EL PSOE ESTÁ ROTO.
Antes de entrar en la razones en las que se basa el titular de esta crónica tiene que constatarse que la sentencia del Constitucional, no sólo da vía libre a Bildu para competir el 22-M (sus gentes gritaban en Bilbao en la madrugada del viernes las mismas consignas sobre los presos de ETA que hemos oído durante años a todas las marcas y franquicias de la banda terrorista y entonaron su himno de guerra, el Eusko Gudariak), sino que causa lo que, a mi juicio, constituyen auténticos estragos. El más importante es que deja al Tribunal Supremo en evidencia, de tal manera que el vértice del poder judicial –con integrantes profesionales—queda malherido por el pronunciamiento de otro de naturaleza política.
Pero no sólo: la autorización del TC a Bildu quiebra en buena medida la validez de las encuestas que van a ser todavía más favorables al Partido Popular y abofetea a Alfredo Pérez Rubalcaba, pre candidato socialista a las generales, que ha sido uno de los pocos miembros del Gobierno que ha arriesgado a fondo en la impugnación de las listas de Bildu. Pues bien: ha fracasado, pese a su terminante afirmación de que la coalición era una ideación de la banda terrorista ETA y formaba parte de su estrategia.
Mientras, Zapatero estará tan feliz como supone la mayoría de los ciudadanos porque tanto él como otros ministros y dirigentes del PSOE querían, en realidad, que la izquierda abertzale estuviese en los comicios y mantener la relación con el PNV (“tranquilo, Iñigo” le dijo al presidente de los nacionalistas). Han ganado Zapatero-Eguiguren, que siguen entendiendo el terrorismo etarra y su entorno como una “anomalía” generada por el franquismo. Y sobre todo: con un TC ad hoc, Zapatero ha conseguido que la fórmula antiterrorista diseñada por el PP en 2002 –tan exitosa— no siga vigente y resulte sustituida por una concepción—usual en él— de banalidad histórica.
Zapatero y el postfranquismo
El político leonés ha propiciado que su partido –y por extensión, la política española— haya vivido en “un postfranquismo reactivo” en sagaz expresión del catedrático Emilio Lamo de Espinosa, que constata que “todo ello se ha enmarcado por un gobierno postmoderno y líquido, que ha triturado sus compromisos electorales para embarcarse en la más absoluta irrealidad.” Insiste Lamo de Espinosa que “buena parte de nuestros problemas derivan de que, contra lo que pueda parecer, no hemos conseguido desembarazarnos del franquismo (…) Es más, en alguna dimensión, esta segunda transición que se nos ofrece es más bien una anti-transición que nos retrotrae al mismo franquismo, aunque sea en negativo”.
Han ganado Zapatero-Eguiguren, que siguen entendiendo el terrorismo etarra como una anomalía generada por el franquismo.
El sociólogo enumera las generaciones que hemos ido liquidando –es decir, que Zapatero ha liquidado— como la de Felipe González y la de Aznar, y ello a manos de “nuevos líderes que eran casi niños durante la transición, que ignoran lo que fue el franquismo, que no comparten la memoria de la guerra civil y, sobre todo, dan por descontada la Constitución y la democracia y que tratan con desinterés (cuando no con menos precio) ese acervo colectivo que ha sido el duro aprendizaje de la modernidad.” Sobre este acertado diagnóstico no podía suceder sino lo que ha sucedido tanto en la sociedad española como en el seno del PSOE, que ha caído en un fuerte sectarismo.
Los problemas de Cataluña, Andalucía, Madrid y País Vasco
Vayamos a ejemplos concretos que respalden el aserto de esa ruptura emocional y de proyecto que hoy carcome el socialismo español. Puede empezarse por el PSC. Los socialistas catalanes no sólo han exigido que el presidente del Gobierno no aparezca durante la campaña, sino que ya han votado contra su propio partido en el Senado al apoyar que el Gobierno libre para Cataluña, y lo haga de inmediato, el fondo de competitividad. Los dirigentes catalanes del PSC, por otra parte, se han distanciado clamorosamente de militantes propios adheridos a la causa de Zapatero, como en el caso de Carmen Chacón, y han disentido de la acción de Gobierno en tema tan sensible como el de las demandas de impugnación de las candidaturas de Bildu, lo que en realidad al presidente no le importado en absoluto.
El debate en el seno del socialismo catalán –ambas almas, la catalanista y la españolista están profundamente decepcionadas con Zapatero— consiste ahora en si sus diputados en las generales, 25 en esta legislatura, integrados en el Grupo Parlamentario Socialista, se constituirán o no en la próxima como grupo autónomo para mejor visualizar que su acuerdo con el PSOE es federativo y no de integración. En los albores de la democracia, el PSC se perfiló con grupo propio y no sería imposible, sino todo lo contrario, que volviesen a comportarse como lo hicieron en el principio de los años ochenta. Entre el PSOE y el PSC hay una fisura de importante calibre, una desafección difícil de resolver y una desconfianza recíproca por el momento insuperable.
Si Cataluña aporta a las huestes parlamentarias del PSOE nada menos que 25 escaños, Andalucía le supera porque contribuye con 36 (de un total de 169 en la actual legislatura). También allí el PSOE está emocional y funcionalmente roto. La sustitución –torpe— de Manuel Chaves por José Antonio Griñán ha sido un fiasco completo. La disidencia encabezada por Luis Pizarro Medina, ex consejero de Gobernación y Justicia de la Junta, socialista histórico, hombre que domina el partido en Cádiz y que sólo reconoce a Chaves como “el único presidente”, plantea, junto con los graves casos de corrupción y los comportamientos nepotistas del ex presidente de la Junta, un panorama desolador para el socialismo andaluz.
Es público y notorio –aunque no siempre ampliamente reproducido en los medios— que las diversas facciones socialistas en Andalucía están a la greña, enfrentadas, hasta el punto de que, en simetría con Cataluña, por allí no aparecerá Chaves, muy poco Zapatero y mucho González y Guerra, auténticos referentes que el presidente del Gobierno no ha sabido suceder –mucho menos sustituir— en la comunidad-granero del PSOE.
En Madrid las cosas no están mejor. El estúpido enfrentamiento con Tomás Gómez, al que Zapatero quiso oponer inútilmente a Trinidad Jiménez en unas primarias bochornosas para el secretario general del PSOE, han dejado profunda huella de rencor y reservas mentales en el PSM, cuyas expectativas electorales ante Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón son deplorables. En los pasillos de la sede del socialismo madrileño se dice que nada hay más alejado que el zapaterismo de la aspiración izquierdista de la militancia del PSOE en la capital y en la comunidad. O como, irónicamente, se preguntaba un socialista capitalino de primera hora: “¿Es posible el socialismo con un secretario general del PSOE que dice la cursilada de que “el mundo no es de nadie, es del viento”? El 23 de mayo, en Madrid, saldrán navajas de sus fundas y correrá la sangre.
Banalidad y meras gestualidades
No puede eludirse tampoco el malestar de los socialistas vascos que se han sentido permanentemente ninguneados por su secretario general. Zapatero no sólo no conoce el País Vasco, sino que no ha facilitado a López y los suyos la gobernación de Euskadi, puenteándoles con el PNV y mostrándose identificado con el socialista más connotado con el fracasado “proceso de paz” y partidario de fórmulas de negociación y diálogo con ETA, Jesús Eguiguren. La sentencia del TC acerca al PSE y al PSOE más zapateril hacia una nueva entente con los nacionalistas, lo que en el fondo estaba deseando el Presidente del Gobierno. El inconsistente López se lo ha ganado a pulso.
La Fundación Ideas –que quiere ser el órgano de reflexión del zapaterismo socialista— no ha dado de sí lo que podían esperar algunos bajo la presidencia de Jesús Caldera. Pero es muy esclarecedor el trabajo publicado por la Fundación debido al filósofo Daniel Innerarity titulado “La renovación liberal de la socialdemocracia”. El académico observa a la izquierda pesimista y a la derecha exitosa y reclama el campo de las idea como el mejor de los terrenos para que aquella gane a esta: “La izquierda sólo puede ganar si hay un clima en el que las ideas jueguen un papel importante y es alto el nivel de exigencias que se dirigen a la política. Para la izquierda, que el espacio público tenga calidad democrática es un asunto crucial, en el que se juega su supervivencia”.
Muy cierto: Innerarity está denunciando –consciente o inconscientemente y desde la Fundación de Zapatero— las carencias esenciales y endógenas del zapaterismo en el que las ideas son banalidades y la calidad democrática se traduce en meras gestualidades. Y son esas insuficiencias las que han roto a un PSOE que necesitará un líder solvente y serio, tanto como España un presidente igualmente competente y riguroso. El reto consiste, no sólo en arreglar el país, sino también en recuperar la unidad y cohesión del PSOE para que contribuya a mejorar el sistema y no, como ahora, a deteriorarlo. Nadie sabe de dónde saldrá un líder de esas características, luego de que el Constitucional haya cavado la tumba del único socialista con hechuras, Pérez Rubalcaba. Por eso, si necesario era el vuelco electoral antes de la sentencia sobre Bildu, más lo es ahora. Y, sin duda, lo será: el barómetro del CIS del jueves no llegó a medir ni la EPA ni la sentencia del TC. O sea, que se ha quedado en papel mojado. (José Antonio Zarzalejos/El Confidencial)
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