Artur Mas 2012-09-13
El chantajista en el Ritz
Los términos, por resumir, fueron estos: o se nos da el concierto fiscal o ya saben. No hace falta explicitar y Mas, naturalmente, no lo hizo. Para qué turbar los oídos de la selecta concurrencia. De formular la amenaza se habían encargado los de la manifa, por lo que no era preciso exponerla allí, en el Ritz, en toda su crudeza. Ese modus operandi queda para el chantajista cutre, el que envía su carta con letras recortadas del periódico. Aquí todo el mundo sabe de qué estamos hablando. O el privilegio fiscal o vamos derechitos a la independencia. Empujados, claro, por el "clamor popular" que representaron, como buenos figurantes, los Cien Mil Hijos de San Jordi Pujol que recorrieron Barcelona.
Es la transacción de siempre, la oferta que no se puede rechazar, la que mantiene a las elites de Madrid en el confort moral del autoengaño. Quieren creer que el nacionalismo moderado, ese señor con corbata de Hermés y buenos modales, es el que impide que las cosas se desmanden.
Conviene, pues, tenerlo contento y pagarle el favor como corresponde. A lo largo de treinta años, que ya es tiempo, se han sucedido las cesiones a este o aquel chantaje nacionalista, fuese a cuenta de la política lingüística, de tal y cual transferencia, del Estatuto... en fin, la historia interminable. Nada distinto se ha probado y la cesión no ha alejado el fantasma del fatal desenlace. Al contrario, sólo está más cerca. Lo acaba de presentar Artur Mas en los salones. (Cristina Losada/ld).
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