AQUÍ ESTAMOS.
El 12 de octubre en Barcelona no me lo tiene que contar
nadie porque lo vi y lo viví. Soy, pues, inmune a la desinformación, las
intoxicaciones, las mentiras obscenas que han llevado a diarios
franceses y alemanes a contar la concentración de la Plaza de Cataluña
como un acto anti catalán de extrema derecha, infamia que fabricaron y
mantienen varios medios locales. En Cataluña, el imperativo moral de
conocer la verdad, redoblado en la deontología periodística universal,
encuentra su primer obstáculo en el propio periodismo.
Dejemos la guerra de cifras para el separatista Puig,
conseller de Interior, y para el Ayuntamiento de Barcelona, que, antes
de inventarse lo de los seis mil asistentes, se ocupó de cortar la señal
de la cámara municipal que graba la Plaza de Cataluña las veinticuatro
horas del día. Pido desde aquí a los concejales demócratas con despacho
en la Plaza de San Jaime que exijan explicaciones y responsabilidades
por esa arbitrariedad.
Aprovecho asimismo para rogar al PPC nos comunique la fecha
en que piensa dimitir su representante en la Corporación Catalana de
Medios, un señor que ocupa el único puesto de vicepresidente en la
empresa pública a la que pertenece TV3.
En diecisiete años, el
representante popular en un ente que es, junto a la educación,
herramienta principal de división social, construcción nacional y
señalamiento personal, ha tenido la suerte de no hallar jamás motivo
alguno para levantar la voz o para levantarse del asiento, cantar las
cuarenta y largarse de la cueva. Pero, sin duda, incluso él, con su
infinita tolerancia, tendrá por insoportable la emisión de un programa
donde se coloca en dianas al Rey de España y a un disidente y se les
dispara, con sangre y todo.
Terrorismo simbólico
Del Rey se dice antes que, si no se marcha, habrá que
pegarle cuatro tiros. Y que aunque la violencia es el ultimo recurso, es
un recurso. Al disidente se le dispara en la rodilla para seguir
explotando un temprano triunfo del terrorismo catalán: el atentado
contra Federico Jiménez Losantos, cuyo abandono de Cataluña fue imitado
por millares de docentes. Ahora sí que sí, señor vicepresidente de la
Corporación. Ahora va a hablar. ¿O todavía no? ¿Esperaremos quizá a que
el terrorismo simbólico de TV3 pierda el adjetivo?
En este ambiente tan democrático y distendido, es estúpido
discutir sobre cifras. Especialmente si la discusión se da con la clase
periodística que otorgó (sin disentimientos) un millón y medio de
asistentes a la manifa separatista de Artur Mas, imponiendo la
quintuplicación de la realidad a base de repetir la trola a todas horas
en todos los medios. Conste que, hasta ahora, no había denunciado el
disparate en ninguno de mis debates con secesionistas.
Tampoco he usado
una sola palabra ofensiva para con sus manifestantes. Porque se
manifestaron pacíficamente y con todo derecho. Pero hete aquí que llego
ayer de otra concentración pacífica celebrada con todo derecho, que sin
duda convocó a decenas de miles de ciudadanos, y me encuentro una oleada
de mentiras y ofensas en los papeles, firmados por supuestos
periodistas. Resumo: somos casposos y fascistas, somos como Torrente,
nos movilizó la Falange, somos enemigos de la democracia y también de
Cataluña, somos los mismos que asesinaban «rojos separatistas» y los
arrojaban a las cunetas. Y somos seis mil.
Pero yo vi familias, banderas catalanas y españolas,
alegría, esperanza, solo afirmaciones y proclamas constructivas. Ni una
frase o eslogan contra nadie. Atmósfera festiva y asombro por el hecho
de que, a pesar de tanta presión ambiental, tanto discurso único y tanto
miedo, decenas de miles fueran capaces de asomarse por primera vez al
espacio público.
(Juan Carlos Girauta/ABC)
1 comentario:
Está documentado que hubo un sector, minoritario, pero está filmado, de un grupo de manifestantes con banderas y enseñas preconstitucionales fascistas y franquistas, en esa concentración.
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