jueves, 15 de noviembre de 2018

¿POR QUÉ NO SOY PROGRESISTA?







¿POR QUÉ NO SOY PROGRESISTA?
 
¿QUÉ MOTIVOS TENGO para no ser progresista ni desear serlo? Según la Real Academia Española: «Dícese de la persona, colectividad, etc., de ideas avanzadas, y de la actitud que esto entraña».

Estas definiciones de progresista que incluyen «ideas avanzadas» y las actitudes correspondientes, son demasiado vagas para ser útiles. En cambio, la gente podría estar de acuerdo, o no, dependiendo de su significado concreto. Olvidemos, pues, estas generalidades y citemos unas palabras de Cristina Losada referidas a los progresistas:

Los cerebros de los que presumen de «progresistas» presentan características singulares que los inducen a creer en las palabras y no en los hechos, en las intenciones y no en los resultados. Piensan así que todo lo que hace un «progresista» declarado redunda en el progreso de la humanidad; y si la realidad lo desmiente, simplemente la apartan. Habitan una caverna ideológica muy confortable y no quieren salir al exterior. Creen incluso que allí disponen del monopolio de la verdad y de la crítica'. 

Veamos estas características más de cerca. Empecemos por su desprecio por los hechos contrarios a sus intereses. Es habitual que los progresistas definan lo «políticamente correcto». ¿Por qué? Porque ellos se arrogan la facultad de definir la realidad política. Porque son moralmente superiores. 

Naturalmente, esto no es cierto. Pero controlan (al menos intelectualmente) la mayoría de los medios de comunicación y los centros de enseñanza. O sea, están en las mejores condiciones para conformar y manipular las conciencias de la gente, especialmente de las jóvenes generaciones.

Un ejemplo muy conocido de manipulación es llamar «facha» a la persona que ellos quieren descalificar. Poco importa que esta persona defienda la democracia y las libertades individuales. Si ellos, los progresistas, han dicho que alguien es un «facha», es un facha. Ya está descalificado. O sea, la izquierda reparte los carnés de demócrata.

¿Qué importancia tiene esto? En una sociedad políticamente madura, ninguna. Si el auditorio es culto e inteligente, un progresista que utilice facha como argumento, hace el ridículo. Si alguien defiende la democracia y las libertades individuales, no puede ser, al mismo tiempo, un facha. Como decía Aristóteles: «nada puede ser A y no-A al mismo tiempo. Principio de No-contradicción».

Cualquiera puede entenderlo. Y esta idiotez seguirá así mientras haya tanta gente que trague sus «verdades oficiales». A esto se le llama «la dictadura de lo políticamente correcto». Claro que la responsabilidad no es sólo suya. La derecha española ha destacado por su mediocridad, cobardía y estupidez, al no oponer un debate ideológico serio. 

Veamos una segunda característica de los progresistas. El mundo está dividido entre buenos y malos. Los buenos son ellos, y los malos son los otros. ¿Simplificación? Llevamos décadas oyendo a reputados progresistas cantar las alabanzas de la dictadura cubana. Fidel Castro ha sido objeto de peregrinación de todo buen progresista. Y ahora más, que ha muerto en olor de santidad revolucionaria. 

Claro que, para ellos, la dictadura cubana, en realidad, no lo era. Eran infundios y maledicencias. Los progresistas esconden los fusilamientos, los presos políticos y la miseria. Habría libertad, prosperidad y pluralismo. Los progresistas no dicen la verdad, y apelan al bloqueo para justificar el fracaso.

Ahora veamos a los malos. El general Pinochet era un dictador malo porque era de derechas. Fidel Castro era un dictador bueno porque era de izquierdas. Esta idiotez no es mía. Es la verdad oficial de los progresistas. El comunista Gaspar Llamazares dijo que «no existe el terrorismo de izquierdas». ¿Qué podemos decir ante estas melonadas?

 Por tanto, ETA es de derechas. Y las Brigadas Rojas también. Hamas y Hezbollah también son de derechas. A principios de 2015, el comunista Garzón (IU) dijo que un delincuente no puede ser de izquierdas. Asombroso.


Una tercera característica de los progresistas es su antiamericanismo y su odio a la economía de mercado. J.F. Revel, en su libro La obsesión antiamericana, dice: «La función principal del antiamericanismo era- y lo es aún hoy- la de difamar el liberalismo en su encarnación suprema. Disfrazar a los Estados Unidos de sociedad represiva, injusta, racista, casi fascista».

De ahí que podamos comprender a la entonces diputada comunista Ángeles Maestro mientras veía por televisión, en los pasillos del Parlamento, el atentado a las Torres Gemelas: «Se lo habían buscado», dijo ella. Gran «verdad oficial» de progreso. 

Como dice el filósofo J.A. Rivera: «Si uno ya ha contraído el deseo de darse de baja en el anodino club de los progres blancos y blandos, sabe que sus viejos cofrades descargarán sobre él una copiosa granizada de improperios: conservador, reaccionario, de derechas, neoliberal...

¿Y qué ofrecen los progresistas para solucionar los problemas que nos aquejan? Utopías. Además de muchos derechos- sin obligaciones, por supuesto- y «buenismo» a raudales. Recordemos al líder planetario Zapatero: el famoso plan E; el cheque bebé; la ley de dependencia- aunque no había dinero y se quedó en nada-; las subidas salariales en los inicios de la crisis económica, etcétera. O sea, el socialismo del gasto público a manos llenas que nos lleva a la ruina. Pero fue con buena intención. Y con talante, por detrás y por delante.

Ya dijimos que, para los progresistas, lo que realmente importa son las buenas intenciones. Las suyas, por supuesto. Porque la derecha no puede tener buenas intenciones. Lo suyo es la especulación y la corrupción. A diferencia de la izquierda, que es solidaria, impoluta y moralmente superior.

El que los progresistas se crean estas y otras idioteces, no hace buena a la derecha estúpidamente acomplejada que representaba- en la anterior legislatura marianista- la mayoría absoluta. Repulsiva corrupción aparte. Añadamos la cobardía política de Rajoy- aunque Sánchez e Iglesias ofrecen encajes y referendos- para hacer frente al desafío separatista ilegal de Mas, Puigdemont y cuadrilla del 3%. 

Y nuestra progresista presidenta Armengol- en el Parlamento- no votó a favor de la unidad de España, abrazada a los comunistas de Podemos y a los separatistas.
Si esto es ser progresista, prefiero no serlo.

Sebastián Urbina/ElMundo/Baleares/2/12/2016.

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