lunes, 12 de noviembre de 2018

HISTORIA Y VERDAD OFICIAL








HISTORIA Y VERDAD OFICIAL.



Se dice que son los vencedores los que escriben la historia. Y la escriben a su favor. Este parece ser un dogma de fe que nadie discute.



 Nuestra dramática guerra civil y la conflictiva II República, en general, han sido, y son, objeto de muchas películas, de directores y guionistas españoles, pero, también, extranjeros. Como sabemos, una importante manera de escribir la historia, es a través del cine. Por supuesto, también libros y artículos. Ahí van unas cuantas películas.



Raza, J.L. Sáenz de Heredia, 1942; ¿Por quién doblan las campanas? Sam Wood, 1945; Sierra de Teruel, André Malraux, 1945; Bloqueo, William Dieterle, 1938; Sin novedad en el Alcázar, Augusto Genina, 1940; ¡Ay, Carmela! Carlos Saura, 1990; Dragon Rapide, Jaime Camino, 1986; Las bicicletas son para el verano, Jaime Chávarri, 1984; La niña de tus ojos, Fernando Trueba, 1998; Libertarias, Vicente Aranda, 1996; y un largo etcétera.



Si exceptuamos las películas exhibidas antes de la Constitución de 1978- y que supondremos que todas son favorables a los vencedores- ¿cuántas películas exhibidas después de 1978 son favorables a los vencedores? Ninguna.



La respuesta políticamente correcta es la siguiente. Ninguna película estuvo de parte de los vencedores- ya en democracia- porque los vencedores eran fascistas y los perdedores eran demócratas. Se puede aceptar que los vencedores eran fascistas, pero no que los perdedores fueran demócratas.


Lo que nos remite a la historia de España. No soy tan ingenuo que crea poder cambiar la opinión de los lectores. Me conformo con que el lector reflexione con calma estas líneas. Dice Stanley Payne, -doctor en Historia por la Universidad de Columbia y profesor emérito de
Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison, donde ostenta la cátedra Hilldale-Jaume Vicens Vives- en referencia a España y sus historiadores:



 ‘Siempre ha sufrido a manos de los comentaristas extranjeros y también por los historiadores españoles, que en época contemporánea ha habido una división política entre ellos. Eso es una deformación de la Historia de España: o hay una Historia franquista o hay una Historia
oficialista. Las dos son en gran parte falsas. Es importante buscar mayor objetividad. Los historiadores españoles contemporáneos no lo son’.



En su libro, ‘El camino al 18 de julio. La erosión de la democracia en España (diciembre de 1935-julio de 1936)’, S. Payne afirma que, en contra de la creencia habitual, la Segunda República fue mucho más revolucionaria que democrática pues, más que concentrarse en la democratización política, abrió un proceso revolucionario que culminó en una guerra civil. Los primeros fallos- radicalismo, sectarismo y personalismo- fueron de los republicanos fundadores, y por su visión patrimonial de la República, que les llevó a defender que era de izquierdas y únicamente de la izquierda.



Según el periodista y escritor César Vidal, a pesar de los intentos de la izquierda de lavar lo que ocurrió en la revolución de octubre del 34, desde el principio anunciaba que iban a la guerra. Muestras de ello, son las declaraciones de Indalecio Prieto el 3 de enero de 1934 a El Socialista: "Concordia no, guerra de clases’’.  Aunque no todos los socialistas eran así. El grupo minoritario liderado por Julián Besteiro estaba en contra de esta violencia.

El gobierno adelantó las elecciones para febrero del 36. Posteriormente, se creó un clima de terror en el que la Iglesia católica era uno de los principales objetivos. Muchas acciones violentas y revolucionarias fueron ejecutadas por grupos extremistas de izquierda: los anarquistas con su sindicato, la F.A.I; los socialistas revolucionarios de Largo Caballero- el llamado Lenin español-, y los comunistas. Sin olvidar- en esta fobia anticatólica- a la masonería.

En la madrugada del 13 de julio, un grupo- policías de la escolta del socialista Indalecio Prieto- que viajaba en un vehículo de la Guardia de Asalto, entre ellos un capitán de la Guardia Civil, fue a buscar al diputado monárquico, Calvo Sotelo, a su domicilio. Lo asesinaron minutos después. Fue el comienzo de un proceso revolucionario que sembró España de centenares de muertos y culminó con el citado asesinato, varios días antes de la Guerra Civil. La Justicia republicana abrió un procedimiento para esclarecer el suceso, pero el juzgado de primera instancia e instrucción en el que se investigaban los hechos fue asaltado por un grupo de milicianos que robó los documentos.



En estas circunstancias, hablar de democracia es una burla. Opinión de Claudio Sánchez-Albornoz, presidente de la República en el exilio: ‘La responsabilidad del estallido de la guerra civil la tuvieron los republicanos "por no haber sabido mantener el orden, cayera quien cayera".
 



Los regímenes totalitarios siempre han pretendido monopolizar la verdad. La conclusión es clara. Si el gobierno monopoliza la verdad, los discrepantes están enfangados en la mentira. Siguiendo los planteamientos totalitarios de Platón, el gobierno tiene la verdad (‘episteme’). Los demás, una simple y cambiante opinión (‘doxa’).



Esto representa un grave peligro para la libertad. Los políticos no deben inmiscuirse en la historia, dictaminando- a través de comisiones de expertos de su gusto y confianza- lo que es verdadero y lo que es falso. La historia está en el ámbito de las ciencias sociales. Su búsqueda de la verdad histórica no es comparable a la verdad de las ciencias empíricas. Por su capacidad de contrastación, experimentación, predicción y aparato lógico-matemático. Pero, incluso en las ciencias empíricas, la verdad es provisional. De momento, esto es lo que la comunidad científica considera que es la verdad. Pero nuevas investigaciones pueden conducirnos a otros resultados. Resumiendo, sería una especie de ‘búsqueda sin término’, por utilizar el título de un libro de Karl Popper.



Este camino de la ‘verdad histórica oficial’ puede terminar castigando- multas y cárcel- a los que no la acaten. Esta barbaridad antidemocrática fue utilizada por los jerarcas de la antigua Unión Soviética. Tal era su convicción de que eran poseedores de la verdad absoluta, que enviaban a disidentes políticos- Gulag aparte- a hospitales psiquiátricos. Porque discrepar de la ‘verdad oficial’, era propio de enfermos mentales.



¿Es este el camino antidemocrático (Memoria Histórica) del PSOE y Podemos?



Sebastián Urbina.

 (Publicado en ElMundo/Baleares/9/11/2018.)

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