DEMOCRACIA REAL
Leo en la prensa que, en más de sesenta ciudades del mundo, han salido ciudadanos a la calle para reclamar ‘democracia real’.
Para estos ciudadanos, ‘democracia real’ significa que sean ‘los ciudadanos los que decidan el destino del país’... “y no los poderes financieros y las grandes corporaciones empresariales”.
Si esto es lo que proponen estos ciudadanos ‘indignados’, estamos con la vista puesta en la democracia directa. Veamos estas cosas más de cerca. En la democracia indirecta, que es la vigente en los países democráticos realmente existentes, los ciudadanos eligen a sus representantes. Los representantes políticos deciden, en el Parlamento, las leyes que organizan la vida política, social y económica de una sociedad. Por tanto, los ciudadanos, indirectamente, deciden. Pero es cierto que los sistemas democráticos actuales no concentran el poder, exclusivamente, en el Parlamento.
En las sociedades con democracia directa, como en Atenas, los ciudadanos tenían que dedicar mucho tiempo a la política. Claro que entonces había esclavos y era más fácil para los que no lo eran. Pero hoy no es así. ¿Qué sucede si muchos ciudadanos prefieren no dedicar tanto tiempo a la política? ¿Qué pasa si prefieren ser representados? Al margen de las dificultades derivadas de las sociedades extensas actuales, con gran número de ciudadanos. A diferencia de lo que sucedía, por ejemplo, en Atenas.
Las sociedades democráticas actuales son ‘poliárquicas’, si seguimos a Robert Dhal. Dicho con otras palabras, estas sociedades se caracterizan por tener una diversidad de grupos de poder que tratan de influir en los poderes públicos con el objeto de satisfacer sus propios intereses.
Un ejemplo está en los llamados ‘buscadores de rentas’. Estos grupos de presión tratan, por diversos medios, de obtener el favor de los poderes políticos en forma de subvenciones, modificaciones legislativas, administrativas, etcétera. Estas modificaciones favorecerán, supuestamente, a estos grupos. Un ejemplo clásico es la concesión real de un monopolio. Por ejemplo, de harinas o de tabaco. Actualmente, los sindicatos, la patronal, empresarios importantes, y los más variados grupos, tratan de obtener el favor político y dinero público.
A estos grupos de contraponen ‘los buscadores de beneficio’. Se trata de empresarios que aceptan las reglas de juego del mercado sin hacer trampas.
Volvamos a los buscadores de ‘democracia real’. ¿Pretenden eliminar a las grandes corporaciones y los poderes financieros, o solamente tratan de tenerlos controlados? Si se trata de lo primero, estamos ante experiencias de ‘socialismo realmente existente’, como la antigua Unión Soviética. ¿Es esto lo que quieren? Si, por el contrario, se trata de tener controlados a estos poderes ¿cómo piensan hacerlo? ¿Aumentando las regulaciones? ¿Aumentando el número de inspectores competentes para controlar la correcta aplicación de las regulaciones?
A menos que impongan en todo el mundo este nuevo sistema, los capitales se marcharán a los países con mayor libertad de empresa. Y el país se arruinará. No se puede mantener una economía de mercado sin respetar mínimamente la ‘lógica’ de la economía de mercado.
Otro de los errores de los buscadores de ‘democracia real’ es el intento de conseguir ‘los derechos básicos de vivienda, trabajo, cultura, salud o educación para todos los ciudadanos, o a una “necesaria revolución ética” que no sitúe al dinero por encima del propio ser humano’.
Si todos tienen ‘derecho’ a vivienda y trabajo, por ejemplo, es que los demás tienen el deber de materializar este derecho. ¿Cómo se materializa? Obligando a los ciudadanos a pagar, por medio de impuestos, la vivienda de los demás. O pagando, por medio de impuestos, los puestos de trabajo. O sea, la ruina. Aparte de que, en esta sociedad, lo mejor es ser un vago. Los demás me pagarán la vivienda y me darán un puesto de trabajo. Es mi derecho. Y los demás a currar por mí.
En lo que sí estoy de acuerdo es en su ‘indignación por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del ciudadano de a pie”.
La situación es preocupante y provoca indignación. Pero los ejemplos del ‘socialismo realmente existente’ no han sido una solución. Y vivir, permanentemente, en la utopía, suele provocar abatimiento, melancolía y nihilismo. ¿Por qué? Porque solamente deberíamos proponernos lo que podemos conseguir. Utopías débiles, como mejorar la educación, disminuir la corrupción, y cosas similares. Pedir lo imposible, si lo es, resulta inalcanzable. Claro que algunos prefieren engañarse.
Sebastián Urbina.
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La izquierda radical, tras las protestas de los «indignados»
Anarquistas y antisistema intentan controlar a una marea de descontentos de todo tipo que volvieron a tomar el kilómetro cero a pesar de la prohibición de la Junta Electoral. Todos los individuos detenidos desde el domingo tenían antecedentes por alterar el orden público. En los incidentes, se utilizaron técnicas de «guerrilla urbana». (La Razón)
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Los 'indignados' de Sol proponen el recetario comunista de IU
Las propuestas de Democracia Real Ya son un calco del programa de IU. Más impuestos, nacionalizar, expropiar... En definitiva, más poder político. (ld)
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Tal y como anticipé ayer cada vez está más claro quién manipula los hilos del movimiento contestatario “Democracia real, ya”. Al menos el 60% de las gentes que protestan lo hacen de forma espontánea, inconexa y desorganizada. El agit prop comunista, con el respaldo del radicalismo zapaterista, maneja el resto y se esfuerza por poner todo al servicio de Izquierda Unida. El cui prodest no ofrece dudas. La crítica acerada del bipartidismo beneficia al partido comunista.
El asunto no puede ser más complejo. Por un lado están los ciudadanos hartos de las trapisonderías, las suntuosidades y los despilfarros de los políticos. Por el otro, los que pretenden manipular en su provecho a los manifestantes contestatarios. “De la indignación -escribe José Luis Sampedro en el prólogo al célebre librito de Stephan Hessel- tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados”. Son muchos los que añaden que la indignación debe volcarse también contra los abusos de los partidos políticos. Pero si queremos evadirnos de la tentación totalitaria del poder habrá que reformar el orden social vigente, sajar los abscesos de la democracia pluralista pero sin destruir el sistema porque eso alentaría nuevas formas de comunismo, de nazismo o de fascismo.
Aplaudamos, pues, sin reservas a las gentes que se manifiestan contra los abusos del sistema. Denunciemos también abiertamente a los que se quieren aprovechar de las protestas y lo manipulan todo. (El Imparcial)
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LOS INDIGNADOS.
Por no leer, ni siquiera han leído al tal Hessel. Indignaos, apenas treinta tristes folios a doble espacio. Acaso demasiada letra para la generación mejor formada –dicen– de la historia de España. Ni a Hessel, ni a Marx, ni a Bakunin, ni a Trotsky, ni a nadie. Y se nota. Lo peor es que se nota. Tal vez sea eso lo más deprimente. Porque basta echarles una ojeada somera a las que pretenden sus "propuestas" a fin de dar con el genuino autor intelectual: la tele. Ni una sola idea original, por quimérica o descabellada que se antojase. Pero, eso sí, todos los tópicos, lugares comunes y perogrulladas aprendidos en los púlpitos digitales.
Todos, sin excepción. Desde la prohibición de los rescates bancarios permitiendo la quiebra del sistema financiero, fantasía suicida tan cara a los charlistas del género apocalíptico, hasta la manida reducción de los asesores en las administraciones, otro clásico de los arbitristas mediáticos. Amén, naturalmente, del alegre llamamiento a incrementar el gasto "social" y a bajar el sueldo a los políticos, irrenunciables mantras de cualquier demagogo audiovisual que se precie. Una abigarrada sopa de ganso, vaya. Y es que puestos a ocupar la calle, uno esperaría que, al menos, los indignados cargasen con El Manifiesto Comunista en la mochila; subrayado en rojo, a ser posible. Pero resulta que a lo sumo llevan el Teleprograma.
Qué le vamos a hacer, se nos han amotinado los hijos del zapping, monarcas absolutos del mando a distancia. De ahí esa esquizoide menestra de querencias contradictorias, reflejo de la soberana empanada mental que arrastran sus redactores. Por lo demás, igual que ellos se han hecho en la televisión, la televisión los ha hecho a ellos. La televisión, magnificando su ruidosa nada, que no ese juguete, Twitter creo que le llaman. En fin, mayo del sesenta y ocho se acabó justo el día que comenzaban las vacaciones de verano. Al punto, los papás dejaron de remitir el preceptivo talón mensual a París. Así las cosas, a los insobornables revolucionarios de La Sorbona, súbitamente insolventes, no les quedó más remedio que volver a casa. Y algo parecido ocurrirá aquí. Cuando emitan el próximo capítulo de Física o Química, no queda un alma en la Puerta del Sol. Y si no, al tiempo. (José García Domínguez/ld).
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CONSENTIDOS Y ADULADOS.
En España, la condición necesaria, aunque no suficiente, para que una acción de protesta despierte las tiernas atenciones del poder es que infrinja la ley. Ese insufrible hábito de democracia acomplejada y de políticos oportunistas se ha impuesto, de nuevo, ante la acampada, happening o macrobotellón, que tiene por epicentro la Puerta del Sol madrileña. La Junta Electoral dispuso que era ilegal, y como si dijera misa. La filosofía del Gobierno y de su ministro del Interior es dejar a los niños en paz. Esto es, dejar que vayan –o vuelvan– a ellos. Y si no los nenes, sus papás, que igual verían con malos ojos que sus retoños fueran desalojados sin miramientos por los paladines del progresismo. Al tiempo, políticos de la izquierda y de otros páramos pugnan por adular a los del campamento, abonando la ya asentada noción de que el respeto a las normas sólo rige para los pringados.
Ah, es que son jóvenes. Y, por lo tanto, exentos de responsabilidad. No propongo, vaya, que enviaran a la caballería. Ante todo, para evitar daños a edificios y comercios, pues, por lo demás, cuando uno participa en un acto ilegal ha de ser mayorcito y estar preparado. Tanta sobreprotección a la juventud, sea interesada o bobalicona, crea las condiciones para que los peques se desorienten cuando caen en la realidad desde el mundo Alicia. Razón de más para impedir que sigan haciendo lo que les da la gana. Nada justifica la consentida violación de las normas. Pero cambiemos el decorado. De estar ocupada la plaza de España en vísperas electorales por gentes contrarias a la presentación de Bildu, tendríamos al Gobierno en pie de guerra y al diario global tocando a rebato contra una conducta golpista instigada por el PP, la Brunete y el Tea Party.
Se ha recordado a los amotinados, en difícil lección de geografía, que esto no es Egipto ni Túnez. Cierto. Pero es un rasgo egipcio, y recurrente, que aquí la igualdad ante la ley se tome por el pito del sereno. Y eso sí que es para indignarse. Oh, pero estos chicos merecen ser escuchados; representan el malestar social ante la crisis. Un momento. Sólo se representan a sí mismos en tanto no concurran a unas elecciones. Y si quieren ser sociedad civil, deben mostrar, primero, que son civilizados. Aquí se empieza por no creer en la sociedad civil y se acaba creyendo que es cualquier cosa. (Cristina Losada/ld)
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Muchos pertenecen a los habituales grupos antisistema"
César Vidal dice que una parte de los 'indignados' "mantienen contacto regular con Batasuna-ETA"
César Vidal dedicó su editorial de este 18 de mayo en 'Es la noche de César' de esRadio a los 'indignados' de la madrileña Puerta del Sol. Tras explicar que algunos de los desalojados el marte 16 de mayo se dirigieron hacia el "Centro Social Okupado de Casablanca", desde donde marcharon a los juzgados de Plaza de Castilla, donde agredieron a periodistas y "boicotearon sus equipos de trabajo".
A continuación, Vidal puntualizó:
Las acciones señaladas ponen de manifiesto que buen número de estos jóvenes, lejos de ser, como pretenden, un movimiento ciudadano independiente, participativo y apolítico, pertenecen a los habituales grupos antisistema.
Las fuerzas de seguridad han alertado en varias ocasiones del peligro que presentan estos grupos, que mantienen contacto regular con Batasuna-ETA, y que han recibido entrenamiento de Segi en cursos de guerrilla urbana. (PD).
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LOS AMIGOS DE ETA.
Bildu ve «similitudes importantes» entre su ideario y el del Movimiento 15-M
El dirigente de Bildu Oscar Matute ha afirmado hoy que existen "similitudes importantes" entre las ideas de la coalición abertzale y las reivindicaciones del Movimiento 15-M, aunque, al mismo tiempo, ha rechazado "entrar en el juego de la utilización partidista" de este fenómeno. (La Razón).
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EN CLAVE DE SOL
La indignación de la izquierda zombi
Por Santiago Navajas
La izquierda está muerta y enterrada. Ideológica e intelectualmente hablando. Pero aún se agita, convulsa y compulsiva. Como si fuera un zombi agusanado que de tumbo en tumbo todavía puede producir desastres allá por donde va chocando, desprendiendo el olor fétido de lo que lleva mucho tiempo caducado.Ese hedor se espesa en la figura viejuna de Gadafi, un mártir para Hugo Chavez, o en la silueta más entrañable pero no por ello menos obsoleta de Stéphane Hessel, best seller de la papilla ideológica que es capaz de consumir en estos momentos la izquierda a falta del carácter indómito y el músculo filosófico que un día la caracterizó. En lugar de comunismo revolucionario, consumismo ideológico.
Este último éxito de crítica y público entre los que David Mamet denomina "izquierdistas descerebrados" (liberal braindead) es obra de un viejo luchador de la Resistencia francesa contra los nazis que ahora milita en la Resistencia altermundista contra el capitalismo, la globalización y la tiranía de los mercados. Con la pequeña diferencia de que los nazis lo metieron en Buchenwald mientras que los capitalistas de mercado lo van a hacer rico gracias a los millones de libros que está vendiendo. Quizás el mundo se esté dirigiendo hacia el desastre, pero al menos Hessel progresa adecuadamente al elegir sus enemigos. Algo es algo.
Hay quien sostiene que la izquierda y la derecha son hoy en día indistinguibles. Será porque la primera abandonó su principal marco teórico, el marxismo, entre los años 70 y los 80 gracias a la labor de zapa intelectual que emprendieron contra el lobby cultural dominante gentes como Popper, Aron, Berlin, Revel, Hayek o Friedman, y que Reagan y Thatcher hicieron emerger políticamente. Desde entonces la izquierda se refugia en la inanidad y la vacuidad de vagas apelaciones a ambiguos principios. Como cuando Zapatero explica a sus hijas que la diferencia entre la derecha y la izquierda es que la primera tiene los valores en la Bolsa mientras que la segunda los tiene depositados en el corazón (lo que no impide que cuando salen de puestos de responsabilidad –es un decir– públicos obtengan pingües salarios en las mismas empresas privadas cotizadas en Bolsa que tanto proclaman despreciar, como Felipe González o últimamente Pedro Solbes).
Y es en nombre de los valores y principios del corazón por lo que Hessel titula su sermón a la parroquia juvenil izquierdista con un imperativo moral a la indignación. Pero ¿a la indignación en nombre de qué y en qué dirección, para conseguir qué? En el mejor de los casos, la proclama de Hessel anima a la indignación por la indignación, a la rabieta infantil, una salida tan pobre y estéril como la apatía o la indiferencia. En el peor, lo que se adivina es la típica, rancia y refutada receta estatista de matices dictatoriales:
Una organización racional de la economía asegurando la subordinación de los intereses particulares al interés general.
Y una generalización de la desobediencia al poder político cuando éste es ejercido por sus adversarios.
La democracia le parece fantástica, aunque sólo merece su respeto cuando rema a favor de su ideología. Pero es que cuando se trata de izquierdistas como Hessel hay que tener precaución cuando emplean palabras como democracia o república, porque están pensando en las democracias o repúblicas populares, en las de Cuba y Venezuela, que son las que les motivan, no en las liberales o burguesas, que son en las que cómodamente viven. Hessel carga y clama contra "el poder del dinero" y la "dictadura internacional de los mercados financieros" con una retórica que pretende asimilar, siguiendo una vieja táctica de Willy Münzenberg, el liberalismo y el nazismo. Y es que no han dimitido del dogma marxista de que la culpable de todos los males sociales es la maligna institución de la propiedad privada y el mecanismo más perverso para crear riqueza y libertad, la competencia. En lugar de propiedad privada, Hessel propone la estatización, y en lugar de competencia en el mercado, dirigismo estatista.
Si nos hemos de tomar en serio el escrito de Hessel, tenemos que concluir que lo que él y los que le jalean pretenden es resucitar la economía dirigida de tipo soviético. Si, en cambio, consideramos que todo es un bluf editorial de la industria progresista –el esnobismo pseudorrevolucionario, el radicalismo refinado y el izquierdismo de salón–, los millones de libros vendidos se reducen a mucha pulpa desperdiciada y a la inmortal teoría del general Velasco Alvarado, jefe del socialismo militar peruano de los años setenta:
El gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas no es ni comunista ni capitalista, sino todo lo contario.
La máscara de viejecito bondadoso termina por desprenderse del todo cuando Hessel señala lo que le parece la peor ignominia del siglo XXI. ¿Las violaciones de los derechos humanos en las dictaduras comunistas que todavía asuelan el mundo, de Cuba a China pasando por Corea del Norte? ¿La represión política, cultural y económica que en nombre de Alá es una constante en casi todos los países de dominio cultural islámico? Nada de eso. Lo peor de lo más horrible de lo inasumible le parece a nuestro indignado y provecto resistente que es... Israel. La única democracia en una zona de iluminados hitlerianos y sátrapas medievales, una democracia en la que se defienden los valores de la Ilustración y el liberalismo, en la que los homosexuales pueden manifestarse sin miedo a ser asesinados y las mujeres pueden vestir bikini en lugar de burkini, le parece a Hessel el principal motivo para la indignación.
Tiene la mala suerte el hombre de citar como principal apoyo para su denuncia del presunto comportamiento genocida del Estado de Israel el informe de Richard Goldstone para la ONU, ya que recientemente el mencionado juez se ha desmarcado de las conclusiones que defendió en su momento, señalando la radical diferencia entre las intenciones de un Estado legítimo y democrático como Israel y una organización terrorista como Hamás.
Pero ni la ONU ni Hessel permitirán que la realidad estropee sus tesis en contra de la democracia liberal, el respeto a los derechos humanos y la racionalidad económica. De una forma torticera y sibilina, Hessel justifica el terrorismo de izquierdas como hizo su maestro Sartre, al que invoca para justificarlo bajo la apariencia de matizarlo. Carlos Semprún Maura ya desactivó en La Ilustración Liberal a los sinvergüenzas políticos que como Bernard-Henri Lévy o ahora Hessel tratan de edulcorar y falsificar el compromiso existencialista de Sartre con el terrorismo como método de acción política. Y es que aunque Hessel subraya en negrita que la no violencia es el camino que debemos aprender a seguir, su rechazo al terrorismo se basa en la conveniencia estratégica, no en su rechazo moral y político:
En la noción de eficacia, es precisa una esperanza no violenta.
Su desapego del mundo ilustrado en sus vertientes política –la democracia liberal– y económica –el capitalismo– también alcanza a la tercera pata que sostiene el Occidente de la civilización: la ciencia y la tecnología. Agotada la utopía izquierdista que les hacía situarse de forma equidistante entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, Hessel se refugia ahora en la utopía reaccionaria ecologista que se basa en el miedo como metodología para manipular a las masas y la parálisis para lograr su propósito de destruir al sistema. Lo llaman "equilibrio sostenible", que se conseguiría poco menos que parando todo el sistema productivo, para lo que necesitan hacer creer a la población lo que sigue:
El pensamiento productivista, impulsado por Occidente, ha llevado a una crisis en la que es precisa una ruptura radical con la precipitada carrera del crecimiento, en el dominio financiero pero también en el dominio de las ciencias y la técnicas (...) la aventura humana sobre un planeta que puede llegar a ser inhabitable para el hombre.
Este intento de manipulación mediante la propagación de un miedo difuso a una catástrofe universal es un manido recurso vinculado al milenarismo que las organizaciones ecologistas están usando desde hace décadas. Por ello no resulta extraño que TVE, la televisión estatal al servicio de los intereses ideológicos del gobierno de turno, ponga a disposición de Hessel un programa como Informe Semanal que le sirva de espacio promocional, en el que solo se escuchen las voces a favor de sus tesis, sin que nadie le ponga en cuestión sus ramalazos a favor de la "ambición social" de la Unión Soviética, Cuba o la RDA, mientras que cuando cita a sus enemigos menciona a Hitler o a Franco pero no a Stalin o a Castro.
En el mismo programa publicitario y de propaganda, el un día respetado Informe Semanal, entrevistan a otro zombi de la izquierda, el socialista Jean Ziegler, un clásico en la defensa de los sistemas económicos colectivistas que en los años ochenta formaba parte de la tendencia prosoviética en el seno de la Internacional Socialista. De ahí que cuando lo nombraron "ponente especial sobre el derecho a la alimentación" en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU defendiese el "quitar al mercado el establecimiento de los precios agrícolas", lo que contribuyó a que millones de seres humanos se murieran de hambre. Pero, como Hessel, Ziegler es uno de esos embajadores permanentes que por cuenta del erario público se permiten el lujo de pontificar un festival de buenas palabras y una mermelada de buenos sentimientos con los que empedrar el infierno.
Francia es aún el país del mundo donde más gente se encuentra dispuesta a entonar la Internacional. Al final del mal razonado y peor escrito sermón, el venerable anciano Hessel se nos aparece como un pastiche del mago de Oz que, tras su apariencia de viejecito inocentón y lleno de buenos sentimientos, sólo revela un fraude. Y es que Hessel debería, antes de predicar, repartir trigo. Es decir, aplicarse a sí mismo la indignación que con tanto desparpajo e irresponsabilidad va esparciendo. Una indignación roma y fofa, en el mejor de los casos, irresponsable y narcisista, en el peor. Como suele pasar con los sermones, al final no tenemos sino una monserga.
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