sábado, 23 de mayo de 2020

EL SOCIALISMO ANTIESPAÑOL


 (Parece que mucha gente no ha entendido todavía- ABC incluido- que los actuales dirigentes del PSOE son gentuza sin escrúpulos.

Esto significa que les da igual todo- TODO- con tal de mantenerse en el poder. Son una mafia. Su ventaja es que, todavía, mucha gente no se ha enterado. O no se quiere enterar.

Y los socialistas decentes, o callan, o no tienen poder para cambiar el rumbo despreciable de este socialismo antiespañol.)



El socialismo, encantado con Otegui.

Iglesias está forzando a Sánchez a dependerde Otegui, y el PSOE lo está aceptando con gusto y sin oposición real


Actualizado:

El acuerdo alcanzado con Bildu por el Gobierno de Pablo Iglesias que preside Pedro Sánchez no ha sido un error de cálculo, como pretende hacernos creer ahora el PSOE, ni un pacto puntual para una sola votación parlamentaria.

Que el socialismo alegue ahora, para justificarse, excusas tan peregrinas e infantiles como que apoyarse en Arnaldo Otegui es culpa del PP porque Pablo Casado no quiere prorrogar el estado de alarma es demostrativo de que han perdido el oremus y la dignidad. 

Solo a un Pedro Sánchez cegado por su ambición y desnortado por su incompetencia se le ocurre crear un argumentario para convencer a los españoles de que pactando con Bildu «se salvan vidas».

 Parece que a ministros como María Jesús Montero o José Luis Ábalos, o a dirigentes socialistas como Rafael Simancas, conviene recordarles la importancia de la memoria, de la ética del poder, y de la vida de todos aquellos socialistas asesinados por ETA.
La alianza con Bildu no es puntual, sino estratégica. Sánchez viene demostrando su falta de escrúpulos desde que permitió cerrar un pacto sólido con los proetarras para ganar la presidencia de Navarra, o ayuntamientos tan relevantes como el de Estella. ¡Qué pronto olvidó Sánchez su compromiso con el constitucionalismo abrazándose con su extorsionador, Pablo Iglesias, y a Otegui! 

El líder de Podemos es el primer vicepresidente de un Gobierno democrático que mantiene una relación fluida, constante, de amistad política y de compromiso ideológico con Otegui, lo cual es sinónimo de simpatizar con ETA. Eso es mucho más grave que cuando Zapatero definía a Otegui como un «hombre de paz».

Hoy, este condenado por terrorismo sigue sin pedir perdón, sin desmarcarse de ETA, sin resarcir a las víctimas y sin renunciar a la violencia. El terrorismo, en todas sus formulaciones, es su vida y su pasado. Por eso es indigno que Sánchez blanquee a un criminal para garantizarse triunfos en el Congreso.

Iglesias está forzando a Sánchez a depender de Otegui, y el PSOE lo está aceptando con gusto y sin oposición real. No es una equivocación, sino una táctica meditada, aunque ello indigne al PNV -no siempre se puede ganar- y al propio socialismo vasco, al que Sánchez ha pisoteado con desprecio. Trapichear mayorías parlamentarias mientras nuevos borrokas atentan contra propiedades de dirigentes del PSE para exaltar a un etarra en huelga de hambre refleja dramáticamente quiénes son Sánchez e Iglesias.

Es lógico que Otegui se crezca, y más lógico aún que Iglesias pretenda convertir a Sánchez en un pirómano, porque así debilita a los socialistas. Es incomprensible que el PSOE sea tan miope y esté renegando de tanta sangre derramada, a no ser que eso ocurra porque realmente Sánchez confíe más en Otegui, Iglesias y en sediciosos como Oriol Junqueras que en la Constitución y la democracia. Eso es lo peligroso.

(Edit.ABC)

 
 
El acuerdo alcanzado con Bildu por el Gobierno de Pablo Iglesias que preside Pedro Sánchez no ha sido un error de cálculo, como pretende hacernos creer ahora el PSOE, ni un pacto puntual para una sola votación parlamentaria. Que el socialismo alegue ahora, para justificarse, excusas tan peregrinas e infantiles como que apoyarse en Arnaldo Otegui es culpa del PP porque Pablo Casado no quiere prorrogar el estado de alarma es demostrativo de que han perdido el oremus y la dignidad. Solo a un Pedro Sánchez cegado por su ambición y desnortado por su incompetencia se le ocurre crear un argumentario para convencer a los españoles de que pactando con Bildu «se salvan vidas». Parece que a ministros como María Jesús Montero o José Luis Ábalos, o a dirigentes socialistas como Rafael Simancas, conviene recordarles la importancia de la memoria, de la ética del poder, y de la vida de todos aquellos socialistas asesinados por ETA.
La alianza con Bildu no es puntual, sino estratégica. Sánchez viene demostrando su falta de escrúpulos desde que permitió cerrar un pacto sólido con los proetarras para ganar la presidencia de Navarra, o ayuntamientos tan relevantes como el de Estella. ¡Qué pronto olvidó Sánchez su compromiso con el constitucionalismo abrazándose con su extorsionador, Pablo Iglesias, y a Otegui! El líder de Podemos es el primer vicepresidente de un Gobierno democrático que mantiene una relación fluida, constante, de amistad política y de compromiso ideológico con Otegui, lo cual es sinónimo de simpatizar con ETA. Eso es mucho más grave que cuando Zapatero definía a Otegui como un «hombre de paz». Hoy, este condenado por terrorismo sigue sin pedir perdón, sin desmarcarse de ETA, sin resarcir a las víctimas y sin renunciar a la violencia. El terrorismo, en todas sus formulaciones, es su vida y su pasado. Por eso es indigno que Sánchez blanquee a un criminal para garantizarse triunfos en el Congreso.
Iglesias está forzando a Sánchez a depender de Otegui, y el PSOE lo está aceptando con gusto y sin oposición real. No es una equivocación, sino una táctica meditada, aunque ello indigne al PNV -no siempre se puede ganar- y al propio socialismo vasco, al que Sánchez ha pisoteado con desprecio. Trapichear mayorías parlamentarias mientras nuevos borrokas atentan contra propiedades de dirigentes del PSE para exaltar a un etarra en huelga de hambre refleja dramáticamente quiénes son Sánchez e Iglesias. Es lógico que Otegui se crezca, y más lógico aún que Iglesias pretenda convertir a Sánchez en un pirómano, porque así debilita a los socialistas. Es incomprensible que el PSOE sea tan miope y esté renegando de tanta sangre derramada, a no ser que eso ocurra porque realmente Sánchez confíe más en Otegui, Iglesias y en sediciosos como Oriol Junqueras que en la Constitución y la democracia. Eso es lo peligroso.



El acuerdo alcanzado con Bildu por el Gobierno de Pablo Iglesias que preside Pedro Sánchez no ha sido un error de cálculo, como pretende hacernos creer ahora el PSOE, ni un pacto puntual para una sola votación parlamentaria. Que el socialismo alegue ahora, para justificarse, excusas tan peregrinas e infantiles como que apoyarse en Arnaldo Otegui es culpa del PP porque Pablo Casado no quiere prorrogar el estado de alarma es demostrativo de que han perdido el oremus y la dignidad. Solo a un Pedro Sánchez cegado por su ambición y desnortado por su incompetencia se le ocurre crear un argumentario para convencer a los españoles de que pactando con Bildu «se salvan vidas». Parece que a ministros como María Jesús Montero o José Luis Ábalos, o a dirigentes socialistas como Rafael Simancas, conviene recordarles la importancia de la memoria, de la ética del poder, y de la vida de todos aquellos socialistas asesinados por ETA.
La alianza con Bildu no es puntual, sino estratégica. Sánchez viene demostrando su falta de escrúpulos desde que permitió cerrar un pacto sólido con los proetarras para ganar la presidencia de Navarra, o ayuntamientos tan relevantes como el de Estella. ¡Qué pronto olvidó Sánchez su compromiso con el constitucionalismo abrazándose con su extorsionador, Pablo Iglesias, y a Otegui! El líder de Podemos es el primer vicepresidente de un Gobierno democrático que mantiene una relación fluida, constante, de amistad política y de compromiso ideológico con Otegui, lo cual es sinónimo de simpatizar con ETA. Eso es mucho más grave que cuando Zapatero definía a Otegui como un «hombre de paz». Hoy, este condenado por terrorismo sigue sin pedir perdón, sin desmarcarse de ETA, sin resarcir a las víctimas y sin renunciar a la violencia. El terrorismo, en todas sus formulaciones, es su vida y su pasado. Por eso es indigno que Sánchez blanquee a un criminal para garantizarse triunfos en el Congreso.
Iglesias está forzando a Sánchez a depender de Otegui, y el PSOE lo está aceptando con gusto y sin oposición real. No es una equivocación, sino una táctica meditada, aunque ello indigne al PNV -no siempre se puede ganar- y al propio socialismo vasco, al que Sánchez ha pisoteado con desprecio. Trapichear mayorías parlamentarias mientras nuevos borrokas atentan contra propiedades de dirigentes del PSE para exaltar a un etarra en huelga de hambre refleja dramáticamente quiénes son Sánchez e Iglesias. Es lógico que Otegui se crezca, y más lógico aún que Iglesias pretenda convertir a Sánchez en un pirómano, porque así debilita a los socialistas. Es incomprensible que el PSOE sea tan miope y esté renegando de tanta sangre derramada, a no ser que eso ocurra porque realmente Sánchez confíe más en Otegui, Iglesias y en sediciosos como Oriol Junqueras que en la Constitución y la democracia. Eso es lo peligroso.


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