jueves, 11 de septiembre de 2008

DIADA, MENTIRAS Y MASOQUISMO.


11/9/2008.


DIADA, MENTIRAS Y MASOQUISMO.


Avanzando en su degradación, lo que ya parecía difícil, esta Diada ha visto reventar los actos a un puñadito de radicales freakies, antitaurinos y despistados. Ellos saben que, marraneando unas horas con el "puta España", van a ser enfocados por las cámaras y, con suerte, salir en la portada de un diario con las fauces desplegadas y mirando muy fijo, llenos de ira, advirtiendo al mundo. Arrastran frustración y aburrimiento. Pero cada vez son menos. Su representatividad queda oscuramente clara cuando, una tras otra, todas las comitivas de todos los partidos parlamentarios son insultadas.

Unas más que otras, naturalmente. No me vayan a comparar ustedes a unos meros botiflers (clásica acusación contra todo lo que se mueva) con Ben Laden, que, como saben, es la imagen con que los más cultos independentistas catalanes identifican al PP. Pero el caso es que todos reciben. Curiosamente, a veces el que recibe sonríe complacido. Y no me refiero a la terrible trama de Al Qaeda que, a ojos de los historiadores oficiales de la Generalidad, gestiona Sánchez Camacho, sino a ex terroristas de verdad.

El monumento que concentra tanta injuria no es lo que la mayoría cree, la comprometida pieza largamente confinada en un sótano, sino una de las estatuas de personajes catalanes que jalonaban el paseo antes llamado Salón de Víctor Pradera. Lo de 1700-1714 tampoco es lo que suponen, una guerra de secesión, sino una guerra de sucesión. A la corona de España. Casanova tampoco es quien les han contado, un mártir, sino el conseller en cap que, herido, falsificó su certificado de defunción, huyó disfrazado de fraile, fue pronto perdonado por Felipe V y ejerció la abogacía tranquilamente hasta que murió de viejo. De hecho, nada es lo que parece. Pero, ¿a quién le importa?

Insistir en la ofrenda floral equivale a regalar atención y portadas al menguante grupo de la "puta España" y suscribir infumables mentiras históricas. ¿Por qué no dejarles a solas con su ira y su ignorancia? Para celebrar la fiesta institucional ya están los actos del Parque de la Ciudadela. No acabo de entender tanto masoquismo. No se trata de que el PP no pueda pisar según qué lugares; puede acudir a donde le plazca. Pero del mismo modo que no se presentaría a avalar el lanzamiento de cabras desde un campanario, tampoco debería seguir alimentando esta cansina farsa. Piqué lo entendió, fíjate tú. (Juan Carlos Girauta)

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Y qué mejores fuentes que las palabras de los dos principales protagonistas del 11 de septiembre que hoy celebramos: Antonio de Villarroel, el jefe militar a cargo de la defensa de Barcelona, y Rafael Casanova, el conseller en cap.
El primero arengó a los combatientes con estas palabras:
"Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios".

En cuanto al segundo, escribió lo siguiente el 11 de septiembre de 1714 a las 3 de la tarde para convocar a los barceloneses a defender las murallas de Barcelona por última vez:
"Se hace también saber que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus empleos explican, declaran y protestan a los presentes, y dan testimonio a los venideros, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, protestando de los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida patria, y del exterminio de todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados, y todos en esclavitud del dominio francés; pero se confía, con todo, que como verdaderos hijos de la patria y amantes de la libertad acudirán todos a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España".

EL DISCURSO DE JESÚS LAÍNZ EL DÍA DE LA CELEBRACIÓN DE LA DIADA


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ALEX ROSAL: "Los popes del nacionalismo catalán nos venden cada 11 de septiembre la misma burra: la Diada se celebra por un pretendido rencor a España, dicen, por el recuerdo de la guerra de 1714. Y con ello aprovechan para llenar el saco de otras patochadas"

Es el drama de los catalanes. El nacionalismo ha logrado encubrir, ocultar y manipular la historia de nuestra pequeña patria hasta hacerla irreconocible. Y todo ello gracias a la nómina de historiadores que han reescrito la historia del Principado como les hubiera gustado que hubiera sido y no como realmente fue. Imbuidos por un romanticismo de leyenda, han forzado los hechos del pasado hasta convertirlos en caricaturas, con interpretaciones irreconocibles que no aguantarían un riguroso análisis historiográfico.
En esa tergiversación de los hechos pasados los políticos nacionalistas, siempre al acecho, han descubierto una poderosísima arma ideológica que emplear contra el adversario, para dejarle sin argumentos y acomplejado por no hallar réplicas a la historia oficial. Así las cosas, llevan treinta años ganando la batalla política, y tienen muchas posibilidades de seguir haciéndolo durante lo que queda de siglo.

Es la historia al servicio de la construcción virtual de una nación con ansias de independencia.
Ya lo decía el escritor Josep Pla: "La historia romántica es una historia falsa". Y a continuación reclamaba una nueva generación de historiadores catalanes que fueran fieles a la verdad:
¿Tendremos algún día en Cataluña una auténtica y objetiva historia?, ¿tendremos una Historia que no contenga las memeces de las historias puramente románticas que van saliendo?
Una de esas memeces históricas a las que se refería Pla es, precisamente, la Diada, la denominada Fiesta Nacional de Cataluña, que se celebra cada once de septiembre. Es una jornada reivindicativa del nacionalismo en la que los grupos más radicales muestran su rechazo a España por una supuesta agresión histórica que terminó en derrota catalana.

Vamos a la moviola.
En 1700 el rey Carlos II muere sin descendencia, a raíz de lo cual se desata una lucha encarnizada entre las distintas monarquías europeas por conseguir la corona de España y, con ello, la gran herencia que representaba el todavía mayor imperio del mundo. Se abre, pues, la espita de la Guerra de Sucesión, que enfrentará al archiduque Carlos de Austria, hijo de Leopoldo I, y Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV, que representaban formas de gobierno y modelos de sociedad completamente diferentes.

"Estaba la nación dividida en dos partidos (...) –escribe el historiador y político barcelonés Antonio Capmany–, pero ninguno de ellos era infiel a la nación en general, ni enemigo de la patria. Se llamaban unos a otros rebeldes y traidores, sin serlo en realidad ninguno, pues todos eran y querían ser españoles".

El archiduque Carlos contaba con la general simpatía del pueblo catalán por su apego al tradicionalismo y su respeto a las concesiones reales que disfrutaba el Principado, con sus jurisdicciones propias, sus inmunidades, sus fueros y privilegios. Por el contrario, Felipe de Borbón representaba el centralismo y un acentuado liberalismo, además de personificar la aversión que tenían los catalanes hacia todo lo que fuera francés, algo así como una francofobia verdaderamente virulenta, debido a los desatinos que produjo el sometimiento de Barcelona y de otras zonas de Cataluña a la Francia de Richelieu, unas décadas atrás. Con este panorama, era normal que la mayoría de la población catalana abrazara la causa del archiduque Carlos.

Entre 1705 y 1714 los catalanes lucharon en la Guerra de Sucesión española contra el modelo liberal y antifueros que querían implantar los borbones. La lealtad hacia la causa del archiduque Carlos garantizaba el mantenimiento tanto del tradicionalismo como los privilegios históricos de que gozaba el Principado. Tanto es así que algunos historiadores nacionalistas, como Rovira i Virgili, han afirmado que los herederos directos de los combatientes de 1714 no son los nacionalistas, maulets o separatistas de hoy, sino los carlistas. Una declaración que supone una desconexión del nacionalismo moderno, nacido en el siglo XIX, y esa guerra tan lejana. En el alzamiento antiborbónico no existía ninguna aversión hacia España; pero sí al absolutismo borbónico, ilustrado y liberal representado por Felipe de Anjou, e importado de Europa.

Cuando el 11 de septiembre de 1714 los barceloneses deciden claudicar ante el ejército de Felipe de Borbón, el alcalde de la ciudad edita un bando que resume el sentido español de los ideales por los que lucharon esos hombres.

"Salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de los españoles bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España":

este párrafo es una prueba más de que la Guerra de Sucesión no tuvo un cariz nacionalista ni separatista, sino únicamente sucesorio y antifrancés.


El futuro de Cataluña se juega en el saber decir a la gente de hoy lo que pasó ayer. Recuperando el pasado con todo rigor, sin manipulaciones románticas y ensoñaciones sentimentales, Cataluña puede reconciliarse con su historia y abandonar esos derroteros que le quitan seny y le abocan a su propia destrucción. ¿Para cuándo una revisión de la historia oficial del Principado?
ÁLEX ROSAL, presidente de Libros Libres.

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EL MITO CATALANISTA ANTE CUYA ESTATUA SE HACEN OFRENDAS

Rivera: "Casanova fue un españolazo que animaba a luchar por el Rey y por España"

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, ha revelado en e-noticies que Rafael Casanova, el mito del nacionalismo catalán ante cuya estatua se hacen ofrendas de flores en la Diada, fue “un españolazo que animaba a sus soldados a luchar por el Rey y por España frente a los afrancesados borbónicos. Si los ciudadanos manipulados por el nacionalismo lo supieran, les daría un ataque de ansiedad al ponerle flores”. Rivera también ha acusado a ERC de ser un partido de ultraderecha nacionalista.

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MÁS MENTIRAS NACIONALISTAS.



JESÚS LAÍNZ

Para mí es un inmenso placer estar con ustedes en esta maravillosa ciudad porque confieso ser un impenitente pecador. Y la oportunidad de venir a pecar contra todos los mandamientos de la Santa Iglesia de lo Nacionalistamente Correcto precisamente aquí, en Barcelona, era una tentación en la que ha sido un placer caer. Porque el principal problema de la España de hoy, que condiciona la vida política de todos los días, es la Inquisición nacionalista, sobre todo la vasca y la catalana, pero no sólo de ellas, pues han logrado contagiar a casi todas las demás provincias españolas. He dicho nacionalistas, pero me gusta más decir separatistas, pues al decir nacionalismos parece que se les está concediendo que hay algo nacional detrás de sus planteamientos, lo cual es concederles demasiado.


El ideario nacionalista gira en torno a dos ejes centrales: el momento fundacional y el agravio. Sin esos dos ejes, los nacionalismos no podrían existir.

Falsedad del momento fundacional del nacionalismo

El primer eje es el momento fundacional, es decir el momento del pasado en el que los nacionalistas hacen arrancar su nación. Pueden ser varios, intercambiables según convenga. En Cataluña suele ser Wifredo el Velloso, al que han hecho padre de la nación catalana desde un momento histórico en el que ni el propio concepto podía concebirse. También suele echarse mano del conde Borrell y, cómo no, de Jaime I. Porque fíjense en un hecho curioso: los nacionalistas, que siempre están llorando por lo que les hizo y hace sufrir el imperialismo español, siempre escogen como momento arquetipo de la nación a recuperar el de más extensión territorial. Aquí es Jaime I, del que arranca la locura ésa de los Països Catalans que incluyen Valencia y Baleares; y en el caso vasco, qué casualidad, Sancho el Mayor, momento de mayor expansión del reino de Navarra.


Lo importante de este momento fundacional es que los separatistas están convencidos, y no hay quien les baje de su dogma, que probando la existencia de un reino, un condado, un ducado o un señorío en algún lejano siglo de la Edad Media, cuanto más lejos mejor, se obtiene el justo título para la secesión en el futuro. Que cuenten eso los separatistas en cualquier otro país de Europa, tan divididos en ducados, reinos y señoríos medievales como España, y verán las carcajadas que les dedican.


Falsedad del agravio


Pero de los ejes ideológicos de los separatistas que antes mencioné, es el segundo el que hoy nos importa: el del agravio. Porque sin un gran agravio nacional, sin un gran atentado colectivo contra la nación no hay nacionalismo que valga. Aquí también se da la intercambiabilidad: los agravios pueden ser varios, y se pueden utilizar, como comodines de la baraja, según convenga en cada momento. Ahí están, por ejemplo, el compromiso de Caspe, el Conde Duque de Olivares o Franco. Pero sobre todo está Felipe V y el famoso 11 de septiembre de 1714. Sin este mito nacional, perdón, sin el falso mito falsamente nacional del 11 de septiembre, el nacionalismo catalán no tendría razón de existir. Fíjense si tiene valor simbólico este mito que Carod Rovira ha anunciado que el gran referéndum nacional catalán habrá de celebrarse dentro de seis años, el 11 de septiembre de 2014, tercer centenario del fin de la independencia de Cataluña. Según este mito, Cataluña habría sido independiente hasta ese momento, en el que España habría conquistado Cataluña por la fuerza de las armas. Y los bandos contendientes en 1714 serían los catalanes contra los españoles. Pero cualquiera que haya abierto alguna vez un libro de historia no contaminado por la esquizofrenia nacionalista sabe que en 1714 no se enfrentaron catalanes contra españoles, sino españoles de todas las regiones, partidarios de un candidato al trono de España contra otros españoles, de todas las regiones, partidarios de otro candidato al trono de España.


Por muchos intentos que haga la Santa Inquisición de lo nacionalistamente correcto, la mentira nacionalista se cae por todas partes:

- No es cierto que los catalanes fuesen austracistas y los castellanos borbónicos, pues catalanes y castellanos los hubo por igual en ambos bandos.

- Muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas, mientras que en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. El archiduque Carlos hasta fue recibido triunfalmente en Madrid como rey de España.

- El famoso 11 de septiembre de 1714 combatieron igual número de catalanes a un lado y otro de las trincheras, pues aunque la Inquisición lo oculte, el ejército de Felipe V estaba lleno de voluntarios catalanes.

- No sólo todos los catalanes no fueron austracistas, sino que los que lo fueron no tuvieron nada de separatistas. Si los nacionalistas de hoy pudiesen viajar en el tiempo en la máquina de H. G. Wells y les dijesen a los catalanes de 1714 que estaban muy contentos de saludar a sus antecesores en la lucha contra España, les encerrarían en un manicomio. Los catalanes austracistas presumían de ser los más españoles de todos. La opción por el candidato habsburgo estuvo motivada fundamentalmente por el apego de los catalanes hacia la Castilla habsbúrguica y por su rechazo a la Francia borbónica, a la que veían como enemiga de España.

- Los catalanes que lucharon y murieron el 11 de septiembre lo hicieron en defensa de España, del rey de España y de la libertad de España, y consideraban que los españoles que apoyaban a Felipe V estaban engañados, como textualmente escribió Rafael Casanova. Esta defensa de la España tradicional frente a las influencias extranjeras fue recordada por el más insigne pensador del conservadurismo español, Marcelino Menéndez Pelayo, quien consideró la victoria de Felipe V una desgracia para España:


"No es ciertamente agradable ocupación para quienquiera que tenga sangre española en las venas, penetrar en el oscuro y tenebroso laberinto de las intrigas que se agitaron en torno al lecho de muerte de Carlos II, y ver a nuestra nación, sin armas, sin tesoros ni grandeza, codiciada y vilipendiada a un tiempo mismo por los extraños; repartida de antemano y como país de conquista en tratados de alianza, y luego sometida a vergonzosa tutela, satélite humilde de Francia, y perder sus mejores posesiones de Europa por el Tratado de Utrecht, en que inicuamente se la sacrificó a los intereses de sus aliados, y perder hasta los últimos restos de sus sagradas libertades provinciales y municipales, sepultadas bajo los escombros humeantes de la heroica Barcelona (...) ¡Cuánto padecieron con la nueva dinastía el carácter y la dignidad nacionales! ¡Cuánto la lengua! ¡Cuánto la genuina cultura española, la tradición del saber de nuestros padres! ¡Cuánto su vieja libertad cristiana, ahogada por la centralización administrativa!".

Seguro que nuestros ilustradísimos separatistas están muy contentos de saber que opinan lo mismo que Menéndez Pelayo.


Pero las interpretaciones sobran, ya sean de Menéndez Pelayo o de cualquier otro. Hay un método infalible para conocer y comprender los hechos históricos, y es contemplarlos en su desnudez, acudir directamente a las fuentes. Las fuentes tienen una gran virtud: dejar en evidencia a los falsarios.


Los defensores de Barcelona en 1714… a favor de España

Y qué mejores fuentes que las palabras de los dos principales protagonistas del 11 de septiembre que hoy celebramos: Antonio de Villarroel, el jefe militar a cargo de la defensa de Barcelona, y Rafael Casanova, el conseller en cap. El primero arengó a los combatientes con estas palabras:

“Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios.”

En cuanto al segundo, ése al que hoy los separatistas y asimilados van a ponerle flores como caudillo independentista contra España, escribió lo siguiente el 11 de septiembre de 1714 a las 3 de la tarde para convocar a los barceloneses a defender las murallas de Barcelona por última vez:


“Se hace también saber que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus empleos explican, declaran y protestan a los presentes, y dan testimonio a los venideros, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, protestando de los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida patria, y del exterminio de todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados, y todos en esclavitud del dominio francés; pero se confía, con todo, que como verdaderos hijos de la patria y amantes de la libertad acudirán todos a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España.”


Éste es el caudillo independentista al que hoy homenajean los separatistas e imitadores.

“Las mágicas potencias de las urnas” no pueden convertir a ningún pueblo en lo que no es

Y las mismas descomunales mentiras se vierten sobre cualquier momento histórico, cercano o lejano. Es fácil rebatirlas, pero la técnica de los nacionalistas es ir saltando de mito en mito según se los van anulando. Y cuando ya no les queda ninguno, se agarran al argumento sentimental: “Es que yo me siento catalán y, por lo tanto, no soy español”.


Pero el problema de este argumento probatorio es que no prueba nada. Yo también podría darme aquí golpes de pecho explicando que me siento Brad Pitt y no por ello voy a ser Brad Pitt, para disgusto de mis admiradoras. Y ya podrá la mitad más uno de los catalanes proclamar a los cuatro vientos que se sienten íntima y profundamente marcianos, que no por ello las mágicas potencias de las urnas les van a convertir en marcianos.


Además, la pregunta esencial que deben responder nuestros sentimentales separatistas es la siguiente: muy bien, usted se siente catalán y, por lo tanto, no español. Pero, sin toda esa riada de mitos que acabamos aquí de desvelar y que usted, uno a uno, me ha ido concediendo que son mentira; sin todos esos argumentos que han construido en usted una identidad falsa y que le han empujado a usted a odiar a España, ¿diría usted lo mismo? ¿Sostendría usted que es catalán y no español? La respuesta, evidentemente, es NO.


Si las causas de su sentimiento nacional son falsas, ¿cómo es posible seguir manteniendo las consecuencias? No es posible admitir la falsedad de las causas y sostener la legitimidad de las consecuencias.


Nadie sabe qué deparará el futuro a Cataluña y si la esquizofrenia separatista finalmente conseguirá sus delirios. Pero una cosa es segura: si la defensa de la identidad catalana, si la construcción de la nación catalana, pasa por la falsificación sistemática de dicha identidad, por el ocultamiento, por la manipulación educativa, por la censura de las opiniones discordantes, por la imposición lingüística, por la incitación al odio, por la mentira continua, esa Cataluña del futuro no será otra cosa que un inmenso, odioso y vergonzoso fraude.




8 comentarios:

Anónimo dijo...

La puta España tiene que estar, para darles por saco.

SIN DEJAR DE DENUNCIAR, LA PASIVIDAD DEL GOBIERNO CATALAN Y OPOSICIÓN AFÍN

Anónimo dijo...

Pero ¿alguien cree que, con el nivelazo intelectual que tiene esta gente, pueden distinguir entre sucesión y secesión? ¡Si no saben ni qué celebran...!

saludos

Joan dijo...

El que és clar és que els diversos països catalans varen perdre el seu estat: tant el principat de Catalunya, com València com Mallorca varen perdre les seves Corts, la seva llengua, el seu Dret i el seu exèrcit. I qui els ho va prendre va ser el regne de Castella, desfressat d'Espanya.
Volem la restitució del que ens varen arrabassar "por justo derecho de conquista"!

Anónimo dijo...

En relación al comentario de Joan:

Quizá usted no esté de acuerdo pero Mallorca, Cataluña y Valencia nunca han existido como estados propiamente (entendido el concepto "estado" desde las acepciones más liberales a las más weberianas).

La idea de Cataluña como estado surge a partir de la Renaixença y con un fondo histórico, a mi juicio, más que discutible.

Cataluña nunca fue ni ha sido un estado. No confundamos las aspiraciones políticas que se puedan tener con la realidad de los hechos y la historia.

Saludos

Iván C.

Joan dijo...

Si el comte de Barcelona era sobirà, emetia moneda, tenia unes Corts, una llengua, un Dret, un exèrcit, una marina, com goses dir que Catalunya no era un estat?

Anónimo dijo...

En relación al último comentario de Joan:

A falta de que usted demuestre lo contrario, mantengo que Cataluña, Valencia o Mallorca no son ni hayan sido nunca estados. Gos dir semejante afirmación amparado en varias razones:

1. Inexactitud en la identificación del supuesto estado.
A) Referido a los territorios que señala Joan. Cataluña (como Mallorca y Valencia) tan sólo formaba parte de la Corona de Aragón. Cataluña no era una entidad independiente que permitiera ser considerada como estado. Individualmente pues Mallorca, Valencia y Cataluña no podrían ser considerados estados.

B) En el caso de que hablemos de un ente catalán que englobe a Mallorca, Valencia y Cataluña. La frase de Joan que alude a los “diversos païssos catalans” es una inexactitud. La catalanidad del poder político de la Corona de Aragón no es contemporánea a su existencia. La estimación de los païssos catalans como herederos de la Corona de Aragón es una interpretación posterior en el tiempo que introduce una apropiación política de un legado histórico que representa una ficción y de la que algunos de los territorios que la formaban no participan (casos de Mallorca o Valencia).

De acuerdo a lo expuesto, si tenemos que determinar qué territorio podría ser considerado como estado no estaríamos hablando ni de Cataluña, Valencia, Mallorca ni por supuesto de la denominación païssos catalans. Con rigor histórico, deberíamos hablar de la Corona de Aragón.

2. El origen del concepto estado.
El término estado surge de la obra de Maquiavelo El Príncipe que se impulsará a partir de la paz de Westfalia (1648) y el fin de las guerras de religión en Europa. El nacimiento del concepto de estado debe entenderse por tanto dentro de un momento histórico concreto (siglos XVI-XVIII; la primera Constitución europea que habla de un “estado” es la francesa de 1791).

El estado es un nuevo concepto político que es una superación de organizaciones políticas anteriores como las polis griegas o reinos feudales como la Corona de Aragón. A este respecto, no existe ninguna doctrina jurídica seria que explique la Corona de Aragón como un estado, por ser éste un concepto posterior y no aplicable al poder que ejerció la Corona.

Sólo desde una interpretación forzada y desde usos no normativos se le puede intentar llamar a la Corona de Aragón estado. Con rigor y con seriedad histórica, podemos convenir que la formación de los estados no es contemporánea del poder de la Corona de Aragón. Ni siquiera es un sinónimo.

Los estados se forman en un periodo histórico del que la Corona de Aragón no participa y constituyen una realidad nueva que no supera el poder y las atribuciones que la Corona ejerce.

3. Implicaciones materiales del concepto de estado.
El concepto de estado posee unas exigencias que superan a los feudos medievales (Corona de Aragón). Tener derecho e instituciones propias, un ejército y marina, acuñar moneda o poseer una lengua propia, como argumenta Joan, nos puede servir para reconocer entidades políticas (en este caso la Corona de Aragón que ejerce un poder político sobre un determinado territorio), pero todas estas atribuciones no son suficientes para determinar que la Corona de Aragón sea un “estado”.

La teoría jurídica que explica el concepto de estado es más exigente y posee más requisitos que la teoría que explica un reino feudal, una polis o una tribu.

Entre otros, para ser un estado se requiere que el poder se ejerza sobre todos los que se encuentran en su territorio sin excepciones, que se imponga su poder en exclusiva, que no se admita otra organización o persona en su territorio que pueda oponerse, que el poder se divida en lo que se conoce como separación de poderes, que el poder soberano sea limitado y respete en las personas unos determinados derechos que son considerados inalienables a la condición humana...

Los feudos medievales, como tales, no se explican a través de requisitos y rasgos como los anteriores. El poder que el Conde de Barcelona ejercía es prototípico de organizaciones feudales, no de organizaciones estatales, de ahí que la Corona de Aragón (y en esta consideración también entran Cataluña, Valencia, Mallorca y los païssos catalans) no fuera, haya sido nunca ni pueda ser entendida o explicada como un estado.

Que el Conde de Barcelona pudiera emitir moneda, entre otras atribuciones, es indiferente Hace falta mucho más para ser un estado. Por las razones expuestas, “gos dir que Catalunya no és un estat”.

Saludos,

Iván C.

Joan dijo...

Segons tu Catalunya i Mallorca només eren una part d'Aragó. Si Catalunya no era res, etc...com s'explica que des de 1218 hi hagués unes Corts catalanes?
Ja sé que Catalunya no era un estat en el sentit actual, dir-ho seria un anacronisme, però és clar que Catalunya era un actor de l'escena política europea.
A fortiori, si Catalunya era aragonesa, com s'explica que els aragonesos no podien ocupar càrrecs públics ni a Catalunya ni a Mallorca? A Mallorca els aragonesos eren considerats estrangers. I en canvi els catalans del Principat sí podien ocupar càrrecs públics a Mallorca; és lògic, eren de la mateixa nació, catalana evidentment.

Anónimo dijo...

Joan,

En cap moment he dit que Catalunya no siga res. Catalunya i sa Corona d'Aragó vàrem gaudir d´un determinat poder polític instrumentat com deies en ses seves institucions, marina, exèrcit, moneda... però me sembla que tot això és insuficient per justificar l'existència d'un estat a Catalunya o sa Corona d'Aragó, en tot cas, hauria de ser un regne o un ens polític de caire medieval.

D'una altra banda, desconec ses relacions i/o prohibicions entre els súbdits (en contraposició als "ciutadans" dels estats) de sa Corona. No puc contestar perque els aragonesos no podien ocupar càrrecs públics ni a Catalunya ni a Mallorca.

Però en canvi crec que sa conciència i percepció d'una nació a Catalunya (i de determinats arguments en favor de sa nació catalana) són construccions polítiques posteriors perque nació, estat, drets dels pobles... son conceptes no contemporanis de sa Corona d'Aragó.

Aquesta línia de pensament no implica pensar que "Catalunya no siga res". Al contrari, hi ha un reconeixement polític però aquesta afirmació acava en una realitat política determinada i no en aquella que distorsiona eld conceptes per assolir uns determinats fins polítics actuals.

Salutacions.

Iván C.