(PUTOS, PUTAS Y GILIPOLLAS POLÍTICAMENTE
CORRECTOS.
De cada vez está más de moda
perseguir, legalmente, a los hombres que vayan de putas. Me refiero a las putas
profesionales. Las que cobran por acto de servicio y luego no quieren cobrar
intereses. Esto es muy progresista y los que no lo son, suelen avergonzarse de
no serlo, de modo que apoyan estas persecuciones contra el macho opresor y lujurioso. Creador de 'mujeres objeto' y todo eso.
Pero, hete aquí, que ahora se
publicita por todo lo alto, y con la delicadeza requerida, el puterío de las
mujeres. O sea, que ellas vayan de putos profesionales con la cara bien alta. Aquí ya no hay 'hombre objeto', ni leches. Es que les pica y, claro, tienen derecho a satisfacciones. 'Tú decides', es el eslogan feminista en boga.
Eso sí, puterío con música, flores, velitas perfumadas, acupuntura y transformación personal. Todo esto dentro de una atmósfera insinuante de 'mantra vaginal'. Al menos.
Eso sí, puterío con música, flores, velitas perfumadas, acupuntura y transformación personal. Todo esto dentro de una atmósfera insinuante de 'mantra vaginal'. Al menos.
O sea, no se trata de meterla, sin más,
como los machos bragueta sin cerebro que van de putas profesionales. Nada de eso. Bueno, no son todos pero los hay. Se trata, por el contrario, de
crear el clima aromático vaginal-sexual propicio para todo se abra. La mente y lo que
fuere menester. Es la superioridad natural femenina.
Todo esto con publicidad. Nada de esconderse. Porque los
hombres suelen ser gilipollas. Si son progres mucho más. Si no lo son, les basta
ser acomplejados y seguir como ovejas las directivas progresistas al uso. Si les tira
el pito, la estupidez masculina aumenta diversos grados. Es indeterminado el nivel de estupidez que se puede alcanzar.
La culminación de la estupidez se traduce
en leyes- promulgadas mayoritariamente por hombres gilipollas- que persiguen a los machos opresores lujuriosos que quieren ir de putas
profesionales.
Pero no hay leyes que castiguen legalmente, ¡faltaría más!, a las mujeres con escozores que quieren ir de putos profesionales. ¡No es lo mismo! En este caso se habla de velitas perfumadas y aceites en un ambiente seguro y enriquecedor.
Pero no hay leyes que castiguen legalmente, ¡faltaría más!, a las mujeres con escozores que quieren ir de putos profesionales. ¡No es lo mismo! En este caso se habla de velitas perfumadas y aceites en un ambiente seguro y enriquecedor.
Sucede que yo no soy progre, gracias a Dios, y me la repanpinflan
estas cuadrillas de ovejas progresistas- legisladores incluidos- y los acomplejados acompañantes de todo sexo y condición.
Decida usted. Puede ser un
gilipollas políticamente correcto, o un francotirador. Lo primero tiene las ventajas de pertenecer a una tribu y recibir palmaditas de aprobación en la espalda. Y el calor del establo.
En cambio, un francotirador tiene problemas, porque remar contracorriente es siempre más duro, aunque da muchas satisfacciones. No balar a coro, produce endorfinas que no veas. Y un sentimiento de libertad que las ovejas nunca tendrán.
En cambio, un francotirador tiene problemas, porque remar contracorriente es siempre más duro, aunque da muchas satisfacciones. No balar a coro, produce endorfinas que no veas. Y un sentimiento de libertad que las ovejas nunca tendrán.
Sebastián Urbina.)
PUTERIO POLÍTICAMENTE CORRECTO.
Vikki van
Someren y Lucy Arrowsmith son las ceradoras de este tipo de «retiros sensuales» /sensualhealingharmony.com/
La oferta de turismo temático no
deja de crecer. Atrás quedaron los tiempos en los que ese «turismo de salud»
se limitaba a ir a un balneario, dedicado sobre todo a la tercera edad, donde
tomar las aguas y someterse a tratamientos contra el reuma.
Los tiempos han cambiado, las
necesidades de la sociedad también, y conscientes de ello las británicas
Vikki van Someren y Lucy Arrowsmith decidieron dar un paso adelante en
cuanto a la especialización y crear una nueva modalidad, dedicada en exclusiva
para las mujeres, y que se podría denominar como «mantra vaginal».
Estas dos amigas y ahora
empresarias son quienes están detrás de «Shhglobal.com», una empresa
dedicada, como decíamos, a las mujeres, y a ofrecer las mejores alternativas
para aprender nuevas
estrategias sexuales, superar
traumas, o potenciar tanto la sexualidad como la sensualidad.
Todo ello a través de retiros en
casas rurales, tanto en Reino Unido como en Ibiza, en las que los
tratamientos abarcan desde la acupuntura hasta técnicas de respiración, e
incluso terapias y talleres con expertos.
Según las creadoras de «Shhh...»,
su propuesta consiste en ofrecer un «ambiente seguro y enriquecedor» para las
mujeres, lo que permite crear el cambio por sí mismo.
Su propuesta aborda un enfoque
integral y polifacético «trabajando en su ser emocional,
espiritual e intelectual a través de la forma física, con
énfasis en el cuerpo, con un toque curativo y sensual».
Los retiros se realizan tanto en
el Reino Unido como en Ibiza y se llevan a cabo en alojamientos de lujo y
con instalaciones que pueden incluir piscinas y la posibilidad de realizar
rutas a caballo. Sin embargo, la parte más importante de estas estancias se
debe a los programas personales para cada una de las clientas. Cada
retiro acoge a un máximo de ocho mujeres, y cada una de ellas es atendida por al
menos nueve terapeutas y un guía personal. Además se dispone de un cocinero
a tiempo completo y un nutricionista.
La estancia incluye talleres en
grupo, y también sesiones personales. No se trata de un «simple spa», aunque también se
dispone de ellos y hay tiempo libre para utilizarlo,
pero lo fundamental, según las creadoras de «Shhh...» es buscar la armonía y la
«curación sensual
que ofrecemos mediante un programa de transformación personal, una
inmersión en el auto descubrimiento y cambio permanente».
Esta filosofía de turismo
saludable abarca «todos los sentidos como clave para conectar con uno
mismo, así que hacemos todos los esfuerzos para estimular todos
los sentidos durante toda su
estancia, incluyendo el suministro de flores, velas perfumadas, aceites,
artículos de aseo, ropa de cama y mucho más».
Y para completar todo este confort, las
terapias a medida «para ayudarle a conectar con su feminidad, recuperar la sensualidad,
sanar heridas emocionales y recuperar la confianza».
Todo esto tiene un precio, que varía
desde los retiros en Reino Unido, con cursos y tratamientos durante ocho
días, a un precio de 5600 libras (unos 6.800 euros) hasta un tratamiento
de tres noches más económico, a un precio de unas 2900
libras, (3.500 euros).
El precio incluye todo lo necesario para la estancia,
incluyendo el alojamiento de lujo, cuidado personal, tratamientos y
terapias y todas las comidas, así como un paquete de tratamiento complementario
para una vez finalizada la estancia en la casa rural.
Para realizar una reserva es
necesario registrarse en su página web y rellenar una serie de datos, lo que
lleva unos 30 minutos. Una vez registrada, las usuarias se podrán conectar
con su guía de trabajo y realizar la reserva que le resulte más conveniente.
(ABC)
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Al fin y al cabo, lo que la protagonista del anuncio de Desigual se propone es forzar a un hombre a una paternidad no deseada. El pobre tipo que se acueste con semejante pájara se verá forzado a mantener económicamente a un hijo que no quería, y cuya fecundación quiso evitar tomando medidas anticonceptivas. Un mensaje que se refuerza con el eslogan de la campaña: "Tú decides", y las excusas de la marca, que afirma que el spot es una invitación a que la mujer “coja las riendas de su vida”. Sí, la mujer. Al hombre que le vayan dando.
Este anuncio es un ejemplo de la situación que la psicóloga Helen Smith denuncia como una auténtica guerra contra los hombres. Smith se solía considerar feminista, porque cree en la igualdad entre los sexos, pero ya hace tiempo que el feminismo se ha convertido en una ideología que busca una situación de privilegio de la mujer sobre el hombre, y es ahora éste quien necesita justicia. Men on strike es el producto de esta preocupación, un libro que si bien flaquea en el estudio de hasta qué punto están extendidas las situaciones que denuncia, resulta bastante efectivo como llamamiento a que los hombres, y las mujeres decentes, despierten de una vez y reclamen los derechos de la mitad de la sociedad.
El punto de partida de este ensayo es la huida de los hombres ante el compromiso,
el matrimonio y la paternidad. Pero en lugar de culparlos por ello por ser unos
inmaduros irresponsables y egoístas, que es lo habitual, Smith se hace una
pregunta incómoda: ¿y si fuese una reacción completamente racional a los
incentivos a los que se enfrentan? ¿Y si los hombres, como los protagonistas de
La rebelión de Atlas, han
decidido encogerse de hombros y dejar de cargar con el peso de un mundo que los
desprecia y humilla?
Así, las leyes que regulan el matrimonio y la familia y los jueces que deciden sobre esos casos obligan al hombre a tener una fe casi ciega en su pareja para cometer el suicidio económico y emocional en que puede convertirse su matrimonio. Existe incluso una asociación que lucha para que las leyes no obliguen a los hombres que han sido engañados para criar a un hijo que no es suyo a pagar una pensión por él, una situación de la que no estamos muy lejos.
Porque, por supuesto, en el caso de que una mujer pinche el condón para ser madre sin el consentimiento de su pareja ni siquiera se contempla que el hombre pueda dejar de afrontar los gastos de su paternidad. Las feministas se ponen estupendas con eso del derecho a elegir ser madre, pero jamás las verán defendiendo que los hombres tengan opción alguna en esa materia: su trabajo es pagar y callar. Algunos estados llegan tan lejos como para permitir a las mujeres ser madres sin informar al padre y esperar hasta veinte años para exigirle una pensión retroactiva.
Smith habla también la huida de los hombres de las universidades y del trabajo, de la desaparición de lugares reservados para ellos tanto dentro como fuera de casa y del trato que reciben en los medios de comunicación, donde son rutinariamente calificados de potenciales violadores y culpables de toda la violencia del mundo, cuando no ridiculizados en los anuncios por no ser capaces de hacer bien las tareas más sencillas.
Pero, como indicaba, este no es un libro de análisis, sino una llamada a la acción. Smith recuerda que, aunque para un hombre puede ser mejor hacer huelga de sus responsabilidades tradicionales, para la sociedad en conjunto es un mal negocio: significa una menor tasa de natalidad y menos prosperidad, y no digamos ya de la felicidad de unos y otras.
De modo que exige a los hombres que dejen de permitir que sean ellas quienes controlen la conversación sobre sexo, reproducción y relaciones, que luchen por un mejor trato por parte de sus parejas, que clamen por cambios legales o que denuncien los retratos negativos que se hacen constantemente del hombre y la masculinidad en los medios. Porque, como dice Camille Paglia, "la masculinidad es agresiva, inestable y combustible. También es la fuerza cultural más creativa de la historia".
En España, siempre tan dispuestos a copiar lo peor de Estados Unidos, no hemos llegado a algunos de los extremos que describe este ensayo, pero en otras cosas les hemos sobrepasado generosamente. Tenemos una ley de violencia de género que da más valor a la palabra de una mujer, que puede enviarte a la cárcel sólo con una denuncia sin pruebas y que castiga el mismo hecho de forma distinta dependiendo del sexo del agresor. Y, naturalmente, compartimos la tendencia a ver en anuncios como el de Desigual aquello que afecte a la mujer, y no al hombre. Smith tiene razón. Ha llegado la hora de denunciarlo.
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Men on Strike'
2014-05-04
La guerra contra los hombres
Un anuncio de Desigual ha provocado una fuerte polémica en internet. Una mujer se pone un cojín en la tripa, se prueba ropa de la marca en un probador y, satisfecha con lo que ve, agujerea unos condones para ser madre. La indignación, como siempre, se ha centrado en lo denigrante y machista del anuncio, que pinta a las mujeres como idiotas irresponsables que únicamente se fijan en su aspecto. Pero es justo aquello de lo que no se ha hablado lo que debería movernos a la indignación.
Al fin y al cabo, lo que la protagonista del anuncio de Desigual se propone es forzar a un hombre a una paternidad no deseada. El pobre tipo que se acueste con semejante pájara se verá forzado a mantener económicamente a un hijo que no quería, y cuya fecundación quiso evitar tomando medidas anticonceptivas. Un mensaje que se refuerza con el eslogan de la campaña: "Tú decides", y las excusas de la marca, que afirma que el spot es una invitación a que la mujer “coja las riendas de su vida”. Sí, la mujer. Al hombre que le vayan dando.
Este anuncio es un ejemplo de la situación que la psicóloga Helen Smith denuncia como una auténtica guerra contra los hombres. Smith se solía considerar feminista, porque cree en la igualdad entre los sexos, pero ya hace tiempo que el feminismo se ha convertido en una ideología que busca una situación de privilegio de la mujer sobre el hombre, y es ahora éste quien necesita justicia. Men on strike es el producto de esta preocupación, un libro que si bien flaquea en el estudio de hasta qué punto están extendidas las situaciones que denuncia, resulta bastante efectivo como llamamiento a que los hombres, y las mujeres decentes, despierten de una vez y reclamen los derechos de la mitad de la sociedad.
Así, las leyes que regulan el matrimonio y la familia y los jueces que deciden sobre esos casos obligan al hombre a tener una fe casi ciega en su pareja para cometer el suicidio económico y emocional en que puede convertirse su matrimonio. Existe incluso una asociación que lucha para que las leyes no obliguen a los hombres que han sido engañados para criar a un hijo que no es suyo a pagar una pensión por él, una situación de la que no estamos muy lejos.
Porque, por supuesto, en el caso de que una mujer pinche el condón para ser madre sin el consentimiento de su pareja ni siquiera se contempla que el hombre pueda dejar de afrontar los gastos de su paternidad. Las feministas se ponen estupendas con eso del derecho a elegir ser madre, pero jamás las verán defendiendo que los hombres tengan opción alguna en esa materia: su trabajo es pagar y callar. Algunos estados llegan tan lejos como para permitir a las mujeres ser madres sin informar al padre y esperar hasta veinte años para exigirle una pensión retroactiva.
Smith habla también la huida de los hombres de las universidades y del trabajo, de la desaparición de lugares reservados para ellos tanto dentro como fuera de casa y del trato que reciben en los medios de comunicación, donde son rutinariamente calificados de potenciales violadores y culpables de toda la violencia del mundo, cuando no ridiculizados en los anuncios por no ser capaces de hacer bien las tareas más sencillas.
Pero, como indicaba, este no es un libro de análisis, sino una llamada a la acción. Smith recuerda que, aunque para un hombre puede ser mejor hacer huelga de sus responsabilidades tradicionales, para la sociedad en conjunto es un mal negocio: significa una menor tasa de natalidad y menos prosperidad, y no digamos ya de la felicidad de unos y otras.
De modo que exige a los hombres que dejen de permitir que sean ellas quienes controlen la conversación sobre sexo, reproducción y relaciones, que luchen por un mejor trato por parte de sus parejas, que clamen por cambios legales o que denuncien los retratos negativos que se hacen constantemente del hombre y la masculinidad en los medios. Porque, como dice Camille Paglia, "la masculinidad es agresiva, inestable y combustible. También es la fuerza cultural más creativa de la historia".
En España, siempre tan dispuestos a copiar lo peor de Estados Unidos, no hemos llegado a algunos de los extremos que describe este ensayo, pero en otras cosas les hemos sobrepasado generosamente. Tenemos una ley de violencia de género que da más valor a la palabra de una mujer, que puede enviarte a la cárcel sólo con una denuncia sin pruebas y que castiga el mismo hecho de forma distinta dependiendo del sexo del agresor. Y, naturalmente, compartimos la tendencia a ver en anuncios como el de Desigual aquello que afecte a la mujer, y no al hombre. Smith tiene razón. Ha llegado la hora de denunciarlo.
(Daniel Rodríguez Herrera/ld)
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