Las reformas de Rajoy
20:28 (02-01-2011) (La Gaceta)
Rajoy deberá liderar un proceso de reconciliación nacional que deje atrás todas aquellas normas que, en algunos casos conculcando incluso derechos fundamentales, sólo tenían como propósito dividir a la población y atraer hacia el PSOE el voto de la izquierda extrema: la Ley de Memoria Histórica, la Ley del Aborto, la Ley de Igualdad o el proyecto de Ley de Libertad Religiosa
A menudo se repite que España necesita de buenas noticias para recuperar la confianza en sí misma y poder salir de la crisis nacional y económica que nos atenaza. Tras siete años de insufrible sectarismo por parte de un Gobierno socialista dedicado con fruición a enfrentar a los españoles y a socavar las bases de nuestro tejido empresarial, el futuro se observa con desilusión, temor e incertidumbre. Es cierto, pues, que necesitamos de algún motivo que nos devuelva la esperanza, pero, a diferencia de lo que suele pensarse, no nos vale un motivo cualquiera: España sólo podrá salir del pozo en el que la ha metido Zapatero cuando Zapatero ya no esté en La Moncloa.
Ahora bien, mal haríamos en pensar que España tan sólo necesita deponer al actual presidente del Gobierno para lograr enderezar su rumbo. Si bien se trata de una condición necesaria, no es ni mucho menos suficiente. Al cabo, siete años de desgobierno socialista han ocasionado profundos estragos en nuestro marco institucional que tendrán un arreglo muy difícil y costoso. Lo peor del zapaterismo, como ya ocurriera con el felipismo, es que, aun con su artífice desaparecido, los peores rasgos del régimen perduran y siguen carcomiendo los fundamentos de nuestra democracia y de nuestra economía.
En suma, si España quiere despegar, no basta con echar a Zapatero. También es preciso desmontar con decisión y valentía el zapaterismo. Cuando Rajoy llegue a La Moncloa habrá logrado desahuciar a uno de los gobernantes más nefastos de nuestra historia, pero tendrá una dura y compleja tarea por delante: desarmar el asfixiante, liberticida y empobrecedor régimen socialista. Hoy en LA GACETA, convencidos de que este país no se encuentra condenado inexorablemente a la bancarrota, le ofrecemos al actual líder de la oposición algunas ideas acerca de los cambios más inaplazables para empezar a otear el futuro con auténtica ilusión y confianza.
El punto de partida de cualquier reforma pasa por una regeneración democrática que devuelva la soberanía al pueblo y que limite la actuación discrecional de nuestros mandatarios.
Para lo primero habría que arrebatar a las cúpulas de las formaciones políticas la potestad de confeccionar unas listas cerradas y bloqueadas que impiden a los ciudadanos elegir y fiscalizar a sus representantes, tal y como sí sucede en otros países con mucha más tradición democrática, como EE UU.
Para lo segundo es menester resucitar a un Montesquieu que Alfonso Guerra se encargó de enterrar hace 25 años, esto es, separar los poderes del Estado.
Sin una Justicia verdaderamente independiente, la protección de nuestros derechos queda a expensas de los mismos políticos que son los más propensos a violentarlos. La regresión autonómica a través de estatutos que desbordan la Carta Magna, el caso Faisán, la persecución de la enseñanza en casa, la selectiva impunidad de la corrupción, la inaplicación de las sentencias en materia lingüística o la declaración de inconstitucionales estados de alarma son bananeras excepciones al imperio de la ley que sólo se explican por haber convertido a los tribunales en órganos administrativos al servicio de los partidos.
Asimismo, si de rehabilitar la soberanía del pueblo se trata, no bastará con limitar el poder político, sino que también será menester que los gobernantes dejen de despreciar y manipular a este pueblo como si de un inmaduro infante se tratara. A nadie se le escapa que Zapatero ha construido sus victorias electorales promoviendo la confrontación entre los españoles; su estrategia consistía en sacar adelante iniciativas legislativas de extrema izquierda que resultaban inaceptables para la derecha liberal-conservadora. Atacando a la derecha y mimando al radicalismo izquierdista, desplazaba el eje del debate hacia el socialismo, permitiéndole a él, paradigma del sectarismo más atroz, vender una imagen de moderación, talante y centrismo.
Rajoy deberá liderar un proceso de reconciliación nacional que deje atrás todas aquellas normas que, en algunos casos conculcando incluso derechos fundamentales, sólo tenían como propósito dividir a la población y atraer hacia el PSOE el voto de la izquierda extrema: la Ley de Memoria Histórica, la Ley del Aborto, la Ley de Igualdad o el proyecto de Ley de Libertad Religiosa.
Por último, el PP tampoco deberá olvidarse de la economía, motivo de preocupación de la totalidad de los españoles y que bien podría terminar frustrando cualquier propósito de regeneración democrática y reconciliación nacional. La actual situación, con cinco millones de parados y unas finanzas públicas al borde de la bancarrota, es insostenible: ninguna hierba política podrá crecer sobre nuestro actual páramo económico.
La reforma más urgente en este sentido es, sin lugar a dudas, la del mercado laboral, pues la creación de empleo no sólo impulsaría el crecimiento económico, sino que también mejoraría la solvencia de las Administraciones públicas. Será menester, pues, poner fin a regulaciones tan distorsionadoras como la negociación colectiva o a privilegios tan inexplicables como la liberación sindical.
Por otro lado, y pese al alivio que para las cuentas públicas pueda suponer la creación de empleo, también resulta imprescindible que todas las Administraciones adelgacen y se vuelvan más austeras: toca olvidarse de contraproducentes despilfarros como el Plan E y acabar con todas las redes clientelares que, mediante fundaciones y empresas públicas, han ido creando las autonomías y las corporaciones locales a lo largo de los últimos años.
En definitiva, si bien el PSOE nos ha sumido en una depresión nacional y económica, a mucho tardar en 2012 podremos comenzar a desembarazarnos de él. Puede que la situación actual sea grave, pero también tenemos muy bien identificadas las causas de esa gravedad; lo único que necesitamos para salir adelante es voluntad para atacarlas. Es decir, no basta con echar a Zapatero, lo primordial será acabar con su calamitoso legado zapaterista.
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