REBUZNOS. CAT
REBUZNOS. CAT
Sr. Rosell: todos, tanto los catalanes como los andaluces, los manchegos, etcétera, tienen derecho a ser respetados como lo que son: seres humanos. No se haga la víctima. No se critica a nadie por lo que es (catalán, gallego, valenciano, asturiano....) sino por lo que hace. No es tan dífícil. Incluso usted puede entenderlo. ¿Verdad?
ASAMBLEA GENERAL Fútbol Club BARCELONA | ROSELL(Presidente)
"Que nos respeten como lo que somos: catalanes''.
(AS) .
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AGUA PASADA...
Las historias nacionalistas que susurran las voces ancestrales de una patria
ignota en el oído de quienes sienten sojuzgada su identidad raramente aluden a
cuestiones económicas que, sin embargo, forman parte de las preocupaciones
cotidianas del ciudadano común. Por ello, cuando esas voces forman griterío,
como acaba de pasar en Cataluña, e impulsan a los dirigentes políticos hacia la
ruptura del status quo, conviene recordar algunos de esos relatos, en los que
se revelan las consecuencias materiales de tal separación.
La República Checa y Eslovaquia se integraron en un solo Estado en 1920,
tras la desaparición del Reino de Hungría. La unión no duró mucho tiempo, pues
en 1938 los Acuerdos de Múnich, impuestos por la Alemania nazi, desmembraron
Checoslovaquia. Al año siguiente, Eslovaquia se convirtió en un Estado
independiente bajo el régimen totalitario liderado por el sacerdote católico
Jozef Tiso.
La reunificación vendría después de la guerra mundial, cuando, bajo
la influencia soviética, los comunistas se hicieron con el poder. No por ello
se forjaría una nueva unidad nacional, como lo demuestra el hecho de que, tras
la Primavera de Praga, en 1969 el país acabara convirtiéndose en una federación
de dos repúblicas. Veinte años más tarde, la Revolución de Terciopelo haría
caer el comunismo y daría ocasión para que aquéllas se separaran nuevamente, lo
cual hicieron en 1993.
Entre las dos repúblicas había fatiga mutua, desentendimiento y diferencias
de desarrollo. Chequia tenía entonces un PIB por habitante que superaba en un
60 por ciento al de Eslovaquia. La región más rica no soportaba a la más pobre
y viceversa. El desequilibrio fiscal era notorio.
Y sin embargo ambas habían
forjado una fuerte interrelación económica, de manera que su comercio bilateral
resultaba ser veinte veces más intenso que el que podían mantener con cualquier
otro país en condiciones equivalentes de distancia geográfica y tamaño. Lo que
los economistas denominamos efecto frontera se manifestaba con total
nitidez: compartir las instituciones, tener un sólido conocimiento mutuo,
hablar lenguas muy próximas entre sí, etcétera, son factores que favorecen el
comercio, en tanto que las fronteras separan los mercados y dificultan los
intercambios, haciéndolos más costosos.
En 1993 los dos países se separaron. La escisión fue acordada sin mayores
tensiones, aunque ello no significó una ruptura total. De hecho, tratando de
preservar sus relaciones económicas tras la desintegración política, crearon
una unión aduanera y también un mecanismo de liquidación de cuentas entre los
dos Estados para ahorrarse los engorrosos costes de una relación caracterizada
por su amistoso ostracismo.
Fue una prevención casi completamente inútil, pues
en pocos años los intercambios se redujeron drásticamente y en 2001 la
intensidad de los mismos era sólo cuatro veces superior que la que se
constataba con respecto a otros países del mundo. El efecto frontera se había
reducido drásticamente, con lo que se volvía a demostrar que la aparición de
una divisoria política constituye una poderosa barrera para el comercio.
La República Checa, la más rica de las dos, fue la que más perdió con la
secesión.
Una parte de sus mercados se desvaneció en poco tiempo; y con ellos
perdió impulso la producción y el empleo. Al comenzar la década de 2000 la
población había disminuido, y el PIB por habitante, con relación al promedio de
lo que ahora es la Unión Europea, se había reducido significativamente, hasta
el 71 por ciento. En Eslovaquia la economía fue algo mejor, aunque sin que se
registrara nada parecido a una aceleración del desarrollo. La población
experimentó un pequeño repunte y el PIB per capita ganó tres puntos
porcentuales con respecto a la media europea, hasta alcanzar un nivel
equivalente a la mitad de ésta.
No parecía, por tanto, que la secesión hubiera sido un buen negocio para
ninguno de los dos territorios, aunque las dificultades que afrontaron no
fueron tan intensas como las que se desvelaron en las antiguas repúblicas
soviéticas o en algunas de las viejas repúblicas yugoslavas. Tal vez por ello
decidieran emprender una nueva aventura que acabaría en su reencuentro dentro
de la Unión Europea. En 1995 Eslovaquia pidió su adhesión; un año más tarde lo
hizo la República Checa. La apertura de negociaciones tardaría aún varios años
y sólo se hizo efectiva cuando la Unión acordó englobar a ambos países en el
paquete de diez que, de manera conjunta, se integraron a partir de 2004.
La
influencia del padrino alemán –deseoso de ampliar su pujanza hacia el este– y
el optimismo europeo de la época fueron las claves de ese logro. Desde
entonces, las dos naciones han progresado, más Eslovaquia que la República
Checa, de manera que casi han llegado a converger entre sí en cuanto a renta
por habitante. Así, ahora los eslovacos sólo son un ocho por ciento más pobres
que los checos, cuando la distancia que les separaba en 1993 era cinco veces
más grande.
Todo esto es agua pasada. Una vieja historia nacionalista que tal vez no
hubiese habido que evocar si no fuera porque ahora, en España, hay quienes se
miran en el espejo checoslovaco. Se ven reflejados en él porque sus voces
ancestrales así se lo susurran. Y tratan de ignorar las enormes diferencias que
les separan de ese caso tan singular. Compárese, si no, a Cataluña con cualquiera
de esas dos repúblicas. La región española forma parte, para empezar, de un
país miembro de la Unión Europea. En ésta no hay nadie que muestre el menor
deseo de apadrinarla.
La intensidad de sus intercambios con el resto de España
es más del doble de la antes apuntada para Checoslovaquia, con lo que su
secesión tendrá efectos depresivos en la región mucho más profundos que los que
se dieron en ese país. Los impulsores de la separación entre la República Checa
y Eslovaquia repudiaban el sistema socialista porque acababan de salir de él;
pero son legión los secesionistas catalanes que aspiran a instaurar una
república socialista que les alejaría definitivamente de Europa. Si don
Francisco de Goya pudo escribir en uno de sus caprichos que "el
sueño de la razón produce monstruos", al observar todo esto podemos
pensar, parafraseándole, que el sueño de la nación es un esperpento. (Mikel
Buesa/ld)
1 comentario:
Y ahora, permítame la licencia don Sebastián, parafraseandole diría: venga, adelante, no sea usted tonto, hagase del Barça.... si no lo es ya claro
escéptico
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