzar la crisis y las dificultades de los millones de europeos”. Por ello, “sería conveniente contar más con las opiniones de otros países, como España e Italia, para tratar de salir de una vez por todas de esta crisis”, afirma, y añade: “Mi partido escuchará lo que los españoles proponen para afrontar la crisis”.
    También sobre las relaciones bilaterales con España, Hollande afirma que “es y será uno de nuestros socios más importantes debido a su situación geográfica, a su peso demográfico y económico en la UE y a la densidad de nuestras relaciones bilaterales”. Si gana las elecciones, el socialista promete esforzarse para “reforzar la cooperación en la lucha contra el terrorismo y desarrollar la coordinación transfronteriza”.
    Carla Sarabia. Corresponsal en París (La Gaceta).


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    Periodismo de opinión en Reggio’s

    Reinventar el Estado de Bienestar, de Mauricio Rojas en El Mundo.

    TRIBUNA: CRISIS ECONÓMICA


    La crisis que vive España es, evidentemente, una crisis de su modelo productivo, pero también de su modelo de Estado. Por sus amplias funciones y su gran tamaño, el Estado se ha transformado en un eje fundamental para el progreso en las naciones modernas. Esto resulta aún más evidente si consideramos el peso específico del Estado en materias sociales que abarcan sectores tan estratégicos como educación y sanidad. 

    España está aquejada de una seria crisis por la fragmentación caótica de sus funciones y la inflación de sus administraciones derivada del Estado autonómico. Esto es obvio. Además, España, en cuanto Estado de Bienestar, adolece de todos los defectos e ineficiencias propias de los sistemas jerárquicos cerrados y planificados.

    El Estado de Bienestar, tal como lo conocemos, está haciendo agua por los cuatro costados, pero no por la maldad de los neoliberales o de los mercados sino por sus propios fallos y su desmesura. Por ello la reforma radical del Estado de Bienestar es una tarea tan decisiva, no sólo para mantenerlo en vida sino también para reencontrar una senda de crecimiento que asegure el bienestar futuro. Esta reforma debe, en lo esencial, asumir un gran reto: devolverle a la sociedad civil el protagonismo en política social.

    El Estado de Bienestar actual presenta un fallo clave: está pensado como un aparato jerárquico que desde arriba debería resolver las necesidades sociales de los ciudadanos. Se ha enquistado la idea de que las cosas se hacen mejor mediante monopolios públicos y una gran planificación que elimine el caos de la libertad ciudadana. Este planteamiento es responsable de haber privado al Estado de Bienestar de la fuente más vital de progreso de la sociedad moderna: la libertad que hemos conquistado para llevar a cabo nuestras ideas y ponerlas al servicio, compitiendo unas con otras, de quienes estén dispuestos a elegirlas libremente, ya que las consideran provechosas para sus proyectos de vida.

    La hegemonía social del Estado, en conflicto con la sociedad civil, ha sido el eje de la formación de los Estados benefactores tradicionales. Esta rémora ideológica se ha convertido hoy en un impedimento al progreso que, para potenciar sus posibilidades, debe buscar una fructífera colaboración entre ambos actores. Esto implica diseñar un modelo de reforma del Estado de Bienestar donde la función estatal básica sea poner a disposición de la sociedad civil instrumentos para que ella misma resuelva sus problemas.

    Hace unos 20 años, el país-paradigma del Estado de Bienestar, Suecia, estuvo sumido en una profunda crisis de la cual salió gracias a decididas reformas que hicieron de su viejo Estado benefactor uno renovado, que ha sabido combinar una gran moderación fiscal con una amplia apertura a la cooperación público-privada, la competencia y el empoderamiento de la sociedad civil. Suecia lidera hoy el desarrollo europeo, con altísimas tasas de crecimiento, plena estabilidad fiscal y notables logros en política social. 

    De esta exitosa experiencia se pueden extraer algunas lecciones útiles para formular una propuesta de modernización del Estado de Bienestar español.

    En primer lugar, la reforma del Estado de Bienestar debe ser llevada a cabo por la sociedad. El papel del Estado debe limitarse a abrir la posibilidad del cambio renunciando a su monopolio de la gestión de los servicios públicos y dándole al ciudadano una voz determinante.

    Seguidamente, el principal agente de la modernización de los servicios públicos debe ser el ciudadano mismo. Para que ello sea posible, el ciudadano debe recibir la responsabilidad directa por la conformación de la oferta de servicios públicos mediante su libre elección de los mismos. La forma más simple y eficiente de alcanzar esto es un sistema de bonos del bienestar, por el cual el Estado transfiere a los ciudadanos el poder efectivo de configurar, mediante su demanda respaldada por los bonos del bienestar, la oferta misma de los servicios de responsabilidad pública.

    En tercer lugar, se requiere pluralismo de proveedores que compitan por el favor ciudadano. La libertad de elección no puede realizarse si no existe una posibilidad real de elegir entre muchas alternativas que compitan entre sí en igualdad de condiciones y que, para su subsistencia, dependan de la elección libre de los ciudadanos. Esto implica separar la responsabilidad pública por el acceso universal e igualitario a ciertos servicios y prestaciones sociales de su gestión. De esta manera se rompen los monopolios públicos, abriendo lo que ha sido un sistema cerrado al dinamismo de la libre competencia.

    Y por último, desfuncionarizar los servicios de responsabilidad pública. La modernización del Estado de Bienestar implica romper no sólo el monopolio de la gestión pública sino, además, el de ciertas categorías laborales sobre la prestación de los servicios de responsabilidad pública. La estabilidad en el empleo de quienes prestan servicios que no tienen directamente que ver con el ejercicio de la autoridad del Estado no debe, en el futuro, estar relacionada con asignaciones presupuestarias ni privilegios como la inmovilidad laboral, sino únicamente con la capacidad de atraer la demanda ciudadana y, con ello, el financiamiento público canalizado vía bonos del bienestar.

    Todo esto es una realidad en la Suecia de hoy, sin por ello haber disminuido ni un ápice el espíritu solidario que inspira su Estado de Bienestar ni su compromiso como garante del acceso universal e igualitario a servicios de calidad. Las reformas aquí resumidas no han pretendido desmontar el Estado de Bienestar, sino reinventarlo desmontando aquellas jerarquías, monopolios y excesos que lo amenazaban.

    Los momentos de crisis pueden ser también momentos de lucidez. Aquello que por mucho tiempo ni siquiera hemos sido capaces de pensar puede transformarse en algo evidente e imperioso para no seguir empantanados. España vive hoy un momento de crisis de tal envergadura que requerirá, para ser superado, de toda la lucidez que seamos capaces de recabar. Y también de la valentía de enfrentar los riesgos políticos de decir lo que se debe y no sólo lo que se puede.

    Las propuestas aquí recogidas requieren, básicamente, comprender que la política social del futuro no nos caerá como maná del cielo del poder del Estado. Ni el Estado ni la política pueden hacer tales milagros en un mundo tan cambiante, diverso y complejo como el de hoy. Lo que la política sí puede hacer es más modesto pero no menos importante: crear condiciones propicias para el ejercicio más pleno y más amplio de nuestra libertad. 

    El paso de un Estado benefactor desde arriba a un verdadero Estado social de Bienestar requerirá, además, de un gran coraje por parte de los políticos que lo hagan posible: el coraje de desprenderse de una importante parcela de poder para devolvérsela a los ciudadanos.
    Mauricio Rojas es profesor de la Universidad de Lund (Suecia) y autor de Reinventar el Estado del bienestar. La experiencia de Suecia (Gota a Gota, 2010).









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