ÉRASE UNA VEZ LA REVOLUCIÓN.
Dos cosas caracterizan al jacobinismo que ocupa plazas, se encuadra en columnas contra el Parlamento y amenaza con una huelga general política, variable izquierdista del golpe de Estado. La primera, el carácter absoluto y totalitario de sus exigencias, tan sublimes e incontestables que justifican la toma permanente del espacio público. La segunda, su carácter emotivo, sentimental e irracional, que a su vez justifica no tener que argumentar ni rendir cuentas ante sus detractores.
¿Por qué un grupo minoritario y poco representativo es el centro de la vida política nacional? Porque ha encontrado enfrente un país debilitado, con los cimientos intelectuales, morales e institucionales podridos.
Intelectuales porque lo malo no es la letanía de eslóganes vacíos y pueriles simplezas, sino el hecho de que sesudos analistas y periodistas han mostrado estar poco por encima de los indignados, acomodándose con ellos en un diálogo por infantil y pasional indigno de ese nombre.
Cimientos institucionales porque ha puesto de manifiesto no sólo la incapacidad del Gobierno para hacer cumplir la ley, sino la debilidad del Estado de derecho y sus instrumentos, de las Fuerzas de Seguridad a la judicatura: simplemente cualquiera que tenga fuerza suficiente para lanzarle un pulso lo hace. Y la clase política, odiada y vilipendiada, ha oscilado entre la cobardía de la huida ante la presión y el apaciguamiento ante sus verdugos.
Y los cimientos morales, porque ha puesto de manifiesto la debilidad cívica de la sociedad española, su tolerancia hacia la violencia, y hacia cualquier grupo capaz de chantajearla en la calle día sí y día también. Entre fascinada, atemorizada y estupefacta, la sociedad ha sido secuestrada por la Spanish Revolución.
Envalentonados y bien organizados, amenazan con una huelga general, a la que aspiran a arrastrar a esa izquierda que ya les rinde pleitesía en partidos y medios de comunicación.
No será porque no lo avisaron el 15-M: érase una vez la revolución. (Oscar Elía/La Gaceta)
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LOS DELITOS DEL 15.M
Las manifestaciones convocadas por el movimiento 15-M en Madrid durante este fin de semana terminaron sin altercados de relieve, lo cual ha servido de excusa para reiterar una vez más el espíritu no violento y, por tanto, legítimo, de este tipo de protestas iniciadas a mediados del pasado mayo. En los últimos días, numerosos comentaristas, e incluso políticos, han diferenciado claramente los bochornosos sucesos acaecidos la semana pasada en el Parlamento catalán del resto de movilizaciones y actos desarrollados por este amplio grupo de jóvenes a lo largo y ancho de España, en un intento por distanciar y separar a los violentos del resto de indignados.
Sin embargo, tal diferenciación no ha lugar. El movimiento 15-M ha incumplido la ley desde su mismo nacimiento, incurriendo así, presuntamente, en delitos y faltas de diversa índole. A continuación, las violaciones más flagrantes de la legalidad vigente:
1. El ya famoso 15 de mayo terminó con varios jóvenes detenidos después de que la manifestación convocada por Democracia Real Ya en el centro de Madrid se convirtiera en una auténtica batalla campal contra la policía.
Desorden público: artículo 550 y 557 del Código Penal.
2. Pese a esos incidentes, los indignados volvieron a plantarse en la Puerta del Sol pocas horas después y, una vez ocupada, ahí se quedaron durante semanas, con el consiguiente perjuicio para los comerciantes y vecinos de la zona. Lo mismo aconteció en numerosas plazas y espacios públicos de toda España, desarrollándose también algunos disturbios.
Desorden público: artículo 550 y 557.
3. El 15-M vulneró explícitamente la prohibición de concentraciones y manifestaciones estipulada por la Junta Electoral los días previos a los comicios del 22 de mayo.
4. Más allá del secuestro del Parlamento catalán, los indignados se manifestaron ante el Congreso de los Diputados, así como otros parlamentos autonómicos y ayuntamientos durante sesiones ordinarias y la toma de posesión de los nuevos cargos políticos.
Delito contra las instituciones del Estado: artículo 494, 496, 497 y 498.
5. Insultos a miembros de la Corona: artículo 490.
6. Cercar la vivienda de Alberto Ruiz Gallardón y Rita Barberá (domicilios privados): artículo 202 y 557.
7. Ocupar establecimientos comerciales y sedes: artículo 202 y siguientes.
8. Impedir desahucios: artículo 544, 550 y 557.
9. Agresiones y amenazas de distinta índole: faltas de distinto calibre.
10. Esos y otros ejemplos evidencian la naturaleza violenta e ilegal que anida en el propio seno del movimiento 15-M. Sin embargo, más allá de estos presuntos delitos cometidos desde que comenzó la ocupación de Sol destaca un hecho que, si bien no es delictivo por no estar tipificado como tal, supondría un auténtico crimen económico de llevarse a término. Y es que, el conjunto de propuestas y el rechazo al Pacto del Euro que pretenden imponer los indignados garantizaría, pura y simplemente, la quiebra de España a corto plazo. (Manuel Llamas/ld).
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DESPROPÓSITOS DE LOS INDIGNADOS.
Se quejan los indignados de que nos quedemos en las malas formas de la Marcha sobre Madrid y desatendamos su fondo; a saber, su conocida oposición a eso que han venido a llamar el Pacto del Euro, trasunto de aquel universalmente vituperado –algunas veces con razón– Consenso de Washington. Es lógico: cuando tomas las principales ciudades de un país y asaltas sus parlamentos, lo normal es que el foco de atención se mueva ligeramente. Pero bueno, atendamos su petición y fijémonos en lo que juran que es la sustancia de su movimiento.
No seré yo quien defienda el Pacto del Euro, más que nada porque eso de que los contribuyentes alemanes y franceses sigan recapitalizando a su banca tratando de evitar que los manirrotos Estados periféricos quiebren, no me parece ni moral ni económicamente acertado. La solución de verdad pasaría, por un lado, por una desamortización de todos los bienes que todavía acaparan esos Estados manirrotos para reducir drásticamente su endeudamiento (ahí está el caso de Grecia, que acumula activos por valor de 300.000 millones de euros, para una deuda de 350.000) y, por otro, por una reducción enérgica de su presupuesto con tal de eliminar su déficit.
Pero los indignados, que de querer –eso decían para quien quiso creerlos– regenerar la democracia española han pasado a pretender rediseñar los balances de todos los Estados y bancos del planeta, no proponen nada de todo esto; al contrario, el programa económico de Democracia Real YA se reduce a exigirle a Europa que nos sigan dando el dinero de sus contribuyentes a fondo perdido con tal de que la fiesta no se acabe. Que no otra cosa es su rechazo al Pacto del Euro: "denos dinero pero no nos exijan ningún compromiso verosímil para que se lo devolvamos". Ni reducciones de gasto ni liberalización de la economía. Nada. Las cosas deben quedarse como están, y si a Zapatero se le ha acabado el dinero, que apoquinen Merkel y Sarkozy (es decir, los sufridos contribuyentes teutones y galos).
Porque si no aceptan ni recortes en el gasto público, ni aumentos de ciertos impuestos como el IVA o Sociedades (en esto, vaya, sí coincidimos), ni una reforma del mercado laboral que se cargue los convenios colectivos para permitir que vuelvan a surgir oportunidades de negocio, ¿cómo pretenden que salgamos de ésta? Sí, de ésta, porque por si alguien no se ha dado cuenta, estamos al borde de la suspensión de pagos.
Recapitulo por si hay algún despistado indignado: los países periféricos, Grecia y España entre ellos, tienen un déficit público de alrededor del 10% del PIB. Eso significa que los impuestos que abonan sus ciudadanos no dan para cubrir los desproporcionados gastos de sus Estados niñera y metomentodo. De ahí que sean los ahorradores extranjeros –esos especuladores canallas que tan poco les gustan– los que nos estén prestado su dinero para que sigamos gastando por encima de nuestras posibilidades. Pero ojo, si nos lo prestan es para que se lo devolvamos algún día –normal, ¿no?–, y para devolvérselo tenemos que abandonar el déficit y amasar un cierto superávit. Mas, ¿cómo generar un superávit si, siguiendo las propuestas de los indignados, el Estado no puede ni reducir gastos, ni aumentar impuestos ni liberalizar la economía?
Mal asunto, sin duda. Entre otras cosas porque si los ahorradores internacionales se convencen de que no vamos a poder pagarles –idea a la que los indignados están contribuyendo notablemente–, dejarán de prestarnos ese 10% del PIB que actualmente nos están prestando. ¿Y qué significaría eso? Pues que ya podemos olvidarnos de tímidos y progresivos ajustes en el gasto público: de golpe y porrazo, habrá que meterle un tajo del 25% a nuestro gasto público (que a eso equivale el 10% del PIB que se nos está prestando). ¿Se lo imaginan? Pues eso es lo que conseguiremos haciéndoles caso a los indignados.
Y es que, al cabo, puestos a indignarse, ¿no sería más razonable hacerlo contra los políticos y el sistema económico –Estados enormes, un muy intervenido sistema financiero y relaciones laborales tomadas por los sindicatos– que nos han abocado a esta desesperada situación? Parece que no: lo que les indigna no es que hayamos malvivido una década de prestado, sino que ahora toque darnos un baño de realismo y comenzar a pagar nuestras deudas. (J.R. Rallo/ld).
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EL ÚLTIMO HURRA DEL SIGLO XX.
¿SABEN los que ayer se manifestaron airadamente contra «el pacto de euro» lo que significa el euro y su pacto? Si lo saben, son unos cínicos; si no lo saben, unos pardillos. El euro y la CEE significó para España, como para los países mediterráneos, un maná en fondos destinados a igualar las diferencias entre el centro y sur de Europa, que se tradujo en autovías, ayudas al campo, infraestructuras y apertura de mercados que hicieron subir el nivel de vida de esos países como nunca en su historia. Vuelvan la vista atrás y me dirán si no tengo razón.
Lo malo fue que llegó la crisis y esos países siguieron gastando al mismo ritmo, sin que ni sus ingresos ni las ayudas de Bruselas aumentasen paralelamente. Es como Grecia, Portugal y España, han venido año tras año acumulando déficit cada vez mayores, que han terminado por poner en peligro el euro. Dándoseles un plazo para que realizasen las reformas estructurales necesarias para volver a ser competitivos, y, en el caso de Grecia, ayudas para ello. Pero no las hizo, como tampoco Portugal, ni la propia España, donde se han hecho a medias. Con lo que el desequilibrio entre el centro y sur de Europa no hace más que crecer, como la alarma. Esto no lo ha creado el mercado. Lo han creado unos gobiernos que no han dicho a sus pueblos su verdadera situación ni se han atrevido a hacer las reformas necesarias. Tampoco lo han creado los especuladores. Los especuladores se han limitado eso, a especular. Y seguirán especulando mientras continúen las condiciones actuales.
Que es precisamente lo que quieren esos indignados manifestantes: que todo siga como estaba. Esos no son revolucionarios. Son reaccionarios que tratan de mantener una situación insostenible, aunque el euro, la Comunidad Europea, el pacto de estabilización se vayan al cuerno. ¿Ceguera, estupidez o complejo de Sansón: «si yo caigo, que caigan todos conmigo»? Elijan ustedes mismos.
Es verdad que políticos y banqueros, los unos ignorando la crisis, los otros aprovechándose de ella, se cuentan entre los principales culpables y hay que pasarles factura por ello. Pero si es así, si quienes debían de haber previsto la crisis y tomado las medidas oportunas contra ella no lo han hecho, ¿por qué no he visto ni una sola pancarta contra Zapatero y su gobierno en las manifestaciones? Aquí hay algo que no encaja, mejor dicho, muchas cosas. Hasta que recordamos que todas estas manifestaciones, como las acampadas en las plazas, han sido autorizadas y permitidas. ¿Por quién? Por el hombre elegido para suceder a Zapatero. Qué casualidad. Qué inmensa farsa. Farsa, como las anteriores, que sólo va a servirles para ganar tiempo y perder más crédito. Y nosotros con ellos. Indignados, eso sí. La última moda del siglo XX. O el último hurra. (José Maria Carrascal/ABC).
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Esos simpatizantes no son pensadores ni filósofos políticos y están cansados de que todo se repita una y otra vez, como en las neurosis muy asentadas: de que la clase política se autorreproduzca ad infinitum, con idénticas características; de que los chorizos de dineros públicos campen por sus respetos; de que los banqueros olviden grandes sumas en Suiza; de que casi nadie proponga nada racional en torno de esta crisis que amenaza hacerse estructural.
Dicho esto, yo no simpatizo con los del 15-M/22-M por variadas razones:
Sobre esto último: en ningún momento de la historia pasada o presente ha habido ni hay movimientos espontáneos. ¿O alguien cree en levantamientos indígenas sin un cura de la liberación que los aliente? Alguien los movilizó. Y lo hizo en la fecha adecuada, es decir, a ver si podían fastidiar las elecciones que iba a ganar y ganó de todas todas el PP. Después lo dejaron estar, sobre todo porque se iban quedando a las puertas de Esperanza Aguirre.
El domingo quisieron hacer su gran demostración de fuerza confluyendo sobre Madrid desde distintos puntos de España. No les salió gran cosa. Lo que sí demostraron es voluntad, lo que quiere decir que si, en un momento dado, se les da la subvención necesaria y se ponen a su servicio unos cuantos medios de comunicación, la pelota puede crecer.
La gran pregunta es si quien los movilizó, y quien piense movilizarlos en un futuro, podrá desmovilizarlos después, llegado el caso. Mussolini no esperaba que la Marcha sobre Roma alcanzara las dimensiones que alcanzó: el poder le llegó un minuto antes de lo esperado y, en cualquier caso, ya no hubiese podido renunciar a él, porque quién le dice que no a las masas desatadas. Se limitó a encuadrarlas a su modo.
Ahora bien, los fascistas querían un orden, nuevo pero orden. Estos lumpen, con su mezcla deletérea de restos de ideologías, si quieren un orden, no saben cuál es, si viejo o nuevo: apenas si tienen una vaga idea de lo que no quieren. Me refiero al montón: los dirigentillos medios, que por el momento no tienen nombre, saben un poco más, y hasta me atrevería a decir que saben qué deben pensar los otros. Y eso que, según me dijo una moza muy dispuesta, son la generación mejor preparada de la historia de España. ¡Y yo, ingenuo, que creía que ésa era la generación de la República, y miren ustedes cómo acabó! No me explicó esa joven audaz cómo sus coetáneos habían alcanzado ese envidiable nivel, ni cómo se logra que no se revele en los informes Pisa, para no dar envidia al personal no hispánico, supongo.
La cuestión es que ya están ahí, y pueden ser empleados para barridos y fregados, según convenga a quien tiene la clave de las movilizaciones. Hoy arriesgaba alguien en la prensa la posibilidad de que sean la vanguardia, no esclarecida ni esclarecedora, del lumpen rebelde en formación para oponerse al futuro gobierno del PP. Es alentador, porque si estos enemigos son un recurso, es porque nadie, ni en el Magreb ni en ningún otro sitio, está masticando otro 11-M. ¿O sí?
Es verdad que políticos y banqueros, los unos ignorando la crisis, los otros aprovechándose de ella, se cuentan entre los principales culpables y hay que pasarles factura por ello. Pero si es así, si quienes debían de haber previsto la crisis y tomado las medidas oportunas contra ella no lo han hecho, ¿por qué no he visto ni una sola pancarta contra Zapatero y su gobierno en las manifestaciones? Aquí hay algo que no encaja, mejor dicho, muchas cosas. Hasta que recordamos que todas estas manifestaciones, como las acampadas en las plazas, han sido autorizadas y permitidas. ¿Por quién? Por el hombre elegido para suceder a Zapatero. Qué casualidad. Qué inmensa farsa. Farsa, como las anteriores, que sólo va a servirles para ganar tiempo y perder más crédito. Y nosotros con ellos. Indignados, eso sí. La última moda del siglo XX. O el último hurra. (José Maria Carrascal/ABC).
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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA
Indignados: los límites del lumpen
Por Horacio Vázquez-Rial
Que los del 15-M tengan simpatizantes no me asombra, aunque se cuente entre ellos a los del 22-M de Barcelona –porque son exactamente la misma cosa–, visto el estado de la Nación. |
Dicho esto, yo no simpatizo con los del 15-M/22-M por variadas razones:
por estética, lo cual implica un juicio ideológico, que no racional;
porque estoy cansado de las mismas cosas que la mayoría, pero la democracia liberal dista mucho de estar agotada, de modo que la manifestación personal me sobra;
porque ni Marx ni yo ni nadie ha podido esperar nunca nada del lumpen, de los desclasados de todos los niveles de la sociedad: del lumpen sólo saldrá, si sale algo, lumpendemocracia, algún engendro de tendencia asamblearia, ineficaz y de corto vuelo;
porque en ese lumpen de Sol y plazas mayores se mezclan anarquistas, okupas, chavistas, castristas, filoislamistas, antisemitas en general, izquierdistas radicales a los que ZP le parece un tibio, feministas, mendigos finos (ateos que no se arrodillan a la puerta de la iglesia);
porque no existen los movimientos espontáneos, alguien los maneja y no sé quién es (ellos, en su mayoría, tampoco: creen que han llegado allí solos, por un amigo que los llamó, una prima de una amiga, o cualquier otra clase de relación establecida con gente a la que en realidad no conocen).
Sobre esto último: en ningún momento de la historia pasada o presente ha habido ni hay movimientos espontáneos. ¿O alguien cree en levantamientos indígenas sin un cura de la liberación que los aliente? Alguien los movilizó. Y lo hizo en la fecha adecuada, es decir, a ver si podían fastidiar las elecciones que iba a ganar y ganó de todas todas el PP. Después lo dejaron estar, sobre todo porque se iban quedando a las puertas de Esperanza Aguirre.
El domingo quisieron hacer su gran demostración de fuerza confluyendo sobre Madrid desde distintos puntos de España. No les salió gran cosa. Lo que sí demostraron es voluntad, lo que quiere decir que si, en un momento dado, se les da la subvención necesaria y se ponen a su servicio unos cuantos medios de comunicación, la pelota puede crecer.
La gran pregunta es si quien los movilizó, y quien piense movilizarlos en un futuro, podrá desmovilizarlos después, llegado el caso. Mussolini no esperaba que la Marcha sobre Roma alcanzara las dimensiones que alcanzó: el poder le llegó un minuto antes de lo esperado y, en cualquier caso, ya no hubiese podido renunciar a él, porque quién le dice que no a las masas desatadas. Se limitó a encuadrarlas a su modo.
Ahora bien, los fascistas querían un orden, nuevo pero orden. Estos lumpen, con su mezcla deletérea de restos de ideologías, si quieren un orden, no saben cuál es, si viejo o nuevo: apenas si tienen una vaga idea de lo que no quieren. Me refiero al montón: los dirigentillos medios, que por el momento no tienen nombre, saben un poco más, y hasta me atrevería a decir que saben qué deben pensar los otros. Y eso que, según me dijo una moza muy dispuesta, son la generación mejor preparada de la historia de España. ¡Y yo, ingenuo, que creía que ésa era la generación de la República, y miren ustedes cómo acabó! No me explicó esa joven audaz cómo sus coetáneos habían alcanzado ese envidiable nivel, ni cómo se logra que no se revele en los informes Pisa, para no dar envidia al personal no hispánico, supongo.
La cuestión es que ya están ahí, y pueden ser empleados para barridos y fregados, según convenga a quien tiene la clave de las movilizaciones. Hoy arriesgaba alguien en la prensa la posibilidad de que sean la vanguardia, no esclarecida ni esclarecedora, del lumpen rebelde en formación para oponerse al futuro gobierno del PP. Es alentador, porque si estos enemigos son un recurso, es porque nadie, ni en el Magreb ni en ningún otro sitio, está masticando otro 11-M. ¿O sí?
1 comentario:
Fatal system error.
Pérdida total de tiempo el leer a Carrascal.
Se ha producido un error mientras se mostraba el error.
Pérdida total de tiempo el responder a lo que dice Carrascal.
Pérdida total de tiempo, ……….. coño, que no tengo tiempo de tonterías Carrascal.
¡Democracia 1.0 necesita actualizarse!: Actualizando democracia 2.0 loading....
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