viernes, 24 de marzo de 2017

¡QUE VENGA LA DERECHA ALTERNATIVA!

 (¿Que venga la derecha alternativa!
 Si esta gentuza, como Timmermans, nos representa prefiero a la derecha alternativa.

Por favor, que sea pronto.)

TIMMERMANS ASEGURA QUE ES EL EJEMPLO A SEGUIR.

Bruselas pide ceder ante los terroristas como España tras el 11M.

Arturo García (La Gaceta)
El vicepresidente de la Comisión Europea cree que mensajes como el de Dijsselbloem, que atacó en duros términos a los "países del sur", no ayudan a "seguir construyendo el futuro común".



 ¿NUNCA NOS DERROTARÁN?

El diario El País entrevistaba este viernes a Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea. Socialdemócrata holandés, "políglota" y con "el despacho lleno de libros y fotografía moderna", según observación de El País, esta autoridad europea dice, pocas horas después del atentado en Londres, que "si reaccionamos al terrorismo como España en 2004 nunca nos derrotarán". Cuánto peligro encierra esta frase.

Una cosa fue la reacción de urgente solidaridad con los heridos, encomiable, muy española y bien distinta a los asedios posteriores a las sedes del PP que achacaron los muertos no al terrorismo –"vuestras guerras, nuestro muertos"– sino al Gobierno. 

Y la otra, la más grave a fin de cuentas, es cómo se reaccionó políticamente al 11-M: admitiendo que era consecuencia de la guerra contra Sadam Hussein –en la que no disparamos una bala– y pidiendo perdón al atacante retirando nuestras tropas del terreno: estímulo-respuesta, atentado-cambio de política, matan por estar en Irak-nos vamos de Irak. En definitiva, un castigo merecido con acto de contrición y propósito de enmienda. 

Así, tan sacramental como miserablemente, asumimos la lógica del terrorista, haciéndole caso, convirtiéndonos en parte de su justificación y colocándonos ideológicamente más cerca del asesino que del asesinado.

Además, con dicha lógica, quedaba zanjado que el 11-M era un atentado yihadista, así que miel sobre hojuelas. "Nunca nos derrotarán"… si pagamos el precio. Aunque la derrota es el precio.


Dice Timmermans a su entrevistadora:

En mi país impresionó mucho la reacción de España a los atentados de Madrid en 2004, tan serena, sin rebelarse contra una comunidad o religión. Aprenderemos a lidiar con ello. Los terroristas son criminales que odian nuestro sistema de vida. Si reaccionamos como España, nunca nos derrotarán. Si empezamos a culpar una religión o una comunidad, ya han ganado a medias.
Le pregunta El País si ha "fracasado Europa en la integración de colectivos". Responde el holandés:

Sí, cuando hay jóvenes que aparentemente no se sienten de esta sociedad y que están dispuestos a matar.
O sea que si se sintieran integrados no matarían, lo hacen porque no se ven como parte de la sociedad. ¿Y no será que matan porque nos negamos –cada vez menos, eso sí– a integrarnos nosotros en su modelo, impuesto en cualquier parte del mundo y convertido casi en patrimonio inmaterial de la Humanidad digno de ser preservado por la víctima, por nosotros?

Timmermans y tantos otros nos dicen que no conviene extrapolar o generalizar, que son minorías que ensucian el nombre de una mayoría y una fe, que es posible la convivencia porque ya lo fue antes –me pregunto cuándo o a qué llaman convivencia– y que nuestra respuesta no ha de ser en clave de enfrentamiento.

 El caso es que la única tendencia política visible, la más natural porque no resulta "fóbica" es la dirigida por Occidente contra el propio Occidente, contra el cristianismo como raíz de la sociedad democrática, se practique alguna de sus confesiones o no. El holandés y los suyos, que son legión, han localizado el problema: nuestro dolor, el daño que se nos inflige es culpa nuestra porque hemos "fracasado en la integración de colectivos" y la solución es la democracia como demostró España en 2004. Todo lo que se salga de ese esquema será intolerancia o islamofobia y eso sí que hay que combatirlo si reparar en formas.

Lo dicho por Frans Timmermans es enormemente peligroso. Por muy políglota que sea y muchos lomos de libros que exhiba en su despacho si no está preparado para el gobierno de Europa alguien debería decírselo. ¿Habrá algún libro en la biblioteca de Timmermans que le pueda ayudar a comprender lo peligroso de su actitud?

El neoyorkino residente en Europa Bruce Bawer no hace ascos a la versión oficial de nuestro 11-M –quizá cambie de opinión con el documental de Cyrill Martin– pero llega a una conclusión muy distinta sobre la reacción de un país ante un ataque terrorista.

Su libro Mientras Europa duerme. De cómo el islamismo radical está destruyendo Occidente desde dentro no es lo más recomendable para los que no nos sorprendimos con el documental del anarquista francés. Asumiendo –quizá para no desviar su tesis general– la vía yihadista de nuestros atentados, sin embargo es brillante al analizar la manipulación política que nos llevó horas después a las urnas tras una agitación intolerable contra el Gobierno saliente. Más allá de la autoría del 11-M, sí encontramos muchos pasajes útiles para las lecturas de Timmermans, si es que acostumbra a leer los volúmenes de su pequeña Alejandría que tanto impresionó a la cronista de El País que lo entrevistó.

Holanda es buen laboratorio de estudio y si no que se lo digan a Ayaan Hirsi Ali o al difunto Theo Van Gogh. Bawer cita como premisa del desastre la sencilla ecuación de la laborista holandesa Fatima Elati:
En Holanda la actitud es la siguiente: siempre y cuando no me molestes, no me importa que estés aquí. Es una suerte de desatención.
El autor matiza a renglón seguido que eso quizá era correcto y hasta posible entre católicos, protestantes y laicistas holandeses. Pero añade:
Lo que ahora resulta obvio es que añadir a los musulmanes fundamentalistas a esta mezcla era un problema que no se supo prever. ¿Por qué? Porque el libertarianismo de principios de los holandeses ("Vive tu vida a tu manera y deja que yo viva la mía a mi manera") choca dramáticamente con la esencia misma del islam fundamentalista, que dicta con todo detalle cómo debe vivir la gente y cuyos partidarios se sienten tremendamente incómodos viviendo entre personas cuya "manera de vivir" es dramáticamente diferente de la suya.
Pues así en Holanda como en cualquier parte del mundo. Pero Bawer tiene en su libro, publicado hace más de una década, una respuesta casi directa a reciente la sentencia de Timmermans sobre el ejemplo de la política española tras los atentados de marzo de 2004.
No se pueden cruzar los dedos para que el enemigo desaparezca, ni convencerle de que lo haga mediante el diálogo. Lo que está en juego no es la soberanía de dos o tres naciones sino toda la civilización democrática moderna. La mañana después de las elecciones nacionales en España pocos periodistas de Europa occidental veían las cosas de esta manera. Un diario tras otro adoptaba la perspectiva de que, por el mero hecho de ir a las urnas, el pueblo español había asestado un duro golpe al terrorismo.
Tras citar titulares y editoriales de diarios de Noruega, Suecia, Reino Unido u Holanda en los que la coincidencia es casi literal: que España reaccionó al 11-M votando en masa, añade Bawer:
"¡Sí!" –grite yo frente a la pantalla del ordenador. Para votar por el candidato de los terroristas.
Cierra su asombro citando una frase del diario noruego VG que decía: "El mensaje es claro" a la que el autor responde:
Y tanto. ¡Nos rendimos!
Lo dicho: estímulo-respuesta y castigo merecido. Tras la masacre del 11-S en los Estados Unidos, España protagonizó precisamente el peor mensaje contra el terrorismo, venga de donde venga: que un ataque provoca cambios que debilitan la lucha contra el Terror.

Lo siguiente es afanarse en buscar razones para ocultar la evidencia. Después de un atentado, muchos se preguntan –así ha ocurrido tras el último de Londres y lo hace también el holandés Timmermans– "por qué se radicalizan" aquellos que primero estudian y luego asesinan, como si no fuera esa la meta de su existencia, como si no quisiéramos verlo. Nadie se pregunta si se radicalizan porque así es como evangeliza el Islam. Luego habrá musulmanes menos ortodoxos que no quieran llevar a término y hasta condenen con sinceridad el asesinato, pero ya es hora de comprender que esos son los versos libres, no los otros. Lo único cierto que tampoco se dice jamás es que el cristianismo y el judaísmo aplicaron reformas a lo largo de su historia, evolucionaron. El islam, no. Pero Occidente seguirá criticando a la Santa Inquisición mientas vuelve a caer Bizancio.

No lo queremos ver como no veíamos a los nazis preparar su industria para bombardear Gran Bretaña. No tenían aviones capaces, no llegarían a las islas. Y la Solución Final era un cuento administrativo y no había campos de exterminio. Lo escondemos como escondían los socialistas franceses la realidad criminal de los bolcheviques del 17 que llega hasta hoy, no sólo por el centenario, y que seguirá mañana. Siempre hay alguien denunciando, pidiendo auxilio y demostrando que alguien está matando a ritmo industrial y siempre habrá otros negándoselo a sabiendas de que llevan razón.

 No es simple apaciguamiento. Es la prevaricación más dolosa de la Historia pues arrastra a generaciones y se hace responsable de millones de crímenes. Porque se sabe pero se oculta, se niega y se termina fomentando. Pasó con el nazismo, con el comunismo y pasa con el islamismo.

Europa, Occidente se disuelven periódicamente con tal de no reconocer a un enemigo que se esfuerza a diario en darnos todas las razones para hacerlo, en justificar su misión con todo detalle, sin ambages, de frente y con orgullo. Lo sabemos pero lo negamos. Así, desde luego, por mucho que diga Timmermans, el políglota europeísta de las bibliotecas admirador de la España que se fue de Irak tras un atentado, nos derrotarán.

(Javier Somalo/ld.) 
 ASESINOS INOCENTES Y ASESINADOS CULPABLES.

El 30 de diciembre de 1860 un joven le pegó un par de tiros a quemarropa al alcalde de la localidad alemana de Pforzheim. Tras ser detenido, el criminal, de familia honorable y sin antecedentes ni delictivos ni psicopáticos, declaró no tener nada personal contra la víctima, a la que ni siquiera conocía, pero insistió en que merecía la muerte por haber ordenado la tala de unos tilos muy queridos por los vecinos de la ciudad. ¡Nada menos que unos tilos, el árbol que en la Alemania de aquellos románticos tiempos se consideraba el de los enamorados a causa de sus hojas con forma de corazón!

Sirva esta tragicómica anécdota como ejemplo de los muchos descerebrados desalmados que, en toda época y lugar, han pretendido escudarse tras supuestos móviles altruistas para negar su culpa y transferírsela a sus víctimas. Da miedo pensar en lo poco que vale la vida humana para tantos idealistas y lo fácilmente que se atribuyen la capacidad de decidir sobre las de los demás.
En España somos expertos, lamentablemente. Un ejemplo reciente lo dio Josu Zabarte, también conocido como el Carnicero de Mondragón, al declarar en 2014, tras cumplir treinta años de cárcel por sus diecisiete asesinatos:

Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. Matar para mí es: nos enfrentamos a hostias y éste cae y muere; ahí, yo no quería ni tenía intención. Asesinar es cuando tú buscas lucro personal. Y cuando ejecutas es cuando, lejos de obtener un lucro personal, encima, vas a tener que pagar con la cárcel o con lo que sea. Por tanto, yo no he asesinado a nadie.
Algunos años antes, en 2006, Manuel Gallastegui, para justificar el asesinato de Miguel Ángel Blanco, en el que había participado su sobrina Iranzu Gallastegui, empleó las típicas excusas falsamente históricas: el régimen franquista, la invasión española, la derogación foral…

No crea que nos alegramos o que matamos porque sí o porque nos gusta matar (...) En ETA no hay gente de esa, lo hacen como un deber patriótico (…) ¿Pero ellos han pedido perdón, por ejemplo, por los cuarenta años de franquismo aquí? (...) Ni ellos han pedido perdón por habernos invadido, por habernos quitado nuestro derecho y nuestras leyes, todo (...) Entonces, ¿por qué vamos a pedir perdón? ¿Porque hemos matado a unos enemigos de nuestro pueblo?
Esta culpa de España y los españoles, eternos agresores de unos vascos que se ven obligados a asesinar en contra de su voluntad, es la gran blanqueadora de conciencias. No en vano le sirvió a Kándido Azpiazu para justificar haber asesinado al concejal de UCD Ramón Baglietto dieciocho años después de que éste le salvara la vida al arrebatarle de los brazos de su madre instantes antes de que ésta fuese atropellada por un camión. 

Pero, en ocasiones, hasta España, esa eternidad fascista, se queda corta como enemigo. Pues en el caso de los vascos, según la enloquecida leyenda de la soberanía originaria y la independencia perdida, hay que retrotraerse hasta el Imperio romano para encontrar los orígenes de la agresión centralista. Esto fue lo que le explicó Azpiazu al estupefacto periodista alemán que le entrevistó para El País en 2001:

Yo no soy un asesino. Yo he matado por necesidad histórica, por responsabilidad ante el pueblo vasco, que es magnífico, que tiene una magnífica cultura, que habla una de las lenguas más antiguas de Europa, que nunca fue vencido por los romanos, ni por los visigodos, ni por los árabes.
Pero el disparate histórico-ideológico que convierte el crimen a sangre fría en acto de defensa propia no suele ir solo. Para que el cóctel salga verdaderamente explosivo, hay que añadirle la deshumanización de los asesinados, que así son más fácilmente asesinables. Y eso, precisamente, es lo que los separatismos vasco y catalán han hecho con maestría durante el siglo largo que ha transcurrido desde su gestación en las delirantes meninges de Arana, Prat de la Riba y otros padres fundadores.

Sus continuadores, gracias a las impagables competencias mediáticas y educativas puestas en sus manos por el suicida Estado de las Autonomías, no han desaprovechado oportunidad, en primer lugar, de mentir hasta la extenuación para presentar una España opresora de sus naciones imaginarias. Y, en segundo, de menospreciar, degradar, calumniar e insultar de mil maneras a los españoles. El programa de Euskal Telebestia de hace algunas semanas ha sido sólo un paso más, cuya importancia palidece en comparación con el lavado de cerebros infantiles operado en las aulas con fanática constancia.

El resultado no puede ser otro que el que es, y a nadie debería sorprender la cloaca moral y política en la que se ha convertido España en las últimas décadasuede ser otro que el que es, y a nadie debería sorprender la cloaca moral y política en la que se ha convertido España en las últimas décadas. Además, el colmo de la náusea es esa extraña atenuación que en España se concede a los crímenes de móvil político, como si fueran menos graves que los comunes. ¿Acaso quien asesina por avaricia, celos o venganza es más culpable que el que asesina a un desconocido porque alguien le ha señalado como enemigo de tal o cual patria o de tal o cual idea? 
Quitar la vida a un semejante es siempre el peor de los crímenes, sólo justificable en caso de defensa propia. Pero hasta la avaricia, los celos o la venganza entran dentro de lo humano. De lo odiosa, de lo horrorosamente humano, pero humano al fin y al cabo. Por el contrario, asesinar a sangre fría a una persona a la que ni se conoce porque algunos desalmados le han incluido en la categoría de enemigo de la causa, añade al horror un componente de fanatismo y de estupidez que aturde.

Pero en España, la pervertida y encanallada España, se piensa y se siente al revés: el criminal por motivos políticos es más digno de acercamientos, de reinserciones, de piedad, de comprensión, de ayuda, de solidaridad, de homenajes, de privilegios, que el criminal común.

Cuando los únicos dignos de piedad, de comprensión, de ayuda, de solidaridad, de homenajes y de privilegios tendrían que ser las víctimas y sus familiares.

Cualquier otra opción es una infamia.

(Jesús Laínz/ld.) 

 (ESTOS POLÍTICOS IMPRESENTABLES FOMENTAN LA LLEGADA DE LA DERECHA ALTERNATIVA. MIENTEN COMO BELLACOS. QUIEREN QUE NOS OLVIDEMOS DEL PELIGRO TERRORISTA ISLAMISTA. HAY QUE CAMBIAR, YA.)

KING, único británico del gabinete de Juncker.

La UE alerta tras el ataque islamista de Londres: ‘Crece la violencia de la extrema derecha’.

El comisario de Seguridad de la UE ha llamado a la población a ‘’tener en mente la creciente amenaza de la violencia de la extrema derecha’’. Sus declaraciones han generado polémica al producirse un día después del atentado islamista que acabó con la vida de cuatro personas en Londres. (La Gaceta)




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