jueves, 18 de diciembre de 2008

TONTOS DEL CULO.


Alfonso USSÍA

De tonto a tonto

6 Diciembre 08

Días atrás, la sutil escritora Almudena Grandes, que es también la mujer de
un poeta oficial, se permitió la licencia de reírse de las religiosas
torturadas y asesinadas durante la República y Guerra Civil. En su mismo
periódico un escritor de verdad, Muñoz Molina, puso en su sitio a la
hedionda plumilla. Y pocos días después de celebrarse las últimas
elecciones, la encantadora y chispeante Maruja Torres, llamó «hijos de puta»
a los diez millones de españoles que votaron al Partido Popular. Una chica
muy demócrata y respetuosa con las opciones políticas que no coinciden con
la suya. Ahora se ha montado un tiberio porque otro socialista ejemplar, el
alcalde de Getafe, Pedro Castro, presidente de la Federación Española de
Municipios, ha calificado a todos los que votan a la derecha de «tontos de
los cojones». Lo ha dicho, según él, en tono simpático, cercano y coloquial,
y su partido político defiende su simpatía, cercanía y gracejo en el
coloquio. Me figuro que votar a la derecha significa hacerlo por el Partido
Popular, de cuyo significado deduzco que para el señor alcalde de Getafe,
también yo soy un tonto de los cojones. Y me siento abatido. Pero creo que
ya he perdonado su falta de consideración con mi persona. Hay un muerto
asesinado en Azpeitia por la ETA y esa circunstancia me preocupa más. Con el
Gobierno de Zapatero se ha alcanzado la cifra de tres millones de parados, y
ese dato me preocupa más. Ese mismo Gobierno no parece decidido a disolver,
mediante las leyes, los ayuntamientos gobernados por la ETA, y esa
vacilación me preocupa más. De igual forma, nada deseo menos que el mal
ajeno, y al alcalde de Getafe, cuando se amansen los enfados justificados de
unos y las defensas injustificables de otros, se le puede estropear su
limitada pero larga carrera política, y hasta esa posibilidad me preocupa
más. Un individuo que llama «tontos de los cojones» a la mitad de los
ciudadanos representados por los ayuntamientos que él preside no se me
antoja moralmente capacitado para mantenerse en su cargo. Y su cese, o
dimisión inducida, puede resultar desagradable e hiriente para su familia, y
como la familia no tiene la culpa de nada, esa opción también me preocupa
más. Por mi parte, y lo repito, el señor Castro puede considerarse
completamente perdonado, y no le exijo que me envíe un tarjetón
disculpándose de su puño y letra porque tendría que hacerlo con diez
millones de españoles más, y el esfuerzo sería ímprobo e inhumano. Acepto y
admito su sentido del lenguaje coloquial, siempre que el señor alcalde de
Getafe acepte y admita el mío. Estamos en el mismo bando, señor alcalde, y
nada más contraproducente que regodearse en riñas y debates entre dos
personas que pertenecen al mismo ámbito, que no es el ideológico, sino el
mental. Tanto usted como yo estamos en el bando de los tontos, y entre los
tontos hay que mantener las formas y pulir los prudentes respetos. Un par de
tontos enemistados procuran un espectáculo deplorable. Y no transcurrimos
por una situación propicia para nublarla aún más. Entre los tontos hay
muchas subespecies, como bien sabe el señor Castro. Y los tontos de los
cojones siempre nos hemos llevado muy bien con los tontos del culo.

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