miércoles, 3 de octubre de 2012

FRACASO MODELO AUTONÓMICO






La realidad es que son Reinos Taifas. Pequeños Estaditos con un gasto inasumible. Que, además, han difuminado lo que nos une y han magnificado lo que nos separa. Un fracaso.




FRACASO DEL MODELO AUTONÓMICO.

Cuando algo no funciona, lo que pide el sentido común es cambiarlo. Hoy, 33 años después de la aprobación de los primeros estatutos de autonomía, es un hecho que el modelo territorial implantado en la Constitución de 1978 no funciona. Por consiguiente, sería irracional permanecer atados a él. Hay que cambiarlo.

Es verdad que hay algunas razones a favor del Estado autonómico. Para empezar, la propia tradición histórica española, que durante siglos optó por favorecer formas de autogobierno en los distintos territorios. Asimismo, parece lógico pensar que una Administración descentralizada y más próxima al ciudadano debería ser más eficiente que una burocracia centralista.

Ahora bien, todo esto sólo es verdad si el sistema coadyuva a integrar a los ciudadanos en una comunidad más unida y si, efectivamente, la Administración se hace con ello más eficaz. Pero el Estado de las Autonomías vigente no ha ido en esa dirección, sino en la contraria: ha estimulado los egoísmos de facción, ha levantado barreras donde antes había puentes y ha multiplicado las instancias burocráticas hasta hacer insoportable su coste. Es el típico ejemplo de Estado que pone al contribuyente a su servicio, y no a la inversa. Y eso no puede ser.

Algo habrá que hacer. Es urgente reducir el tamaño de este monstruo. Es urgente construir un Estado a la medida de los ciudadanos, y no a la medida de la clase política, tal y como está ahora. Es urgente cambiar ineficacia por eficiencia. Y sobre todo, es urgente que el sistema no sirva para dar alas a quienes conspiran a calzón quitado contra la unidad nacional. La inviabilidad financiera del modelo, puesta ayer dramáticamente de manifiesto, podría servir de pistoletazo de salida para la imprescindible y urgente reforma del Estado. ¿Quién le pone el cascabel al gato?
(La Gaceta)

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