sábado, 25 de enero de 2014

ABORTO Y DEMAGOGIA.














Rubalcaba: «Rajoy se ha quedado solo con el padre de Le Pen en la reforma del aborto»

El líder del PSOE defiende que las mujeres son las únicas que tienen que decidir sobre su maternidad, y no «los psiquiatras, los médicos o los curas
 (ABC)

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx



ABORTO: MUJER EMBARAZADA Y CONCEBIDO NO NACIDO.

(Con este post se pretende que usted lea algunas opiniones y reflexione sobre el aborto. Y luego decida según su leal saber y entender.

En cualquier caso, hay dos posiciones que suponen la eliminación de uno de los intereses en juego que son, la mujer embarazada, por una parte, y el nasciturus, o concebido y no nacido, por otra.

Una de las posturas  supone defender absolutamente uno de los intereses en juego, y la eliminación completa del otro. Por ejemplo, que únicamente la mujer embarazada puede decidir lo que le parezca. O bien, que sólo existe el interés del concebido no nacido.

En el ámbito político, creo que no es muy aceptable adoptar estas posturas maximalistas porque siempre suele haber intereses, en sentido amplio, que pueden entrar en conflicto y no suele ser una buena política eliminar uno de ellos. Pongamos un ejemplo. Hay derecho de manifestación y derecho a circular libremente.

Si damos valor absoluto a uno de ellos, el otro queda eliminado. En cambio, es habitual, en los sistemas democráticos, conciliar justificadamente ambos intereses. Y aceptar la predominancia temporal y circunstancial de uno de ellos. Pero nunca que uno se imponga totalmente y sistemáticamente sobre el otro.

En el caso del aborto, lo difícil es conciliar ambos intereses, pero es lo menos malo. Eso creo.



Por ejemplo, Las pro-abortistas de Femen (ver la foto) no entienden el problema del aborto, pero no son los únicas, ni los únicos. Podemos ver, en  fotos que se han publicado, como estas manifestantes tienen escrito en el cuerpo, 'Fuera de mi coño'.


Esto puede significar varias cosas. En primer lugar, puede significar que la mujer adulta decide cuándo y con quién utilizar su coño. Es correcto.


Pero, con seguridad, la mujer que así se manifiesta, no se refiere a esto. Se refiere a que tiene derecho al aborto libre. La frase 'fuera de mi coño' y una cruz de madera metida en el pantalón, tratan de decir que nadie tiene derecho a impedirles abortar. De hecho, uno de sus eslóganes es 'Libertad para abortar'.


Pero ella, y mucha más gente, no entienden el problema.

Por ejemplo, una mujer adulta puede decidir que le extirpen un grano- aunque no represente ningún problema para su salud- por motivos estéticos. Esto es correcto. ¿Por qué? Porque el grano es parte de SU cuerpo.


Pero el feto no es parte de su cuerpo. El feto ESTÁ en su cuerpo. Son dos cosas completamente diferentes. Además, el grano nunca se convertirá en un ser humano. El feto, si no lo eliminan, se convertirá en un ser humano.

Por otra parte, diferentes sentencias del Tribunal Constitucional han determinado que:

  • La vida humana es un devenir, un proceso que comienza con la gestación, y que termina en la muerte. Y que, a su vez, la Constitución, protege la vida.
  • La gestación, se refiere a un ser vivo, o ser distinto a la madre.
  • El nacimiento, marca el momento en el que ese ser ingresa en la sociedad —como ciudadano—, y en tanto que independiente de la madre, adquiere la plenitud de la vida humana.
  • La vida del nasciturus es un bien jurídico constitucional, protegido por el art.15 de la Constitución.

Usted decide.)

 


 xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx


El PP, el aborto y el consenso

El recurso al consenso es la evidencia de que uno, en realidad, no tiene nada que decir.


La Tierra no es redonda por consenso. Es redonda porque existe la posibilidad racional y empírica de demostrar su redondez. Del mismo modo, un embrión humano no es una vida humana por consenso, sino porque existe la posibilidad racional y empírica de atribuirle esa calidad y –muy importante- no existe la posibilidad contraria. Después será viable llegar a consensos sobre cómo administrar el hecho objetivo de la vida humana, pero eso, en todo caso, será sólo después, y nada puede alterar la certidumbre primera.


La proscripción de matar al prójimo no nace del consenso. Nace de la convicción empírica y racional de que una sociedad que prohíbe matar es sustancialmente mejor que otra donde cualquiera puede matar al vecino. El Derecho natural se asienta en ese tipo de certidumbres racionales. Después será posible discutir sobre casuísticas y excepciones, atenuantes y eximentes, legítimas defensas y otros problemas de la esfera práctica, pero, en todo caso, nada de eso alterará tampoco aquí la certidumbre primera.


El consenso no es una doctrina, ni una verdad moral, ni un principio ni una certidumbre empírica; es, en el mejor de los casos, un instrumento que permite llegar a acuerdos sobre materias objetivamente discutibles. El consenso, por tanto, tiene un límite racional que es la verdad. Sería absurdo llegar a consensos que desnaturalicen verdades objetivas. 

Ningún parlamento, por ejemplo, puede pactar que la Tierra es un objeto cúbico, so pena de caer en el más absoluto de los ridículos. Tampoco parlamento alguno podría pactar la conveniencia de que el ciudadano pueda matar a su prójimo en nombre del bienestar colectivo. Cuando la política llega a ese tipo de sandeces, el orden se convierte en una parodia grotesca y, aun peor, en un depósito de injusticia. Lo cual, desde la noche de los tiempos, justifica cualquier rebelión.


La cuestión del aborto, ciertamente, es distinta, porque implica circunstancias individuales siempre muy delicadas. Cabe, pues, abrir el debate. No sobre las certidumbres primeras, porque es racionalmente evidente que un embrión humano es una vida humana (a pesar de la ministra Aído), igual que es racionalmente evidente que matar es malo, pero sí sobre la forma práctica de aplicar todo eso en casos concretos. Ahora bien, abrir el debate significa poner en juego posiciones racionales y sólidas que dirimen entre sí su grado de verdad, en modo alguno degradar la cualidad de ésta.

 El debate es una cosa y el consenso es otra. Si uno está convencido de que la Tierra es redonda, puede y debe discutir con quien defiende lo contrario, pero malamente podrá aceptar una solución de compromiso. Salvo que esté dispuesto a vender la verdad a cambio de algún tipo de beneficio (y, por cierto: no por ello la verdad dejará de ser la que es).


El debate del aborto en el seno del Partido Popular ha dado un giro inesperado desde el momento en que nombres muy significados de su cúpula han enarbolado la bandera del consenso. Hasta ahora, todos, y muy especialmente sus votantes, pensaban que el PP tenía los conceptos claros sobre la cuestión. Hoy descubrimos que no, y que en esa casa hay gente muy principal dispuesta a aceptar que la Tierra es cuadrada, o lo que haga falta. Esa disposición a mercadear con la verdad objetiva –insisto: racional y empírica, no religiosa- acredita no sólo una notoria falta de respeto a sus votantes, sino también, y sobre todo, una extrema fragilidad en materia de convicciones y, en su flaqueza argumental, una lamentable falta de formación. Porque el recurso al consenso es la evidencia de que uno, en realidad, no tiene nada que decir.


La izquierda española tiene un proyecto de sociedad; insensato si se quiere, pero lo tiene. La derecha, no. Con lo cual la derecha, cuando gobierna, queda obligada a gestionar el modelo de sociedad que la izquierda ha impuesto. Siempre irá un paso por detrás. Aunque goce de mayoría absoluta en las cámaras.


Ese modelo de sociedad no se impone por el BOE –que ciertamente es un instrumento precioso-, sino a través de ideas, conceptos, tópicos, prohibiciones y, en definitiva, una manera de ver el mundo. El triunfo de la izquierda española en este aspecto ha llegado al punto de que una buena parte de los propios líderes de la derecha política piensa, en realidad, como gente de izquierda. La cuestión del aborto es ejemplar, aunque ciertamente no es la única. Así se ha abierto una ancha fosa entre la derecha social –y cultural- y la derecha política.


A Vidal-Quadras le gusta recordar una frase de Margaret Thatcher sobre el consenso: “El consenso es el abandono de todas las creencias, principios, valores y políticas, algo en lo que nadie cree y a lo que, por tanto, nadie pone objeciones”. La Thatcher decía también que ninguna gran causa puede lucharse y ganarse con el lema "Estoy a favor del consenso". Lamentablemente, ese lema retrata la sinsustancia de la derecha política española y de su pastueño coro mediático.

 (José Javier Esparza/La Gaceta.).
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx


 NOSOTRAS PARIMOS, NOSOTRAS DECIDIMOS.

En tiempos en que los anticonceptivos están disponibles para quien quiera usarlos y en que la gente tiene sobrada información sobre la sexualidad, el aborto debería ser una práctica minoritaria y su tratamiento legal no tendría que convertirse en casus belli. Pero lo es, naturalmente, en España, igual que viene siéndolo, por ejemplo, en Estados Unidos. Entre los que consideran el aborto como un asesinato o un homicidio en todos los casos y los que afirman que el aborto es un derecho inalienable de la mujer no hay, me temo, puntos de acuerdo posibles.

Sí los hay, sin embargo, entre aquellos que acepten que estamos ante un conflicto de valores y que ese conflicto nunca tendrá soluciones perfectas, muchos menos que contenten a todos, pero puede intentar resolverse dando preeminencia a uno o a otro de los valores y derechos que colisionan en función de una serie de condicionantes: riesgos para la salud física o psíquica de la madre, existencia de anomalías fetales, tiempo del embarazo y casos de violación, por citar los más importantes.

Ahora mismo, la posición del Partido Socialista es para mí un enigma. Relativo, claro, pues políticamente la cosa no tiene misterio. Cree haber encontrado un hueso y no lo suelta. Es un hueso que gusta mucho a nuestra izquierda por su viejo sabor a revuelta callejera y a tremendismo (¡los tiempos tenebrosos!). De modo que han regresado al "Nosotras parimos, nosotras decidimos" y al "Yo mando en mi cuerpo". Unas consignas muy mal paridas, por cierto, que nos llevarían derechitas a legalizar las drogas: ¿o no puede mandar el adicto en su cuerpo? Por no hablar de la prostitución, que alguna izquierda quiere prohibir, privando a las trabajadoras del sexo de la libertad de decidir qué hacen con el suyo, y de otros casos en que se restringe, por diversos motivos, la libertad de hacer con el cuerpo (y la salud) de uno lo que le dé la gana.

El enigma al que me refería se destripa en una serie de preguntas. ¿Cree el PSOE que el aborto es un derecho que no debe someterse a restricción alguna? Entonces, ¿por qué le puso limitaciones en su ley de 2010? Sí, limitaciones: la ley no permitía el aborto de fetos de más de 14 semanas salvo por causas médicas y, por norma, siempre que no se superaran las 22 semanas de gestación. Aunque parece muy llamativa la diferencia entre una ley de plazos y otra de supuestos, lo cierto es que la ley de plazos de Zapatero introducía supuestos, y que hay leyes de supuestos, como la alemana, que introducen plazos.

Insisto, a ver si lo aclaran, ¿defienden hoy los socialistas el libre aborto de fetos que ya están a punto de manejar su primera tablet? ¿Dónde está el PSOE ahora? Yo se lo diré: está en el agit-prop. En agitar espantajos muy queridos por una parte de su público -¡el nacionalcatolicismo!-, a ver si logra aglutinar de nuevo a esa izquierda volátil, a esos progres de salón que le han dado la espalda. Es decir, está haciendo con el aborto exactamente aquello de lo que acusa al Gobierno del PP.

(Cristina Losada/ld)
 
 


No hay comentarios: