lunes, 15 de octubre de 2012

POR SI SE QUIERE ENTERAR



 

 (Por si se quiere enterar)

 

 

No es la economía, estúpidos


Como Gabriel Celaya cuando la otra cruzada y el otro caudillo, también yo maldigo a los neutrales, a los que no toman partido hasta mancharse. Esas almas equidistantes, tan delicadas ellas, que pretenden una tercera vía entre el respeto a las leyes legítimas y el plan sedicioso del presidente de la Generalitat. Esos exquisitos filisteos que, igual que el rústico gallego del chiste, nos repiten: "Dios Nuestro Señor es bueno, pero el Diablo tampoco le es malo". He ahí los émulos locales de Aristóteles predicando a los simples la doctrina del justo medio. Ni lo uno, pues, ni lo otro. Ni respeto alguno por esa antigualla ornamental que responde por Estado de Derecho, ni consumación efectiva de la asonada golpista.

La solución al problema del célebre "encaje", nos dicen, reside en conceder un regalo vitalicio a los catalanes por el hecho de serlo. Y así como los vascos estuvieron exentos, por lo visto, de pagar IVA e IRPF durante la Alta Edad Media (de ahí esos derechos "históricos" que les reconoce la Constitución), también Cataluña ha de ser primada sobre –y contra– los demás. Tediosa cantinela, ésa de las balanzas y pactos fiscales, que a ninguna parte conduce por una razón bien simple, a saber, porque la almendra del nacionalismo tribal nada tiene que ver con la economía. Quebec era separatista siendo la provincia más pobre de Canadá. Y sigue siendo separatista ahora que ya es la segunda por nivel de renta.

Eslovaquia fue un paupérrimo patatal antes de romper con la próspera República Checa. Hoy, alberga un satisfecho, orgulloso e independiente patatal paupérrimo. Por el contrario, en Baleares, desde siempre la comunidad española con un déficit fiscal más pronunciado (un 14,2% de su PIB), el secesionismo pancatalanista nunca ha trascendido de la marginalidad. Porque el nacionalismo es una patología cultural, no un seminario de contabilidad financiera como algunos creen. Con pacto fiscal o sin pacto fiscal, el catalanismo político seguiría trabajando todos los días del año con el objetivo de fracturar la nación, al cabo, su razón de ser. La vida es conflicto. Y el nacionalismo funciona como un lenguaje moral de auto-exculpación: el responsable de todos los males de la existencia es el otro. Ah, los neutrales, echando cuentas en el Limbo.
Adenda
Una, grande y libre. La tía Julia y el nacionalizador. (José Garcia Domínguez/ld)
 
 (ver video ‘Los niños y la construcción nacional/ Saps l’himne de Catalunya?).

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Una, grande y libre


Mas ha dicho que en su escuela explican la España plurinacional. ¿Existe esa España? Para eso haría falta que España no fuera una nación, sino una suma de ellas. Pero una suma de naciones no produce otra nación, distinta de las que la integran, sino un Estado plurinacional. Por definición, una nación ha de ser forzosamente una. 

A Mas le gustaría que España fuera eso, una suma de naciones porque él, y con él muchos catalanes, no se considera ciudadano de una nación de naciones en el sentido de ser catalán y español a la vez. Él se siente catalán, y lo más que está dispuesto a admitir es pertenecer a un Estado plurinacional en el que estuviera integrada su nación, Cataluña. Ahora, ni eso.

El problema es que yo, y conmigo muchos españoles, me siento tan poco plurinacional como él. Mi origen es catalán. Buena parte de mi familia es murciana. Me eduqué en Italia. Viví seis años en Canarias, donde se criaron mis hijos. Mi mujer es medio extremeña, medio vasca y medio asturiana. Y me siento español. No mitad español, mitad murciano o mitad lo que sea. Español y punto. Para sentirme así, como supongo que les pasará a muchos, no tengo en cuenta si eso implica pagar más o menos impuestos, si con ellos se pagan pensiones a andaluces o gallegos, o sea a otros españoles, o si recibo más o menos servicios. Tampoco lamento no haber nacido luxemburgués o suizo.

Cuando Mas dice que en Cataluña se enseña la España plurinacional, miente. Lo que allí se enseña es que hay una nación que se llama Cataluña y a la que pertenecen, les guste o no, quienes allí viven. Que España no existe más que como Estado opresor que, además de a Cataluña, sojuzga a otras naciones, y que ellas sabrán si quieren o no seguir siendo España, ese Estado plurinacional. Y que, por lo que a ellos respecta, esa pertenencia ha dejado de ser interesante.

Mas lo explica diciendo que se niega a que en Cataluña se enseñe España como una, grande y libre. En cambio, sin decirlo de esta manera, sí que afirma que Cataluña es una, grande y, sin España, también libre. De forma que el problema no es la fórmula, sino la entidad a la que se aplica. Lo que vale para Cataluña no vale para España. Pues bien, yo quiero para España, porque me siento español y no otra cosa, que mi nación sea una y libre. Lo de grande, lo dejo para Mas y sus delirios. 

Porque España sólo será una nación si es una, con o sin Cataluña, y libre. Libre de que quienes no se sienten españoles impongan a quienes sí nos tenemos por tales un régimen disolvente, el de las Autonomías, y un modo de vernos a nosotros mismos como parte de una suma de trozos en el que tenemos que aprender a ser cualquier cosa que no sea ser español. Hasta aquí hemos llegado. (Emilio Campany/ld)

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