LA NÁUSEA NACIONALISTA.
Los síntomas suelen ser anuncios de que la salud puede estar en
peligro, bien por causas psíquicas, físicas, sociales o una
combinación de las mismas. Si salimos del ámbito de la medicina y nos adentramos en otros terrenos, como el político, podemos percibir, también, síntomas, que anuncian males peores. La náusea es uno de estos síntomas.
En ‘La Náusea’, J.P. Sastre, hace que su personaje Antoine Roquentin trate de reflejar su vida cotidiana en un diario, además de estudiar la biografía de Rollebon, un aventurero del siglo XVIII. Pero Roquentin, después de pasarse los días observando la realidad circundante, tiene un sentimiento de repulsión de la cotidianeidad. Y lo llama ‘la Náusea’. Y este peligroso síntoma le empuja al dulce deseo de enfermar.
¿Qué tiene que ver esto con nuestros nacionalismos periféricos? Con
independencia de que ellos sientan desprecio, odio o náusea hacia España y los españoles, lo más injusto es que sus deposiciones emocionales e intelectuales (por decir algo) les salgan gratis. Por ejemplo, quemar, en público, la bandera española; quemar, en público, la foto del Jefe del Estado; pitar al himno nacional, y otras delicadezas periféricas.
¿Por qué les sale gratis? Por la cobardía y mediocridad de buena
parte de la clase política. Por supuesto, con las dignas excepciones
de rigor. ¿Se salva alguien de este miserable y cobarde contubernio?
peligro, bien por causas psíquicas, físicas, sociales o una
combinación de las mismas. Si salimos del ámbito de la medicina y nos adentramos en otros terrenos, como el político, podemos percibir, también, síntomas, que anuncian males peores. La náusea es uno de estos síntomas.
En ‘La Náusea’, J.P. Sastre, hace que su personaje Antoine Roquentin trate de reflejar su vida cotidiana en un diario, además de estudiar la biografía de Rollebon, un aventurero del siglo XVIII. Pero Roquentin, después de pasarse los días observando la realidad circundante, tiene un sentimiento de repulsión de la cotidianeidad. Y lo llama ‘la Náusea’. Y este peligroso síntoma le empuja al dulce deseo de enfermar.
¿Qué tiene que ver esto con nuestros nacionalismos periféricos? Con
independencia de que ellos sientan desprecio, odio o náusea hacia España y los españoles, lo más injusto es que sus deposiciones emocionales e intelectuales (por decir algo) les salgan gratis. Por ejemplo, quemar, en público, la bandera española; quemar, en público, la foto del Jefe del Estado; pitar al himno nacional, y otras delicadezas periféricas.
¿Por qué les sale gratis? Por la cobardía y mediocridad de buena
parte de la clase política. Por supuesto, con las dignas excepciones
de rigor. ¿Se salva alguien de este miserable y cobarde contubernio?
De momento,la única postura decente que percibo (aparte de las excepciones mencionadas) es la de Rosa Díez (UPyD). Canta las cuarenta y, si es necesario, las cincuenta. Y lo hace con rigor. Algunos dicen que habla así porque representa a un partido pequeño. Me da igual. Hay que juzgar a las personas por lo que hacen y dicen. Pero no podemos condenar a una persona por lo que creemos que hará en el futuro. Aunque no esté de acuerdo con todo lo que dice este partido.
Hablando de síntomas, quiero mencionar el comportamiento nacionalista con motivo de la final de la Copa del Rey de fútbol entre el At. de Bilbao y el Barcelona. No es sólo que el rebuzno ya forme parte de las señas de identidad nacionalista. Es que destacados dirigentes del nacionalismo vasco y catalán animaron o justificaron, directa o indirectamente, insultar al Rey (Jefe del Estado) y a pitar al himno nacional. El peneuvista Anasagasti fue uno de ellos. Recordemos que los nacionalistas vascos subvencionan a la organización radical antiespañola ‘Esait’ y los catalanistas subvencionan (entre otros) a ‘Catalunya
Acció’. Ni siquiera la payasada fue espontánea.
El portavoz de ERC en el Congreso, Joan Ridao, admitió que no le
gustaron los pitidos durante la interpretación del himno de España pero pidió "respeto, vivir con normalidad y no rasgarse las vestiduras" porque se trató, dijo, de una manifestación de la libertad de expresión.
En declaraciones a TVE, Ridao criticó que la cadena pública hizo "un
flaco favor" a un hecho "normal y razonable en democracia", al no
emitir en directo ayer el himno español. La pitada y los abucheos al
himno nacional fueron, a su juicio, una expresión "digamos libre" de
"miles" de aficionados y, en definitiva, una "expresión de rechazo"
que "hay que respetar".
¿Qué pasaría si, en público, se hicieran estas demostraciones de
desprecio hacia las banderas y símbolos de las Comunidades vasca y
catalana? ¿Dirían que es ‘normal y razonable’? Creo que mienten como bellacos. Y lo digo después de una larga experiencia, como los de mi generación. Hemos soportado, durante décadas, la deslealtad, las mentiras y el chantaje sistemáticos de los nacionalistas. Eso sí. Con la inestimable y vergonzosa colaboración de los socialistas. Y la
medrosa, penosa y encogida actitud de los populares. De nuevo, con las dignísimas excepciones de rigor, en ambos casos.
Recordemos al bufón que dijo por TV3, ‘me cago en la puta España’, con las risas periféricas del presentador del programa y el regocijo del auditorio. La Ministra Chacón se puso un suéter con el lema ‘Todos somos Rubianes’, para defender al autor del insulto a España. Que traducido significa, ‘Todos somos zafios como Rubianes’. ¿Haría lo mismo la Ministra de Defensa si otro bufón dijera en TV1, ‘Me cago en la puta Cataluña’? Claro que no. Se rasgaría el suéter con desconsuelo y aflicción. Y pediría explicaciones con aire indignado.
Pues bien, ahí está la enfermedad que los síntomas anuncian. El
desprecio a la nación española, el desprecio a lo que nos une y la
promoción de los que nos separa. La deslealtad, la mentira y
la zafiedad han llegado a tanto. A pesar de que hay muchas cosas que nos unen. Pero han sido, y son, despreciadas por los nacionalistas y por la progresía, mediática y no mediática.
En resumen, si las fuerzas centrífugas, representadas por los
nacionalistas (y sus cómplices), pueden seguir su rosario de
chantajes, desprecios e insultos sin que pase nada, seguirán su ‘normal y razonable’ proceder hasta hundir el barco. Y las fuerzas constitucionales se la cogerán con papel de fumar, como hasta ahora.
En cambio, el Presidente Sarkozy hizo suspender un partido de fútbol, Francia-Túnez, porque se pitó al himno francés. Claro que este político sabe defender la dignidad de la patria. Por algo sabe que su patria es Francia.
Hablando de síntomas, quiero mencionar el comportamiento nacionalista con motivo de la final de la Copa del Rey de fútbol entre el At. de Bilbao y el Barcelona. No es sólo que el rebuzno ya forme parte de las señas de identidad nacionalista. Es que destacados dirigentes del nacionalismo vasco y catalán animaron o justificaron, directa o indirectamente, insultar al Rey (Jefe del Estado) y a pitar al himno nacional. El peneuvista Anasagasti fue uno de ellos. Recordemos que los nacionalistas vascos subvencionan a la organización radical antiespañola ‘Esait’ y los catalanistas subvencionan (entre otros) a ‘Catalunya
Acció’. Ni siquiera la payasada fue espontánea.
El portavoz de ERC en el Congreso, Joan Ridao, admitió que no le
gustaron los pitidos durante la interpretación del himno de España pero pidió "respeto, vivir con normalidad y no rasgarse las vestiduras" porque se trató, dijo, de una manifestación de la libertad de expresión.
En declaraciones a TVE, Ridao criticó que la cadena pública hizo "un
flaco favor" a un hecho "normal y razonable en democracia", al no
emitir en directo ayer el himno español. La pitada y los abucheos al
himno nacional fueron, a su juicio, una expresión "digamos libre" de
"miles" de aficionados y, en definitiva, una "expresión de rechazo"
que "hay que respetar".
¿Qué pasaría si, en público, se hicieran estas demostraciones de
desprecio hacia las banderas y símbolos de las Comunidades vasca y
catalana? ¿Dirían que es ‘normal y razonable’? Creo que mienten como bellacos. Y lo digo después de una larga experiencia, como los de mi generación. Hemos soportado, durante décadas, la deslealtad, las mentiras y el chantaje sistemáticos de los nacionalistas. Eso sí. Con la inestimable y vergonzosa colaboración de los socialistas. Y la
medrosa, penosa y encogida actitud de los populares. De nuevo, con las dignísimas excepciones de rigor, en ambos casos.
Recordemos al bufón que dijo por TV3, ‘me cago en la puta España’, con las risas periféricas del presentador del programa y el regocijo del auditorio. La Ministra Chacón se puso un suéter con el lema ‘Todos somos Rubianes’, para defender al autor del insulto a España. Que traducido significa, ‘Todos somos zafios como Rubianes’. ¿Haría lo mismo la Ministra de Defensa si otro bufón dijera en TV1, ‘Me cago en la puta Cataluña’? Claro que no. Se rasgaría el suéter con desconsuelo y aflicción. Y pediría explicaciones con aire indignado.
Pues bien, ahí está la enfermedad que los síntomas anuncian. El
desprecio a la nación española, el desprecio a lo que nos une y la
promoción de los que nos separa. La deslealtad, la mentira y
la zafiedad han llegado a tanto. A pesar de que hay muchas cosas que nos unen. Pero han sido, y son, despreciadas por los nacionalistas y por la progresía, mediática y no mediática.
En resumen, si las fuerzas centrífugas, representadas por los
nacionalistas (y sus cómplices), pueden seguir su rosario de
chantajes, desprecios e insultos sin que pase nada, seguirán su ‘normal y razonable’ proceder hasta hundir el barco. Y las fuerzas constitucionales se la cogerán con papel de fumar, como hasta ahora.
En cambio, el Presidente Sarkozy hizo suspender un partido de fútbol, Francia-Túnez, porque se pitó al himno francés. Claro que este político sabe defender la dignidad de la patria. Por algo sabe que su patria es Francia.
No como Zapatero.
Sebastián Urbina.
(Reposición)
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