viernes, 20 de mayo de 2011

LA BARCELONA PROGRE

RIUS DA LA PUNTILLA AL BUENROLLISMO

'Contra la Barcelona progre'

Por José María Albert de Paco

Xavier Rius es uno de los pocos periodistas barceloneses que desempeñan su oficio según los modales de aquel Hildy Johnson que interpretara Jack Lemmon en Primera plana (el símil con Walter Burns, el director del Examiner, está reservado a Pedro J. Ramírez).

Por más que en la agenda de Rius haya ruedas de prensa de políticos en lugar de ejecuciones, también él se ocupa de ese fragmento de la realidad en que lo anodino se roza con lo escabroso. Ello no habría de sorprendernos si no fuera porque Rius es, a la par que cronista, director del ameno y modestísimo E-Notícies, un diario de autor en el sentido casi literal del término.

Sus tratos con la casta política local han cuajado en un opúsculo, Contra la Barcelona progre, en que dibuja una Barcelona exhausta, desnortada, pestilente. Según Rius, treinta y dos años de gobierno socialista han desembocado en una vía muerta donde los tics socialdemócratas y altermundistas suplen la ausencia de ideas. El desaire del título pretende dar cuenta del extravío de la izquierda, incapaz de dotar a la ciudad de un relato más o menos plausible y cuya acción de gobierno no remite sino al buenrollismo. En apenas un centenar de páginas, Rius traza un memorándum de los dislates que han precipitado el ocaso barcelonés: la condescendencia con el movimiento okupa, la dictadura de lo sostenible (encarnada, sobre todo, en la impunidad con que ciclistas y patinadores se han adueñado de las aceras), esa feria de los buenismos que fue el Fórum de las Culturas, los altos índices de delincuencia que registra el centro de la ciudad, el insólito referéndum sobre la reforma de la Diagonal (que dañó de forma irreparable el crédito de Jordi Hereu), los fiascos urbanísticos de Oriol Bohigas –apóstol de las plazas duras y responsable de la fachada-búnker de El Corte Inglés–, los tratos de favor al lobby gay, el encargo por parte del consistorio de informes delirantes, como el que versaba sobre los hábitos de los halcones peregrinos o el que medía la incidencia de Messi en la marca Barcelona... Cualquier asomo de comicidad se esfuma a la vista de los precios con que Rius va etiquetando los artículos. El Fórum: 208 millones; el reférendum de la Diagonal: 2,8 millones; el informe sobre los halcones: 10.000 euros...

Pese a que el autor ridiculiza el legado del actual alcalde de Barcelona (la remodelación de los semáforos de la ciudad es, a juicio de Rius, la única medida por la que será recordado Jordi Hereu), Contra la Barcelona progre salpica igualmente a Xavier Trias (al que Rius tilda de poco menos que acomplejado por el empeño con que se sacude la etiqueta de derechista), a Jodi Portabella ("Ha vivido del cuento toda su vida") y a Santiago Espot (candidato de Solidaritat, "digno representante del independentismo friki"). Mención aparte merece Iniciativa por Cataluña, la formación que, sin duda, sale peor parada. No en vano, Rius presenta a la formación ex comunista como una suerte de antigualla ideológica cuyos dirigentes se niegan a admitir que la realidad ha acabado por arrollarlos. No es difícil vislumbrar en el libro la certidumbre, tan sólo aplacada por un prurito de equidistancia, de que ICV, con su tronado adanismo (véanse los casos de los árboles de Navidad accionados a pedales –240.000 euros–, la indiferencia ante el nudismo en pleno Paseo de Gracia o el recurrente fraseo de salón de algunos de sus dirigentes –como Imma Mayol, que se declaró nada menos que antisistema–), de que ICV, decía, es quien de veras ha auspiciado la bancarrota del modelo barcelonés. Lejos queda el maragallismo preolímpico, que cosió la ciudad a un sueño cosmopolita, mestizo, irreverente; que insufló en los barceloneses un orgullo ciudadano que acabó por concitar la furibunda animadversión de los nacionalistas (con Jordi Pujol a la cabeza), que veían cómo Barcelona se iba desgajando inexorablemente de su mística ultramontana. Aún hoy aquella alergia se refleja en la atonía del alcaldable Trias.

Comenzábamos la reseña con Hildy Johnson, el antihéroe de Primera plana que lidiaba con las miserias de lo cotidiano hasta convertirlas en una noticia ensordecedora. También el ángulo desde el que Rius encara a los políticos se asemeja al del cínico y procaz Johnson. Como anuncia Manuel Trallero en su impetuoso prólogo, su periodismo nada tiene que ver con el de un Jordi Barbeta o un Màrius Carol, esto es, con ese inane compadreo con el poderoso del que el lector se sabe excluido. No, el intercambio de golpes entre Rius y sus interlocutores se produce a la luz del día y con las ventanas abiertas. Es probable que el aire desafiante con que Rius templa sus preguntas se deba, en efecto, al hecho de que su parroquia no sólo ve la respuesta, también el espectáculo que aflora en la trastienda (¡el espectáculo del periodismo, nada menos!), y que incluye las notas, el carraspeo, la petición de turno, la espera... En esa tesitura, y siquiera por decoro, no cabe la sumisión.

Es fama que, en Cataluña, esta clase de osadías se pagan: como tantos otros díscolos, el autor de Contra la Barcelona progre está vetado en TV3, lo que, bien mirado, empieza a ser una distinción honorífica.

XAVIER RIUS: CONTRA LA BARCELONA PROGRE. Duxelm (Barcelona), 2011, 119 páginas. Prólogo (en castellano) de MANUEL TRALLERO.

No hay comentarios: