UN ROBIN HOOD DE PACOTILLA.
Negó la crisis y la superó antes de haber reconocido su existencia. Se sacó de la chistera el Estatuto cuando sus propios autores lo habían desechado. Afirmó su constitucionalidad tachando de franquistas a quienes dudaban de ella, y cuando la sentencia del TC demostró su error, promete desmantelarla con leyes orgánicas. Todo para hacerse querer, todo para amarrar los apoyos nacionalistas necesarios para seguir en el poder. Un auténtico irresponsable.
No pasa día ni desaprovecha decisión alguna para equivocarse. La última, su promesa de enviar "un completo informe" al Departamento de Estado de Estados Unidos sobre la "convivencia lingüística" en España para demostrar que funciona "razonablemente bien". Su objetivo es desmentir los casos de discriminación lingüística en España denunciados por el Departamento de Derechos Humanos de dicho Departamento de Estado.
Nunca antes en democracia el presidente del Estado había renunciado tan descaradamente a su primera obligación, o sea, a hacer cumplir la ley y a amparar en cualquier lugar de su territorio a quienes sufren abuso. Ya que no ha obrado en consecuencia, se lo recuerda la Administración Obama a través de uno de los organismos sobre la práctica de los Derechos Humanos más prestigiosos del mundo, el Departamento de Estado de Estados unidos. Es una humillación para España y una acusación al Estado por permitir prácticas contra los derechos humanos. ¿Y ante ello, qué hace el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero? ¿Desinhibirse, disimular, mirar para otro lado como hasta ahora? No. Las premuras de sus socios "nisesabe" del PSC le han llevado a cruzar la línea roja de la decencia política: negar la realidad como ha venido haciendo el propio nacionalismo y enmendarle la plana al "Departamento de Estado de EEUU sobre la Práctica de los Derechos Humanos" en el mundo.
Su primera obligación debería haber sido tomar nota, pedir disculpas y corregir los abusos en lugar de intentar ocultar las acusaciones con contrainformes. Borrar la realidad insoportable de la exclusión ya lo hacen muy bien los nacionalistas. Un ingente griterío de asociaciones subvencionadas por la Administración de la Generalitat ya vienen haciéndolo desde hace años. Cada vez con menos éxito, pues afortunadamente los organismos internacionales no dependen de las subvenciones catalanistas y tienen criterio propio.
Entre las muchas sandeces que se le han ocurrido a propósito de su decidida apuesta por la falsificación de la realidad, es la defensa de la lengua propia. Ha recordado que su lengua materna es el castellano y que siente la impronta de defenderla. "Por lo tanto, tengo que entender –deduce– a aquellos que su lengua materna es, por ejemplo, el catalán, y tengan esa misma actitud de defensa de su lengua propia". A estas alturas de la película aún no se ha enterado que en España hace ya muchos años que nadie se opone a la lengua propia del otro, pero sí muchos nacionalistas que quieren convertir su lengua regional propia en única lengua de su comunidad. Y ese es el problema, no al revés. ¿Logrará captar el matiz?
Me tomé el esfuerzo de escribirle el pasado año una carta personal en dos partes (Carta abierta a Rodríguez Zapatero, a propósito de las lenguas propias) para ponerle al día de la exclusión de los derechos lingüísticos con la esperanza de que nunca más pudiera alegar desconocimiento, pero compruebo que ni siquiera lee. (Antonio Robles/LD)
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