miércoles, 15 de junio de 2011

¿SÓLO BARRIOBAJERO?




¿Sólo barriobajero?

La diputada de Unión, Progreso y Democracia (UPyD) en el Congreso, Rosa Díez, ha criticado el estilo "barriobajero" que, a su juicio, ha utilizado este miércoles en el Pleno del Congreso el vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, un "personaje" que, según ha dicho, lo único que le provoca es "pena".

De esta forma se ha referido Díez, en declaraciones a Europa Press, al duelo parlamentario que ha mantenido en la sesión de control al Gobierno en la Cámara Baja con Rubalcaba, quien la ha atacado buceando en su pasado como consejera de Turismo del Gobierno del peneuvista José Antonio Ardanza.
"¿Se considera usted corresponsable de las políticas que hizo Ardanza cuando era consejera de su Gobierno?", es la pregunta que Rubalcaba ha dirigido a Díez para defenderse de que ésta le haya hecho "corresponsable" de la crisis política, económica e institucional por la que atraviesa el país.
La portavoz nacional de UPyD cree que Rubalcaba "ha perdido los papeles" y ha echado mano de un estilo "barriobajero" para no contestar a las preguntas que le formula la oposición. "Él está para contestar y no para hacer preguntas a la oposición", ha aclarado.

La política vasca ha asegurado que se ha sentido "insultada" por el número dos del Ejecutivo, de quien ha criticado su "prepotencia" y de quien ha dicho que se ha convertido "en una caricatura de sí mismo".
"Si éste es el que tiene que construir los consensos para el futuro de España, apañados estamos", ha llegado a decir Díez, antes de concluir subrayado que lo único que le provoca el ministro y candidato de facto del PSOE a la Presidencia es "pena". "Me da pena que haya caído tan bajo", ha dicho. (ld)
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El estreno de tomás gómez (ld)

El PSOE quiere meter a los indignados en la Asamblea de Madrid

El mismo día que asedian el Parlamento catalán y agreden a diputados, Tomás Gómez se estrena en la Asamblea de Madrid con guiños a los indignados.

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14-M... 15-M

La revuelta oenegera

Por José María Albert de Paco

El manifiesto que precedió al asalto del espacio público por parte de los sedicentes indignados presentaba un vago hervor antisistema que, en una de sus adherencias, daba cuenta de adónde podía conducir el colapso moral de la casta política española: "El ansia y acumulación de poder en unos pocos genera desigualdad, crispación e injusticia, lo cual conduce a la violencia, que rechazamos".
La velada advertencia de que, si se no atendían sus demandas, la sangre podía llegar al río no sólo no fue condenada por los diarios de referencia, sino que se interpretó (erróneamente) como una declaración gandhiana. En el culmen de la confusión, esos chamizos donde la ciudad tendía a desvanecerse recibieron el nombre de nuevas ágoras, lo que, bien pensado, tiene su aquel.

Con todo, el ingrediente que hizo diana en los medios, el que propició que los indignados se granjearan la simpatía de socialdemócratas y conservadores, fue la evidencia de que la mayoría eran jóvenes y, como tales, estaban exentos de peajes. Apurando la frenada, bien podría concluirse que el mundo les debía algo. Así pareció entenderlo Antonio Pérez Henares, quien, en la tertulia Al Rojo Vivo, declaró sin ambages: "Quien no sienta simpatía por esos chavales es que no tiene humanidad". Así debieron de entenderlo los responsables del programa El Gato al Agua, quienes desplegaron a su infantería por las plazas de España para conferir al movimiento esa brizna de comprensión tan propia de la retórica antipartidos.

Lo cierto, no obstante, es que lo que se dio a conocer como un movimiento regenerador no era más que el embrión de eso que Arcadi Espada ha llamado "batasunización de España", un sintagma que, allende el País Vasco, presenta como rasgo primordial que la serpiente siempre pica al mismo partido.
En este contexto, que el PSOE se plantee adelantar las elecciones al mes de noviembre resulta una obscenidad, mas no porque pretenda utilizar en su favor la coyuntura veraniega, un móvil ya de por sí funesto. No, lo que de veras es inquietante es que el adelanto se haya empezado a mascar después de la asonada del pasado sábado, con centenares de indignados corriendo a gorrazos a los cargos electos del Partido Popular en Burgos, Valencia, Alicante, Sevilla, Valladolid, Benidorm, Ceuta, Murcia, Castellón, Badalona... En esas y otras ciudades el PP había arrasado, un hecho que, como es fama, conduce a la violencia.

Como ocurriera en los días posteriores al 11-M, el PSOE no sólo no ha criticado que la turba indignada zarandeara a los alcaldes y concejales del PP, sino que ha atizado el zarandeo. Veinticuatro horas después de las algaradas, Alfredo Pérez Rubalcaba aireaba en Barcelona un asunto que jamás le ha alterado el pulso, cual es la supuesta catalanofobia del Partido Popular:
Hace muchos años que estoy en política, pero no me puedo quitar de la cabeza que este PP es el mismo que hace muy poco fue al Constitucional y que enmienda una y otra vez leyes, que plantea recursos en temas de lengua; y ver a un partido tan catalán como CiU olvidando tan pronto cómo otro partido fue genuinamente anticatalán me cuesta.
Su henchida aseveración, insisto, nada tenía que ver con Cataluña, país incógnito a sus ojos, sino con la posibilidad de clonar una táctica que ya en el 14-M se reveló triunfal. Respecto a los incidentes con que se cerró la campaña en 2004, la indignación presenta, además, una ventaja insoslayable. No en vano, y en virtud de la tortura del lenguaje, quienes escupen a los políticos conservadores se hacen llamar transversales, no violentos y demócratas. O, para ser exactos, real-demócratas. Si la izquierda, en lugar de acometer su necesaria refundación, perseverase en la criminalización del adversario, la democracia, esta democracia tan grotescamente desdeñada por el comando cazuela, sufriría un traspié del que le costaría levantarse.

No soy optimista al respecto. El domingo, a la misma hora en que Rubalcaba envalentonaba a los suyos en la sede del PSC de la calle Nicaragua, el profesor de Economía Vicenç Navarro exhortaba a un puñado de indignados de Plaza Cataluña a seguir confiando en la política bajo el grosero argumento de que "no todos los partidos son iguales".

Es precisamente ese singular desprecio por las reglas del juego lo que está en el origen de cuanto ocurre en las calles. Eso, y la actitud antojadiza de una generación que va camino de cumplir la profecía de que la democracia española es un pálido simulacro. Sobre todo, claro está, por su distinguido sectarismo.
Con todo, lo más reprochable del 15-M será su coartada. No salió bien, pero el propósito era bueno. En el bien entendido de que a la izquierda, como a las ONG, no se la juzga por su reiteración en el fracaso, sino por su encomiable empeño en salvarnos de nosotros mismos.
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaja ¿se estan poniendo nerviosos? ¿ya no estan tan contentos? a partir de ahora España volvera a ser de los ESPAÑOLES, estos sinvergüenzas por mucho que escenifiquen que se pelean ya no les cree nadie para eso ya estan los tertulianos y demas farandula tv, en Grecia tambien hay Rubalcabas que se pelean como si fuese el futbol o pressing cath, en realidad son cath party o partidos atrapavotos, no es real, basta de comedia no les puede creer nadie, NO ES UNA CRISIS ES UN ROBO. ¿Donde estan las cabezas pensantes de ESPAÑA? por que se callan y no dicen la verdad de lo que ocurre en Europa y el mundo ¿o es que tambien estan en nomina de estos mafiosos? ¿y los economistas? las marujas son ingenieras financieras y sociales y no necesitan ningun master para entender que no hay pan para tanto chorizo.