(La editorial pide 'claridad y rotundidad'. En este blog nunca nos hemos escondido. Hemos ido por lo directo. Lo que pensamos. Desde hace años. No como otros.)
Los empresarios y la independencia de Cataluña
El empresariado catalán empieza, al fin, a reaccionar al órdago
independentista lanzado por el presidente de la Generalidad, Artur Mas.
El propietario del grupo Planeta ha sido el primer peso pesado en
mostrar abiertamente su rechazo. José Manuel Lara no lo ha podido decir
más claro: "Si Cataluña se independiza, Planeta se irá a Zaragoza,
Madrid o Cuenca".
Ya era hora. Poco a poco, los empresarios de la región empiezan a denunciar una deriva que no sólo amenaza con romper España de forma unilateral y totalmente ilegítima, sino que, de llegar a culminarse, devastaría la economía catalana.
El nacionalismo atenta directamente contra los derechos inalienables de individuos y empresas. Normal, pues, que la escalada independentista de Mas y compañía sea vista con "enorme preocupación" por los grandes empresarios y las multinacionales. Precisamente fueron éstas las primeras en reaccionar: hace escasas semanas, sus filiales con sede en Cataluña advirtieron a Mas de que abandonarán la región en el caso de que su proyecto soberanista triunfe. No es de extrañar.
El nacionalismo pretende expulsar a los catalanes de España y de la propia Unión Europea, lo cual se traduciría en nuevas barreras artificiales al comercio mediante la instauración de aranceles, el abandono del euro y la intensificación de trabas administrativas de todo tipo. La secesión significaría, simple y llanamente, menos competitividad empresarial y, por tanto, menos riqueza y empleo en Cataluña. La tragedia para los catalanes sería aún peor si el proceso independentista quedara en manos de la ultraizquierda local, seguramente bien dispuesta a las nacionalizaciones y la adopción de políticas autárquicas.
Si la radicalización nacionalista ya ha provocado daños de considerable magnitud en la economía, sólo queda esperar un futuro aún peor en el marco de una Cataluña independiente, libre de ataduras para perpetrar los peores delirios nacionalistas.
Los empresarios lo saben. De ahí su rechazo. Con todo, no deja de resultar lamentable que hayan tardando tantos años en manifestarse, y que incluso ahora muchos de ellos prefieran no hacerlo. Pero, bueno, en todo caso, más vale muy tarde que nunca. Se acabaron las ambigüedades, las contemplaciones, los oportunismos y el cortoplacismo. Deben pronunciarse con claridad y rotundidad. Y quien dice el empresariado dice el resto del establishment catalán... y del resto de España. Para que todo el mundo sepa a qué atenerse y qué es lo que está en juego. (edit.ld)
Ya era hora. Poco a poco, los empresarios de la región empiezan a denunciar una deriva que no sólo amenaza con romper España de forma unilateral y totalmente ilegítima, sino que, de llegar a culminarse, devastaría la economía catalana.
El nacionalismo atenta directamente contra los derechos inalienables de individuos y empresas. Normal, pues, que la escalada independentista de Mas y compañía sea vista con "enorme preocupación" por los grandes empresarios y las multinacionales. Precisamente fueron éstas las primeras en reaccionar: hace escasas semanas, sus filiales con sede en Cataluña advirtieron a Mas de que abandonarán la región en el caso de que su proyecto soberanista triunfe. No es de extrañar.
El nacionalismo pretende expulsar a los catalanes de España y de la propia Unión Europea, lo cual se traduciría en nuevas barreras artificiales al comercio mediante la instauración de aranceles, el abandono del euro y la intensificación de trabas administrativas de todo tipo. La secesión significaría, simple y llanamente, menos competitividad empresarial y, por tanto, menos riqueza y empleo en Cataluña. La tragedia para los catalanes sería aún peor si el proceso independentista quedara en manos de la ultraizquierda local, seguramente bien dispuesta a las nacionalizaciones y la adopción de políticas autárquicas.
Si la radicalización nacionalista ya ha provocado daños de considerable magnitud en la economía, sólo queda esperar un futuro aún peor en el marco de una Cataluña independiente, libre de ataduras para perpetrar los peores delirios nacionalistas.
Los empresarios lo saben. De ahí su rechazo. Con todo, no deja de resultar lamentable que hayan tardando tantos años en manifestarse, y que incluso ahora muchos de ellos prefieran no hacerlo. Pero, bueno, en todo caso, más vale muy tarde que nunca. Se acabaron las ambigüedades, las contemplaciones, los oportunismos y el cortoplacismo. Deben pronunciarse con claridad y rotundidad. Y quien dice el empresariado dice el resto del establishment catalán... y del resto de España. Para que todo el mundo sepa a qué atenerse y qué es lo que está en juego. (edit.ld)
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