Franquistas y
catalanistas
Esa construcción desde arriba de un tipo de nacionalismo acerca tanto a franquismo y catalanismo que podrían compartir sin reparo alguno la consigna falangista de "una unidad de destino en lo universal".
El aumento paulatino de las competencias desde 1977 por parte de la élite política catalana no ha satisfecho sus expectativas, ni disminuido las reivindicaciones independentistas. Todo lo contrario . La regla matemática parece sencilla: a mayor autonomía, mayor ansia soberanista. Podría pensarse que antes, es decir, durante el franquismo, la represión de las manifestaciones de la identidad catalana impedía que se percibiera dicho deseo, pero sería engañarnos. Este nacionalismo construido desde arriba tiene otra naturaleza. Al igual que el franquismo quiso difundir una visión nacionalista española restringida a unas características estrechas y sectarias, que manipulaban la Historia para lograr un anclaje al régimen, una justificación, la élite política que asumió el poder en la Cataluña autonómica ha hecho lo mismo con un éxito parecido.
Es de gran utilidad, en consecuencia, exponer algunas analogías entre la construcción política de un tipo de nacionalismo español durante la época de Franco, y la que han llevado a cabo los políticos catalanistas desde 1977 para la elaboración del nacionalismo catalán.
Para empezar, la simbiosis entre el poder nacionalista y los medios de comunicación catalanes, sometidos a la Generalitat voluntaria pero no gratuitamente, ha sido cada vez más estrecha . Este empeño culminó con el editorial conjunto de doce periódicos catalanes, que conjugaba perfectamente con el dictado de su clase política. Se puede alegar que los doce no son iguales, pero las diferencias informativas o de opinión entre dichos medios son similares a las que atesoraban los diarios pertenecientes al Movimiento Nacional franquista; esto es, distintas sensibilidades para las distintas familias del régimen.
Si todo nacionalista eficaz sabe que es preciso el control de los medios de comunicación, no es menos importante el de la enseñanza. La transmisión de los valores y símbolos de la identidad catalana, y el deseo de uniformizar la pluralidad social, son principios transversales que surcan la educación, incluida la universitaria . Porque las instituciones educativas, al igual que en otras instancias de la sociedad civil, han sido tomadas por gente comprometida con la causa nacionalista que cree que tienen que cumplir una "función social" antes que profesional. Desde la Ilustración, la educación se ha considerado un instrumento de cambio y concienciación puesto al servicio del poder. La similitud entre el propósito franquista de antaño y el catalanista de hoy es claro.
Otro parecido razonable, y sospechoso, son las manifestaciones de los líderes políticos de que sólo existe un pueblo y, por tanto, una voluntad nacional . En consecuencia, es lógico que no existan diferencias significativas entre los partidos que representan la sociedad, y el que las tenga se convierte simplemente en un traidor o en un agente extranjero. El franquismo quiso desmarcarse de los regímenes del fascismo y del nazismo en 1944 diciendo que era un "régimen típica y naturalmente español", con lo que exigía respeto internacional a la pluralidad de planteamientos políticos; una petición de respeto que negaba para las opiniones dentro de nuestras fronteras. El catalanismo exige la pluralidad para España, al tiempo que la entorpece en Cataluña.
Es fácil que el ciudadano de otros lugares caiga en generalizaciones, pero es preciso recordar que la victoria del nacionalista estará en que se confunda catalanistas con catalanes, cuando son dos realidades distintas. Del mismo modo que durante el régimen anterior se quiso confundir franquista con español.
La utilización de consignas y símbolos nacionales, así como el abuso enfermizo de las banderas, es tan obvio que no merece más explicación. Sólo cabe reseñar la descarada tergiversación histórica basada en la existencia inmemorial de su nación , con las mismas características biológicas y psicológicas hace mil años que hoy, y que esa élite política dice representar y honrar. La mitificación de personajes y acontecimientos, sin ningún rigor histórico, fue obligada para el franquismo tanto como para el catalanismo, ya que permite ejemplificar las supuestas virtudes nacionales, mostrar el victimismo y la opresión extranjera, o una supuesta "Edad de Oro" que la élite política dice que quiere recuperar.
En definitiva, esa construcción desde arriba de un tipo de nacionalismo acerca tanto a franquismo y catalanismo que podrían compartir sin reparo alguno la consigna falangista de "una unidad de destino en lo universal".
http://www.libertaddigital.com/opinion/jorge-vilches/franquistas-y-catalanistas-55658. (Jorge Wilches)
Esa construcción desde arriba de un tipo de nacionalismo acerca tanto a franquismo y catalanismo que podrían compartir sin reparo alguno la consigna falangista de "una unidad de destino en lo universal".
El aumento paulatino de las competencias desde 1977 por parte de la élite política catalana no ha satisfecho sus expectativas, ni disminuido las reivindicaciones independentistas. Todo lo contrario . La regla matemática parece sencilla: a mayor autonomía, mayor ansia soberanista. Podría pensarse que antes, es decir, durante el franquismo, la represión de las manifestaciones de la identidad catalana impedía que se percibiera dicho deseo, pero sería engañarnos. Este nacionalismo construido desde arriba tiene otra naturaleza. Al igual que el franquismo quiso difundir una visión nacionalista española restringida a unas características estrechas y sectarias, que manipulaban la Historia para lograr un anclaje al régimen, una justificación, la élite política que asumió el poder en la Cataluña autonómica ha hecho lo mismo con un éxito parecido.
Es de gran utilidad, en consecuencia, exponer algunas analogías entre la construcción política de un tipo de nacionalismo español durante la época de Franco, y la que han llevado a cabo los políticos catalanistas desde 1977 para la elaboración del nacionalismo catalán.
Para empezar, la simbiosis entre el poder nacionalista y los medios de comunicación catalanes, sometidos a la Generalitat voluntaria pero no gratuitamente, ha sido cada vez más estrecha . Este empeño culminó con el editorial conjunto de doce periódicos catalanes, que conjugaba perfectamente con el dictado de su clase política. Se puede alegar que los doce no son iguales, pero las diferencias informativas o de opinión entre dichos medios son similares a las que atesoraban los diarios pertenecientes al Movimiento Nacional franquista; esto es, distintas sensibilidades para las distintas familias del régimen.
Si todo nacionalista eficaz sabe que es preciso el control de los medios de comunicación, no es menos importante el de la enseñanza. La transmisión de los valores y símbolos de la identidad catalana, y el deseo de uniformizar la pluralidad social, son principios transversales que surcan la educación, incluida la universitaria . Porque las instituciones educativas, al igual que en otras instancias de la sociedad civil, han sido tomadas por gente comprometida con la causa nacionalista que cree que tienen que cumplir una "función social" antes que profesional. Desde la Ilustración, la educación se ha considerado un instrumento de cambio y concienciación puesto al servicio del poder. La similitud entre el propósito franquista de antaño y el catalanista de hoy es claro.
Otro parecido razonable, y sospechoso, son las manifestaciones de los líderes políticos de que sólo existe un pueblo y, por tanto, una voluntad nacional . En consecuencia, es lógico que no existan diferencias significativas entre los partidos que representan la sociedad, y el que las tenga se convierte simplemente en un traidor o en un agente extranjero. El franquismo quiso desmarcarse de los regímenes del fascismo y del nazismo en 1944 diciendo que era un "régimen típica y naturalmente español", con lo que exigía respeto internacional a la pluralidad de planteamientos políticos; una petición de respeto que negaba para las opiniones dentro de nuestras fronteras. El catalanismo exige la pluralidad para España, al tiempo que la entorpece en Cataluña.
Es fácil que el ciudadano de otros lugares caiga en generalizaciones, pero es preciso recordar que la victoria del nacionalista estará en que se confunda catalanistas con catalanes, cuando son dos realidades distintas. Del mismo modo que durante el régimen anterior se quiso confundir franquista con español.
La utilización de consignas y símbolos nacionales, así como el abuso enfermizo de las banderas, es tan obvio que no merece más explicación. Sólo cabe reseñar la descarada tergiversación histórica basada en la existencia inmemorial de su nación , con las mismas características biológicas y psicológicas hace mil años que hoy, y que esa élite política dice representar y honrar. La mitificación de personajes y acontecimientos, sin ningún rigor histórico, fue obligada para el franquismo tanto como para el catalanismo, ya que permite ejemplificar las supuestas virtudes nacionales, mostrar el victimismo y la opresión extranjera, o una supuesta "Edad de Oro" que la élite política dice que quiere recuperar.
En definitiva, esa construcción desde arriba de un tipo de nacionalismo acerca tanto a franquismo y catalanismo que podrían compartir sin reparo alguno la consigna falangista de "una unidad de destino en lo universal".
http://www.libertaddigital.com/opinion/jorge-vilches/franquistas-y-catalanistas-55658. (Jorge Wilches)
1 comentario:
Me parece, modestamente, muy acertada la analogía y excelente el análisis del autor. Felicidades.
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