martes, 31 de agosto de 2010

SESO Y SEXO.

VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS

De putas, féminas y economistas

Por Remedios Morales

Queridos y dulces copulantes: La prostitución, como todo lo demás, ha sido tratada de diferentes formas dependiendo de la cultura. En muchas sociedades fue una actividad honorable que complacía a los dioses. En la India había prostitutas agregadas a los templos.

Allí aprendían a leer, a cantar y a bailar y los hombres cultos eran atraídos por sus encantos y su ingenio. Igual que sucede en Japón con las geishas. Herodoto relata que existía en Babilonia una forma de hetairismo, según la cual, todas las mujeres debían acudir, al menos una vez en la vida, al templo de Milita y hacer el amor con un extranjero a cambio de una moneda de plata, dinero sagrado. Esta costumbre era practicada también por las mujeres fenicias en Chipre y en otros lugares y se cree que era un buen sistema para combatir la endogamia.

En nuestro mundo occidental, la prostitución venía a cubrir un hueco en la demanda masculina de sexo. Todo el mundo lo comprendía así y siempre fue bien tolerada por las autoridades religiosas, civiles y –por supuesto– militares. Pero, recientemente, tuvo lugar un fenómeno singular: los progres, –partidarios del sexo libre– se unieron a las feministas –partidarias del sexo castrado– y a las beatas –partidarias del sexo seráfico– y se pusieron milagrosamente de acuerdo para "erradicar" la prostitución. Se ve que no tenían otras cabras que guardar.

Pero la prostitución tiene raíces muy profundas. La sabiduría popular le atribuye como oficio, la máxima antigüedad. Y sí que es antigua, sí. Muy anterior al concepto mismo de oficio pues, desde un punto de vista biológico, cambiar sexo por bienes no es privativo de la especie humana, ni siquiera de los mamíferos, ya que muchas aves lo ponen en práctica como parte del cortejo. Las hembras de algunos primates descubrieron que las cochinadas, lo mismo sirven para obtener comida extra que para mantener el orden en el grupo. Las hembras de nuestra especie han heredado la inclinación a conseguir cosas a través del catre, dentro de esa carga genética del 98% –o algo así– que tenemos en común con el chimpancé. Los intercambios de sexo por comida han sido descritos en bonobos cautivos y en libertad.

El economista del comportamiento Keith Chen, de la Universidad de Yale, realizó unos experimentos destinados, en principio, a conocer la capacidad de los simios para entender el significado del dinero. Por una serie de razones escogió como sujetos pacientes a los monos capuchinos, que son bastante tontos. Les dio unos discos de plástico y los adiestró para que aprendieran a usarlos como moneda para comprar distintos alimentos a sus cuidadores. La sorpresa que se llevó el señor Chen fue que, cuando el experimento estuvo avanzado y todos los monos compraban a su gusto con soltura, empezaron, de forma espontánea, a comerciar con el sexo. Los machos daban discos a las hembras a cambio de favores sexuales, las hembras aceptaban la transacción y luego cambiaban los discos por comida. En el libro Super freakonomics de S. Levitt y S. Dubner se detalla el experimento.

Estoy convencida de que la prostitución forma parte de la esencia de la que podríamos denominar femina economica. La hembra humana ha ido perfeccionando el comercio carnal con nuevas herramientas. La evolución especializó su cuerpo en sexo, pero semejante dotación sólo pudo tener éxito porque, de forma paralela, se desarrolló la capacidad mental para administrar ese arsenal sexual.

Tal como lo conocemos ahora, el fenómeno de la prostitución nació de la capacidad de las mujeres para el comercio, de las restricciones al sexo libre, impuestas a los varones por la monogamia, y de las dificultades que se encontraron las mujeres para entrar en otros mercados de trabajo o para ganar dinero en abundancia.

El señor Inocencio, carnicero de mi pueblo y marido de una comadrona, recibió hace años un anónimo que, si no recuerdo mal, empezaba así:

Tu mujer se ha consagrado al putaísmo
Porque gana mucho más que de partera
No le importa aliviársela a cualquiera
Y aunque dicen que la mueve el altruismo
Se inclina más a puta verbenera

Alguien que se esconde tras un anónimo o seudónimo no suele ser de fiar, pero el señor Inocencio, más bien, se fió. Sin embargo, a pesar de su oficio, no hizo sangre, sino que, después de sopesar los pros y los contras, decidió dejar las cosas como estaban porque, al menos, la infiel tenía la decencia de cobrar. No como otras.

Precisamente, Levitt y Dubner reflexionan sobre el mercado de trabajo, tan discriminatorio para la mujer en todos los países, y se preguntan por qué hay tan pocas putas si, en la única parcela del mercado en la que no tienen competencia masculina, ganan muchísimo más que en cualquier otra profesión. Una puta de lujo de Chicago puede cobrar 500 dólares la hora, pero la mayoría de los hombres que contratan servicios tan exquisitos son, en términos económicos, insensibles al precio. Sin embargo, el número de prostitutas es el mismo que hace cien años, con la diferencia de que la ciudad ha crecido un 30 por ciento desde entonces.

No sólo hay menos prostitutas per capita, sino que comparando las tarifas, los precios se han reducido mucho. ¿Por qué? Porque ha bajado la demanda. No la demanda de sexo, que sigue igual, sino que la prostitución, como cualquier otro negocio, es vulnerable a la competencia. La competencia es cualquier mujer dispuesta a mantener relaciones sexuales con un hombre sin cobrar. El sexo libre se ha convertido en un sustituto de la prostitución.

Ah, queridos, noto que me viene la inspiración, y estoy a punto de poner un huevo intelectual. Veréis: según muchos biólogos, probablemente, el aumento de posibilidades de apareamiento sea un incentivo para que los chimpancés que, en principio, no son carnívoros ni depredadores, se pongan a cazar y a compartir carne con las hembras. O sea, que lo del gran macho cazador ya empezó entonces. Por otro lado, según Adam Smith, el comercio fue vital para desarrollar el lenguaje humano. Si eso es verdad, entonces, yo deduzco –fijaos bien qué pensamiento tan refinado– que el comercio sexual, que fue el primero, debió de darle un buen empujón al desarrollo del lenguaje.

Uniendo unas cosas con otras, resulta que, gracias a la prostitución, nuestros machos se volvieron proveedores, todos nos hicimos carnívoros, aprendimos a compartir la comida, nos hicimos comerciantes y desarrollamos el lenguaje. Yo me juego mi maquinilla depiladora de entrecejos (es de las buenas) a que si nuestras antepasadas no hubieran sido venales, los machos no habrían pegado ni un sello jamás.

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ALGUNAS CHORRADITAS DE LA SEÑORA REME:


Por una parte, las féminas (dice Remedios) desarrollaron la capacidad mental para administrar este arsenal sexual que tienen las mujeres. O sea, que las féminas son una especie de putonas que se aprovechan de sus encantos para obtener beneficios, a costa de los hombres. Malvados folladores.



Por otra parte, dice la Remedios, que el sexo libre es un sustituto de la prostitución. Por tanto, a menos que Remedios se empeñe en que todas son una putas, está admitiendo que el sexo libre excluye a las mujeres del puterío.


Luego no es cierto que todas las mujeres administren sus encantos para obtener beneficios. Esta es una opción posible. La otra opción es que sí, que obtienen beneficios (conscientemente) a costa de los hombres pero no por acto de servicio, como en la prostitución. Lo harían de manera más beneficiosa para sus propios intereses y los de sus hijos, si los hay.



Remedios debería aclarar estas cosas.



Finalmente, dice que si nuestras antepasadas no hubiesen sido venales (o sea, no hbieran vendido su cuerpo) los machos no habrían pegado ni un sello jamás. En este caso, Remedios no dice una chorradita sino una chorrada grande. Si nuestras antepasadas no hubieran sido venales habrían aumentado, de manera espectacular, las violaciones. ¿O cree Remedios que nuestras antepasadas, la mayor parte del tiempo, han vivido en sistemas democráticos, con igualdad ante la ley y con fuerte castigo a la violación? Nada de eso.



Sebastián Urbina.

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Sentimientos, poder y sexo.



Decía San Agustín, ‘Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.’ Podemos ampliar el espectro y no conformarnos con lo que una persona ama, podemos añadir lo que odia, lo que admira, lo que le enfurece, etcétera. Pero, en cualquier caso, lo que esto significa es que los sentimientos muestran a la persona, expresan quiénes somos.



Claro que las cosas son, siempre o casi siempre, más complejas de lo que parecen. Si tenemos dudas podemos atender la recomendación de Baltasar Gracián: ‘El saber más práctico consiste en disimular; el que juega a juego descubierto tiene las de perder.’ O sea, no te muestres como eres. El consejo es distorsionar, disimular la realidad. En este caso, los sentimientos de alguien. ¿Por qué? Porque si abrimos nuestro corazón, nos lo van a lastimar.

Este parece un buen consejo si no queremos sufrir, si no queremos que nos hagan sufrir. Pero el amor, por ejemplo, es una aventura que implica dicha y desdicha. Ningún amor real contiene solamente dicha o solamente desdicha. Sufrir es una parte de la aventura de la vida. Es una parte de nuestro proceso de maduración como seres humanos.



Además, aunque no voy a abrir mi corazón a cualquiera que pase por la calle, el disimulo sistemático de mis sentimientos, distorsiona mi comunicación con los demás. Puedo decir ¿qué me importan los demás? ¡Sólo me importa mi pequeño círculo de familia y amigos! Pero esto no es, normalmente, cierto. No cabe duda de que no abrimos nuestro corazón a todo el mundo pero no tenemos interés, normalmente, en dar una imagen equivocada de nosotros. Dentro de límites, claro es. Por ejemplo, no quiero que los vecinos y mis compañeros de trabajo tengan una imagen distorsionada negativa. Por tanto, no se trata de disimulo de mis sentimientos, sin más. Se trata de evitar lo que pueda perjudicar una ‘buena imagen’ de mí.

Otra cosa es la relación amorosa. Aquí hay algo más que ‘buena imagen’, aunque también. La relación amorosa tiende a ser más intensa que cualquier otra relación y por supuesto, más intensa que mi relación con los vecinos y mis compañeros de trabajo. Es más intensa porque incluye, normalmente, amor, sexo, dependencia y control (deseo de poder).



La revista británica ‘Proceedings of the Royal Society’ publica un estudio realizado en la Universidad de Lovaina que prueba que los hombres pierden la cabeza por las mujeres. Para ser más precisos, las llamadas ‘armas de mujer’ dificultan la capacidad de los hombres para tomar decisiones puesto que los niveles de testosterona suben de forma alarmante frente a los encantos femeninos.



¿Qué es la testosterona? Es una hormona - una sustancia de naturaleza proteica (que cambia de formas) o esteroide (se refiere a una estructura policíclica de la que derivan compuestos de interés biológico, como esteroles, ácidos biliares, etcétera)- que se produce en los testículos. En las mujeres se produce en los ovarios pero diez veces menos, como mínimo. Es la encargada del mantenimiento de las características masculinas durante la etapa adulta, como la masa ósea y muscular, distribución de masa corporal y del pelo, además de la formación de espermatozoides, la líbido (el deseo sexual) y potencia sexual.



Pues bien, el doctor Siegfried Dewitte, uno de los responsables del estudio, dice que los hombres con altos niveles de testosterona, son muy vulnerables a las insinuaciones femeninas. O sea, si una mujer es atractiva y ejercita sus ‘armas de mujer’ ante un hombre con altos niveles de testosterona, tiene muchas probabilidades de manejarlo, si quiere hacerlo.

Mientras los hombres segregan la hormona sexual testosterona (dependiendo la cantidad de la edad, preferentemente) las mujeres producen estrógenos y progesterona. Los estrógenos (aunque no son exclusivamente femeninos) son esteroles (el más conocido es el colesterol) que se requieren para la maduración sexual de la mujer. La progesterona es una hormona que prepara el útero en caso de fecundación así como la lactancia de las mamas.



Dicho esto, lo que aquí interesa es lo que antes he comentado. La relativa falta de control de los hombres (en general) frente a las ‘vistas’ o insinuaciones femeninas. ¿Por qué es importante? En primer lugar, porque los experimentos muestran que las mujeres (en general) no sufren esta conducta errática derivada de las ‘vistas’ o de las insinuaciones masculinas. Esto ya supone una ‘superioridad’ de las mujeres (en general), especialmente en ciertas edades, sobre los hombres (en general).



Hay, además, otra cuestión importante. Se ha dicho repetidamente que la capacidad de aplazar las gratificaciones no sólo es una muestra de madurez sino que es un aprendizaje para alcanzar la madurez. Pues bien, la persona impaciente, la persona apresurada, quiere lo que quiere, ahora. Si aceptamos que la sexualidad masculina es más compulsiva que la femenina (en general), y que los hombres, en general, son muy vulnerables a las insinuaciones femeninas (como dice el informe médico), parece que a las mujeres (en general), se las ponen como a Fernando VII para poder influir, controlar o manejar a los hombres.



En resumen, parece que las mujeres (en general) tienen la oportunidad de controlar o manejar a los hombres (en general) dadas las circunstancias antes citadas. Es cierto que el amor, un sentimiento importante y complejo del que no voy a hablar, puede impedir que las mujeres ‘se aprovechen’ de esta superioridad, pero la tentación está presente.



Ahora bien, el mismo informe dice, también, que los resultados que hemos comentado, no son necesarios. Es decir, los hombres no son marionetas que, necesariamente, sean manejadas por las ‘armas de mujer’ convenientemente utilizadas. Pero los hombres no habituados a la reflexión sistemática son más propensos (nunca hay garantías absolutas) a ser influidos, controlados o manejados por las ‘vistas e insinuaciones femeninas’ de las que habla en informe. En este sentido, hay hombres que, habitualmente, no piensan con el cerebro sino con otras partes del cuerpo. Estos son, tendencialmente, los más vulnerables a las insinuaciones femeninas.



Hay, además, la ‘voluntad de poder, que según Nietzsche, formaría parte de la naturaleza humana. No se trata de esclavizar al otro, en sentido literal. Se trata de conseguir lo que yo quiero, y no lo que quiere el otro: ir de vacaciones al sitio que me gusta, llevar al hijo al colegio que me gusta; poner las cortinas que a mí me gustan; ir a cenar al sitio que a mi me gusta; comprar el coche que a mi me gusta, etcétera. Esto lo puedo conseguir si tengo algún ‘poder’ capaz de influir, manipular o amenazar al otro.



En este momento podemos apelar a Hume. Si es cierto, como él dice, que las dos emociones básicas son, el amor a uno mismo (egoísmo) y la simpatía altruista (compasión), el egoísmo que todos los seres humanos tenemos puede suavizarse, compensarse o vencerse por la simpatía altruista. Dicho con otras palabras, una mujer que tiene una ‘superioridad’ sexual (en el sentido indicado) sobre un hombre determinado, puede no aprovecharse de esta circunstancia si su egoísmo puede compensarse por el amor que siente por este hombre, o por conveniencia. Por ejemplo, porque considera que sus hijos estarán mejor con este padre. Pero, cuidado, se trata de equilibrios inestables. Si tengo ‘un poder’, la tentación es ejercerlo a mi favor.



En última instancia, estos conflictos con uno mismo (¿me aprovecho o no me aprovecho?) desembocan, explícita o implícitamente, en conflictos morales. En este sentido, que cada uno apechugue con su conciencia de acuerdo con su escala de valores. A pesar de que los seres humanos, mujeres y hombres, tenemos la tentación del autoengaño.



Leamos lo que nos dice el sociólogo Jon Elster: ‘Las creencias pueden ser subvertidas por las pasiones a las que supuestamente sirven. La expresión de deseo – la tendencia a creer que los hechos son como a uno le agrada que sean - es un fenómeno difundido cuya importancia en los asuntos humanos nunca se acentúa en medida suficiente. Freud la explicaba en relación con el ‘principio del placer’, la tendencia de la mente a buscar la gratificación inmediata’.



¿Significa todo lo dicho que las mujeres son ‘malas’ y que los hombres son ‘buenos’? Esta es una estupidez que no merece comentario. En cualquier caso, que cada uno entienda lo que le permitan sus entendederas.



Sebastián Urbina.


PD.

Aunque en la vida hay aprovechados, de todo sexo y condición, la opción mejor es, siempre, intentar obtener el amor del otro. Claro que no siempre es posible conseguirlo. De ahí que dijera Gregorio Marañón, ‘Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad’.



4 comentarios:

filósofo dijo...

Sebastián,

La tal Remedios, no hace honor al medio en que publica, Libertad Digital.
Esta tia tiene un enjambre mental, fruto de la lógica materialista que todo lo invade; se dicen "tengo cuerpo, luego voy a usarlo para proveerme de los tesoros del mundo: dinero, placer, poder". El cuerpo es visto como un perchero para la ropa o para lucimiento muscúleo que atraiga como feromonas atontadoras a to´ quisque que se encuentre babosamente receptivo en 100 m. alrededor.

Me ha gustado mucho tu comentario posterior; la cita de S. Agustín.

Saludos

Mujeres Zorras dijo...

Excelente entrada, y sin dudas que es así. A través del catre las mujeres conseguims que el mundo avanze. Sin nosotras el hombre todavia viviría en cavernas. O para quién mejoran las cosas los hombres? Para nosotras! Gracias por tantas casas lindas, hermosos autos, shoppings, perfumerías, todo hecho por ustedes, para nosotras. Pero en algo coincidimos, los dos nos rompemos el c. trabajando, jaja!

Sebastián Urbina dijo...

Respuesta a 'jajá'.
En buena parte es cierto lo que dice. Pero sería un error pensar que eso es todo. O sea, ellas listas, y ellos gilipollas. ¿Se ha preguntado porqué hay tantas putas (profesionales) a pesar de que hay más libertad sexual que nunca?

Pero no me hago ilusiones. Ni con ellos (mis tontos compañeros 'dominados') ni con ellas (mis listísimas 'dueñas').

Lectora dijo...

Pues yo creo que Remedios Morales es en realidad un tío.

No creo que diga cosas absurdas sin embargo pretende extrapolar el comportamiento animal al ser humano de hoy, y cierto que algo nos queda de animalidad pero caminamos notoriamente en sentido contrario.

Es lógico que cada género haya usado las ventajas a su alcance y eso no le hace mejor ni peor a ninguno de ambos.
Al final todo es para gloria de la especie.

La cuestión de la que no parece o no quiere darse cuenta es que la situación y el contexto por la que la hembra necesita "camelarse" al macho para disponer de medios económicos, para garantizar su prole o para gozar de protección ya está pasando a ser algo obsoleto.

Es decir, hoy una hembra puede hacer todo eso sin necesidad de un varón, es más, diría que se ha dado la vuelta a la tortilla.
Precisamente está en manos de la mujer la capacidad de producir y mantener descendencia, y cada vez menos en las del hombre.

Y no se trata de despreciar a ningún sexo, lo que es la mujer hoy lo es gracias al hombre y viceversa.