PAJÍN, ESA LIBERTICIDA TOTALITARIA.
Ha nacido una estrella. Se llama Leire Pajín. Y como tal, ya cuenta con su particular proyecto estelar bajo el título "Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación". Un pomposo y llamativo nombre acorde con el indudable prestigio de su precursora, una joven socióloga cuya vida profesional ha discurrido única y exclusivamente ligada al ámbito político, tras una meteórica carrera en el seno del Partido Socialista.
Pajín, ese adalid de la progresía hispana, ese icono resplandeciente del nuevo socialismo del siglo XXI que tanto gusta en otras latitudes y que tan orgullosamente encarnan líderes de la talla de Hugo Chávez y Evo Morales, ha decidido alzarse, sola pero firme, contra la discriminación, sea ésta del tipo que sea.
Un objetivo loable, digno, sin duda, de su figura cuasi divina. Pajín acaba de autoproclamarse en heroína de la igualdad, defensora a ultranza de los discriminados, entregada salvadora de los desvalidos y repudiados por el mero hecho de ser diferentes o pensar algo distinto a los demás. Leire, esa jueza suprema e incorruptible del pensamiento políticamente correcto, esa fiscal despiadada en la persecución del "delito social", esa abogada incólume en la defensa acérrima de los desiguales. Todo eso y más es Leire Pajín, la asombrosa descubridora de la nueva Verdad... ¡La suya!
Dejémonos de ironías. Bajo ese pomposo y buenista título, "igualdad y no discriminación", propio de los paraísos utópicos del socialismo que, una vez alcanzados, se materializan en auténticos infiernos, yace un proyecto de ley totalitario. Su articulado, envuelto de ideales socialistas, esconde, en realidad, un único fin: ahogar la libertad de empresa, violar la propiedad privada y restringir hasta el extremo el pensamiento y libre elección de los individuos. El análisis detallado de estos aspectos lo tienen aquí (económicos), aquí (jurídicos) y aquí (mediáticos).
La amplia ambigüedad y arbitrariedad que denota el texto otorga al Estado un poder inusitado para sancionar, multar y hasta condenar conductas naturales, es decir, propias del ser humano y típicas del día a día. Y es que, todos y cada uno de nosotros discriminamos siempre y en todo lugar. Actuar no es otra cosa que discriminar, elegir entre varias opciones o, lo que es lo mismo, seleccionar algo excluyendo lo demás. Usted discrimina, de una u otra forma, cuando elige libremente a sus amigos, contrata a un empleado o selecciona a un inquilino...
Pero el proyecto de Pajín contradice este principio básico al primar la igualdad material en sentido estricto frente a la tradicional igualdad formal (ante la ley). La manida "igualdad" se convierte en un fin en sí mismo. Se trata de una aberración jurídica que, en caso de aprobarse, hará saltar por los aires el artículo 14 de la Constitución. Así, pasaremos de "los españoles son iguales ante la ley" a "la ley del Estado impondrá su igualdad a los españoles". En este caso el orden de los factores sí altera –¡y cómo!– el producto.
La socióloga, por muy ministra que sea, parece desconocer que el actual Estado de Derecho se sustenta sobre un nuevo concepto de libertad ideado para romper con las ataduras del Antiguo Régimen. No por casualidad la Declaración de Independencia de los EEUU reza lo siguiente: "Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". La libertad, no la igualdad (material), es un derecho natural, intrínseco al ser humano. Y el hombre se siente libre cuando es dueño de su patrimonio (propiedad privada), no encuentra trabas a su pensamiento (libertad de expresión), educa a sus hijos según sus creencias y profesa libremente religión y oficio. En definitiva, cuando su esfera personal, familiar y profesional no es invadida por el Estado, es decir, por Pajín. (Manuel Llamas/ld)
1 comentario:
No sabía que Pajín fuera una estrella. ¿No será aquella Chicholina que tanto dio que habalr?
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