ENTRE TRAICIÓN Y DESACATO. (PSOE)
Se ha confirmado el desacato. Por primera vez en la historia de nuestra democracia, un presidente del Gobierno incumple una sentencia del Tribunal Constitucional.
Genuflexo ante Montilla, Zapatero ha dedicado un Consejo de Ministros a rectificar por la vía de los hechos el pronunciamiento del Alto Tribunal sobre el Estatuto catalán. Tanto Zapatero como Montilla optaron desde el primer momento por el cisma institucional, anunciando con toda desfachatez que se encargarían de buscar bajo mano una salida para las líneas rojas de la sentencia estatutaria. Ahora, Zapatero ha consumado su desobediencia al Supremo, intérprete de la Constitución, saltándose tanto la letra como el espíritu de la sentencia.
La traición a la sentencia es especialmente visible en una cuestión de tanta trascendencia como la quiebra de la unidad y la independencia del Poder Judicial: si el Constitucional ponía freno a la delegación de competencias desde el CGPJ a Cataluña, Zapatero se saltará ese freno mediante la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Así, la Justicia en Cataluña pasará a ser un terreno absolutamente politizado, en detrimento del ciudadano, en detrimento de una judicatura acosada por el Ejecutivo y en detrimento de un Estado que abandona la vertebración de la Justicia mediante el rechazo del ejercicio de las competencias que le fija la ley. Y todo, además, de espaldas a los ciudadanos.
Con su actuación, Zapatero ha procedido a la voladura del Tribunal Constitucional, mostrando así que las instituciones sólo le interesan si las puede utilizar para su interés cortoplacista.
Si al Constitucional no se le hace caso en el Gobierno, ¿de qué sirve, qué autoridad tiene? Las sentencias son de obligado cumplimiento, pero Zapatero ha incumplido con plena impunidad. Su manejo inicuo de la sentencia estatutaria redunda en una inseguridad jurídico-política sin precedentes en nuestra historia institucional desde 1978. Por otra parte, resulta del mayor patetismo la voluntad de tener gestos electoralistas de cara a las autonómicas catalanas: ¿de verdad creen Zapatero y Montilla que van a lograr detener un solo voto? Montilla se ha despeñado en las encuestas todavía a mayor velocidad que Zapatero, y su rebeldía institucional no ha impedido que el nacionalismo radical intentara incluso agredirle, como se vio en el correcalles independentista del mes de julio.
Para Cataluña, como para el resto de España, tras la nefasta improvisación de un Estatuto que nadie quería, el grado menor de incertidumbre pasaba por aplicar la sentencia en su integridad. Incluso desde un punto de vista táctico, los tejemanejes del zapaterismo serán contraproducentes: ni el nacionalismo radical quedará contento ni los millones de catalanes y españoles no nacionalistas dejarán de hacer pagar a Zapatero y a Montilla su frivolidad a la hora de jugar con la Constitución para adaptarla al Estatuto.
El Gobierno, una vez más, ha vuelto a burlarse de todos. Y, de momento, en Cataluña hay consejeros del Gobierno autonómico que llaman directamente a la “insumisión”.
En un país democrático, las instituciones son de la mayor importancia para, entre otras cosas, minimizar el daño que pueden hacer políticos irresponsables como Zapatero y Montilla. Al romper las reglas del juego desobedeciendo al Constitucional, los dos líderes socialistas han alterado nuestro funcionamiento democrático, sin contentar a nadie y sin evitar el mayor de los descréditos. Sólo alguien como Zapatero podía hacer tantas cosas mal al mismo tiempo. (LaGaceta)
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
¿Será usted cómplice de esta basura antidemocrática, votando a los socialistas?
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
PERO, SEGÚN MONTILLA, NO LLEVAN LA ESTELADA,
"Mucha gente trabaja para cargarse España"
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
Preguntas.
¿Es Montilla un imbécil? ¿Es Montilla un sinvergüenza? ¿Trata Montilla de tomarnos el pelo? ¿Ha llegado a tal nivel de sectarismo enfermizo que, realmente, cree las idioteces que dice?
País de locos. Hagamos algo, o nos hunden hasta el corvejón. Esta casta política es un auténtico peligro para la democracia y para España.
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
EL PASE FORAL DE ZAPATERO: ACATO PERO NO CUMPLO. (Reggio's)
Eso es lo que confirmó el viernes la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, cuando dio cuenta de que el Consejo de Ministros había decidido cómo orillar la sentencia del TC sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña: que Zapatero aplicará el pase foral a la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña.
Si algo ha demostrado este presidente es su capacidad para mimetizarse en el ambiente: ¿que va a Rodiezmo?, pañuelo rojo al cuello; ¿que va con sus juventudes?, kufiya palestina; ¿que va con los banqueros que llevan tirantes?, traje gris marengo y sonrisa cómplice; ¿que va a Marruecos?, foto con el rey y el mapa que incluye el Sáhara Occidental entre los territorios del reino alauí; ¿que se gobierna con nacionalistas?, más identitario que ellos.
No sorprende, por tanto, que lleve a la práctica con total desparpajo uno de los hallazgos más arcaicos del nacionalismo vasco: el pase foral. O sea, acato pero no cumplo. No sorprende tampoco la celeridad con la que el presidente se ha sometido a las reivindicaciones de los nacionalistas catalanes, incluidos los de su propio partido, para cumplir lo que les prometió en el Debate sobre el estado de la Nación: que promulgaría todas las leyes orgánicas que fueran necesarias para vulnerar la sentencia del Tribunal Constitucional.
Tampoco sorprende que vaya más lejos que lo aconsejado por los defensores del pase foral. Para Zapatero no es suficiente con acatar pero no cumplir: él irá más lejos y promulgará leyes que burlen la sentencia. Cumplirá lo que le pronostiqué (con murmullos de desaprobación desde la bancada socialista) en mi réplica durante el debate mencionado: «Como la ley prohíbe robar, vamos a hacerlo sin que nos pillen».
Zapatero se ha saltado a la torera todo pacto que le impusiera normas de comportamiento transparentes; se ha burlado de forma permanente de la separación de poderes; ha incumplido todos los acuerdos suscritos con empresarios, sindicatos, partidos políticos…; ha traicionado el pacto suscrito con los ciudadanos a través de su programa electoral, despreciando la idea misma de que la democracia es un pacto y el voto no es nunca un cheque en blanco. Y ahora, remedando a su ídolo Romanones («haga usted las leyes que ya haré yo los reglamentos»), se apresta a burlar la sentencia del Tribunal Constitucional. A eso se le llama, simple y llanamente, corromper políticamente las instituciones.
¿Qué se puede hacer cuando un país tiene un presidente que corrompe políticamente las instituciones negándose a acatar y a aplicar las leyes? ¿Qué se puede hacer cuando un país tiene un presidente que propugna el desacato de las sentencias del más alto Tribunal? ¿Se imaginan a Obama propugnando leyes para no cumplir las sentencias del Supremo de los EEUU? ¿Se imaginan a cualquier gobernante de cualquier país democrático del mundo en una actitud similar? ¿Qué haría la clase política de tal país si se produjera esa circunstancia? ¿Qué harían los medios económicos y sociales? ¿Qué harían los medios de comunicación? ¿Qué haría la Justicia?
No sé lo que ocurriría, pues la hipótesis misma resulta inverosímil; porque lo que sé es que en ningún país del mundo democrático existe un presidente como el nuestro, dispuesto a vulnerar las leyes que tiene la obligación de cumplir y hacer cumplir. Sé que no hay en el mundo democrático un presidente capaz de someter a su país a tal grado de inseguridad jurídica, de inestabilidad política y económica, sólo para intentar que su partido gane unas elecciones.
Sé que no hay en el mundo democrático ningún país que tenga la desgracia de tener un presidente sin límites, capaz de defender una cosa y la contraria con la misma sonrisa y con la misma tranquilidad. Sé que no hay en el mundo democrático ningún presidente que anteponga la identidad a la ciudadanía; ningún presidente que no sea consciente de que la nación no es un estado de ánimo, sino el sujeto de la soberanía, el instrumento imprescindible para garantizar la igualdad de todos los ciudadanos.
Sé que este presidente es el responsable de la quiebra política que sufre España. Y sé que mientras tenga algún poder en su mano va a seguir desmantelando el Estado, lo poco que le queda aún por destruir. Por todo eso, porque ha roto el contrato suscrito con los ciudadanos, porque ha perdido el crédito y ha fracasado en su política, porque nos lleva a una situación de quiebra institucional irreversible, llamo a la responsabilidad de todos aquellos que puedan hacer algo para evitar este desastre.
No me resigno a pensar que lo único que nos queda es alzar la voz denunciando el desastre. El Estado democrático ha de tener contrapoderes democráticos que eviten que un hombre sin escrúpulos pueda tirar por la borda 30 años de construcción de nuestra democracia. ¿Qué más debe ocurrir para que el establishment político, mediático y económico reaccione? ¿Qué más debe ocurrir para que los que viven bien con este Gobierno, los que esperan a heredar, los que se benefician de sus subvenciones o de la publicidad institucional reaccionen? ¿Qué más debe ocurrir para que los que nos dan lecciones cada día de lo que tenemos que hacer los políticos, los que quieren marcar los tiempos y las pautas, los que levantan el teléfono para llamar a gobernantes extranjeros levanten la cabeza y alcen la voz?
No queda mucho tiempo. Sólo sé que si el egoísmo no nos deja ver, si el cálculo económico o partidario es más fuerte que el patriotismo constitucional, no habrá ni sobras que repartirse.
Rosa Díez es diputada y portavoz de Unión Progreso y Democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario