miércoles, 31 de diciembre de 2008

LA DEJACIÓN DE ESPAÑA.



La dejación de España.

El debate suscitado por la política de Aznar y los pactos de Rodríguez Zapatero con los nacionalistas llevó a Helena Béjar, profesora en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, a preguntarse si el patriotismo cívico ha sido fagocitado por el lenguaje del nacionalismo y si, como afirman algunos, el nacionalismo periférico ha conseguido poner en cuestión la identidad nacional española. Para responder a estos interrogantes llevó a cabo un análisis de 17 grupos de discusión, radicados en Madrid, Cataluña, País Vasco, Andalucía y Castilla-La Mancha, de donde extrajo cuatro discursos ideológicos, que denominó neoespañolismo, nacionalismo periférico moderado, soberanismo y españolismo tradicional.
El neoespañolismo, que Béjar encontró entre militantes y votantes de PP, PSOE e IU de Madrid, Barcelona, Vitoria y San Sebastián, es lo más parecido a lo que Tocqueville denominó patriotismo cívico o de las luces, y en él se combina el compromiso político con el interés propio. Esta ideología, sostiene Béjar, es defendida de una forma débil y poco asertiva: el exceso de racionalismo, la prevención con respecto al patriotismo constitucional e incluso el cinismo con que algunos exponen su visión de España deja a los neoespañolistas sin una "arquitectura intelectual" adecuada para hacer frente al nacionalismo periférico. "El discurso crítico con el nacionalismo no puede enfrentarse a la fuerza emotiva con la que los nacionalistas cargan a la nación (...) y a sus elementos", afirma la autora.
Entre los miembros de este grupo abundan las críticas a la dejación de España y al solapamamiento entre patriotismo y franquismo. Tales pecados son atribuidos al oportunismo, la cobardía y la confusión ideológica de la izquierda. Sin embargo, los militantes de PSOE e IU son incapaces de reconocer mérito alguno al PP. Esta actitud apunta a lo que Béjar considera una "identidad disuelta", que explicaría el éxito del nacionalismo periférico a la hora de convertir España en una noción retrógrada. Incluso algunos miembros del PP acusan a su partido de "crear un clima de crispación continua con su insistencia en que España se va a romper".
Esto convierte a los neoespañolistas de determinadas regiones en seres extraños que manifiestan una identidad "adversativa o defensiva" y que se sienten estigmatizados y víctimas de acoso moral por parte de los nacionalistas periféricos. Este grupo, que manifiesta un sentimiento de pertenencia "concéntrica" (son vascos y españoles, catalanes y españoles...), adjudica a los nacionalistas una identidad fuerte que debilita su españolidad y les lleva al wishful thinking ("La identidad española está muy diluida, pero puede solidificarse cuando llegue la conciencia de que esto va a quebrar"), es decir, a una creencia basada no en hechos, sino en deseos.
Por su parte, los defensores del españolismo tradicional (militantes del PP residentes en Madrid, Sevilla y Toledo) mantienen una visión maternal de España, la cual estaría siendo traicionada por quienes promueven las asimetrías, percibidas por aquéllos como injustas.
A pesar de la ausencia de manifestaciones extremas y de la "aceptación unánime del Estado de las Autonomías" en este grupo, Béjar relata que algunos de sus miembros emplean un lenguaje catastrofista y son incapaces de adoptar una posición crítica con el franquismo, periodo cuya importancia prefieren minimizar. Incapaces de formular una defensa de la nación basada en la herencia del liberalismo decimonónico, estas personas, dice la autora, manifiestan una preocupante falta de argumentos y una alarmante ignorancia de la historia de España, lo que vendría a reflejar una "carencia en la formación de los jóvenes cuadros del Partido Popular".
Este hecho resulta especialmente grave, si tenemos en cuenta que los participantes fueron suministrados por FAES, cuyos responsables tal vez deberían reflexionar sobre los criterios de selección que rigen en sus seminarios, sobre el aprovechamiento de los mismos y sobre si es posible dotar a los miembros más jóvenes del PP de una formación adecuada cuando carecen de una base cultural mínima.
En el anexo metodológico, Béjar señala que en la conducción de grupos heterogéneos (PSOE y PP) eran los socialistas quienes se llevaban la palma. Otro indicio de lo poco que cunden los ingentes recursos económicos y humanos empleados por el Partido Popular y FAES: a la hora de la verdad, sus militantes son incapaces de defender sus argumentos frente al rival (las últimas manifestaciones del responsable de formación del PP proporcionan, en mi opinión, pistas útiles a la hora de estudiar las causas de este problema, achacable tanto a personas concretas como a tácticas diseñadas con una estrechez de miras ciertamente llamativa).
Esta debilidad se traduce, entre otras cosas, en un discurso débil, contradictorio e incapaz de formular una alternativa a la desactivación de la conciencia nacional, a las carencias del sistema educativo español para inculcar un patriotismo cívico y democrático y a la irresponsabilidad del Partido Socialista.
Más sorprendente resulta el descubrimiento de un grupo, que Béjar denomina progresista o ingenuo, altamente comprensivo o muy poco crítico con el nacionalismo subestatal, entre algunos socialistas y populares madrileños y catalanes. (Como no la había previsto, Béjar hubo de añadir esta subcategoría a la de nacionalismo moderado). Podriamos ver aquí los efectos del relativismo y de la defensa de un pluralismo cultural que estos progresistas creen, erróneamente, compartir con los nacionalistas.
Por lo que respecta al nacionalismo moderado, esta ideología se caracteriza por la "victimización colectiva" y el "agravio permanente", que ve en Madrid (léase España) "el ámbito de la negación de un deseo de reconocimiento colectivo". Estos nacionalistas ponen el énfasis en el conocimiento de su lengua como rasgo de pertenencia y presentan una España "fría y anónima, sin sujeto ni historia". Además, no admiten el cosmopolitismo y se despachan con expresiones como: "Pues si no hay nacionalismo en Madrid es porque no tienen historia". Un discurso con el que la investigadora es especialmente crítica, debido a su prácticamente nula coherencia interna y a su carácter netamente contradictorio.
Los nacionalistas, a pesar de apelar al civismo y mostrar una actitud crítica con el esencialismo, no pueden dejar de apelar a la autenticidad y a elementos telúricos y organicistas –por ejemplo, el linaje– a la hora de defender su identidad. Tales rasgos aparecen más marcados entre los soberanistas (militantes de PNV, EA y HB). Peneuvistas y miembros de EA afirman que España, a la que suelen referirse como "el Estado español", no existe, y que ni siquiera tiene nombre. Béjar explica su actitud apelando a la sociología del resentimiento de Max Scheler. Este mecanismo hace que "se desplace a los españoles la propia carencia de nación, de modo que si no hay nación política o Estado vasco tampoco hay ni hubo nunca nación española". Asimismo, España es el enemigo, el opuesto, "el ámbito del nacionalismo extremo" y de un Gobierno "extraño". Su aparente relativismo cultural les lleva a una lógica circular:
Al País Vasco le corresponde legítimamente el poder político porque sus rasgos particulares (...) son valiosos, y lo son porque son constitutivos de una identidad, es decir, son propios. Y son propios porque el País Vasco es una nación. Por ello es legítimo pedir un Estado.
Por otra parte, los miembros de Batasuna niegan que en España o el País Vasco haya democracia; igualan la situación en esta última región a la de Cuba y Filipinas antes de 1898 y apelan a Fidel Castro y a Hugo Chávez para resolver la contradicción subyacente a su visión al mismo tiempo nacionalista e internacionalista. Estas personas manifiestan un emotivismo extremo, que Béjar caracteriza así:
La creencia común de que todo el mundo tiene derechos por el hecho de ser solicitados, incluido el derecho de la autodeterminación, lleva consigo la pérdida del sentimiento de responsabilidad, puesto que se cree que las demandas no tienen consecuencias, ni en el terreno social ni en el político.
Entre otras contradicciones del discurso soberanista, cabe destacar su defensa del pluralismo cultural al tiempo que aboga por el monolingüismo, considera ejemplar la normalización lingüística catalana y critica la pluralidad de televisiones y radios que utilizan el castellano.
A la vista de los resultados de su investigación, Helena Béjar concluye que el patriotismo de raíz republicana y liberal se encuentra en una situación de inferioridad frente al organicismo y el historicismo de los nacionalistas, que defienden la "diferencia como valor supremo". Como remedio, aboga por "reconstruir la tradición del nacionalismo liberal español y afirmar sin sonrojo, y sin temor a ser tachados de políticamente incorrectos, el valor sentimental de España como nación". Y añade:
Hay que desenmascarar la dicotomía de un nacionalismo bueno, democrático, "proactivo" y legítimo, el periférico; y un nacionalismo malo, "autoritario", "reactivo" y condenable, el español. Si el nacionalismo español franquista fue barrido por ultraconservador hace decenios, no vamos a aceptar ahora que el periférico sea progresista.
No se puede decir más claro.
En el urgente debate sobre la conciencia nacional española que la autora reclama, y que se me antoja fundamental para la supervivencia de España como objeto político, trabajos como éste me parecen, dada su naturaleza empírica, de una utilidad enorme. Como afirma Ernest Gellner –de cuyo concepto de nacionalismo como invención Béjar se proclama deudora– en Language and Solitude, "la separación de todo lo separable no es el núcleo de la sabiduría, sino de la insensatez".
HELENA BÉJAR: LA DEJACIÓN DE ESPAÑA. NACIONALISMO, DESENCANTO Y PERTENENCIA. Katz (Madrid), 2008, 290 páginas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ufff! Hay tanto por comentar, pero hoy ya no tengo tiempo. Sólo quiero desearle un Feliz fin de Año, y que en el próximo le podamos seguir leyendo.

saludos

Sebastián Urbina dijo...

Muchas Felicidades y gracias por su colaboración.
Cordiales saludos.

Anónimo dijo...

Una de las causas, sino la única, es la educación. El desconocimiento de la propia historia hace muy fácil la manipulación y el adoctrinamiento. Haber dejado la educación en manos de las Comunidades Autónomas, es un error manifiesto de nuestro esquema constitucional.

Feliz año 2009.

Melchor Palou

Sebastián Urbina dijo...

Estoy de acuerdo. Para Melchor y su encantadora familia mis mejores para 2009.