- 03 ENE 2012 | EditorialIntereconomía.
- Los barones del PP tendrán que recomponer el desaguisado autonómico.
La insostenible sangría autonómica
- El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, aseguró ayer que el déficit público español previsto para 2011 podría incluso superar el 8% anunciado la semana pasada como consecuencia de las desviaciones en todas las Administraciones Públicas y, en particular, de las autonómicas. Una noticia que no por conocida deja de ser indignante, pues no es de recibo que el déficit público del 2011 se haya desviado en más de 20.000 millones de euros, debido fundamentalmente a la ineficiencia del anterior Gobierno, que ni supo ajustar los gastos en los presupuestos ni realizó las reformas necesarias para evitar que la economía española vuelva a entrar en recesión. La situación en que el Gobierno socialista de Zapatero ha dejado a España es enormemente complicada: un crecimiento negativo en el último trimestre del 2011 y seguramente en el primero de este año, con un deterioro sangrante del mercado laboral, un sistema financiero que necesita una reestructuración adicional y unas comunidades con dificultades enormes de liquidez y de pago.
Aunque la clase política no se atreva a reconocer públicamente la realidad tal y como es, lo cierto es que el Estado autonómico se ha convertido en un monstruo de 17 cabezas, que gasta y despilfarra tanto o más que el Estado central y que, sin duda, es el causante de cuantiosas duplicidades y el generador de innumerables redes clientelares y del monumental incremento de funcionarios públicos. Pero el Estado autonómico no es sólo la razón del desajuste económico, sino también el causante de importantes fracturas en la unidad de mercado y elemento dinamizador de lo que nos separa en detrimento de lo que nos une, con lamentables consecuencias, por ejemplo, en el ámbito educativo. Sin quererlo, el Estado de las autonomías se ha convertido en el causante de la crisis institucional que padece España como Nación y en un auténtico lastre para la recuperación económica.
Algunos dirán –y con razón– que todos estos males no son consustanciales a cualquier modelo descentralizado. Y ciertamente no tendría por qué ser así si cada palo aguantase su vela y los organismos autonómicos lo fueran a la hora de gastar, pero también a la hora de recaudar, aunando así autonomía y responsabilidad. Pero desgraciadamente no es así, sino que se sigue gastando más de lo que se ingresa, disparando tanto el déficit como el endeudamiento.
Al cierre del tercer trimestre del año, seis autonomías –Castilla-La Mancha, Cataluña, Murcia, Comunidad Valenciana, Extremadura y Asturias– incumplían ya el objetivo de déficit del 1,3%, mientras que el endeudamiento autonómico crecía otro 22% y establecía un nuevo récord histórico de 135.151 millones de euros. España tiene pendiente cerrar y racionalizar este sumidero de dinero en el que se ha convertido el Estado de las autonomías.
Si en las épocas de prosperidad no tenía ningún sentido que se despilfarraran los recursos, en tiempos de crisis, cuando se carece de ellos y hay que pedirlos prestados a altísimos tipos de interés, resulta suicida mantener unas estructuras tan costosas como ineficaces, por lo que la reforma del Estado autonómico es hoy más necesaria e imprescindible que nunca. Sería lamentable que la clase política se siguiese negando a iniciar este debate y a consensuar una profunda reforma de lo que hoy por hoy es un insostenible modelo autonómico.
Es hora ya de que los grandes partidos se decidan a abordar en profundidad este espinoso asunto aunque ello suponga enfrentarse a los nacionalistas y a sus propios barones regionales que compiten con aquellos en este insostenible reino de taifas.
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martes, 3 de enero de 2012
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