TONTOS DE LIBRO.
Cataluña
ERC: la voluntad de Cataluña está “por encima de cualquier ley” de España
Junqueras agradece a Mas que se suba al carro de la independencia y le anima a seguir “dando pasos en el sentido correcto”.
Agencias / Redacción (LaVozdeBarcelona).
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DON ARTUR Y EL PUEBLO.
Artur Mas ha advertido que "la última palabra no la va a tener el Tribunal Constitucional" y que si las sentencias de los recursos presentados "desnaturalizan" el texto, CiU propondrá "formalmente al pueblo de Cataluña" una consulta, porque en su opinión la democracia tiene "cierta preeminencia" sobre la ley. "A eso tenemos derecho, a que el pueblo que aprobó el Estatut se vuelva a pronunciar".
Antes de preguntarnos qué es democracia, preguntémonos por la opinión de Don Artur. ‘La democracia tiene cierta preeminencia sobre la ley’. No sea diablillo Don Artur. Diga sin tapujos: ‘La democracia tiene cierta preeminencia sobre la ley democrática’.
¿Qué quiere decir? ¿Quiere decir, Don Artur, que la ley no es
democrática? Prefiero no creer estas cosas de don Artur. ¿Quiere decir
que la democracia populachera, tipo Hugo Chávez, tiene preeminencia
sobre la ley democrática?
¿Qué
es democracia? Seguramente Don Artur intuye, a través de su sangre
catalana, la esencia del pueblo democrático catalán. Yo me limitaré, más
modestamente, a señalar algunos rasgos que, habitualmente, se reconocen
como propios de esta forma política. Algunos textos son de ayuda,
incluso para don Artur. Por ejemplo, ‘La democracia’ de R. Dahl (del que tomaré las características definitorias); ‘La democracia después del comunismo’ de G. Sartori; ¿Qué es la democracia?, de A. Touraine, o el clásico ‘¿Por qué democracia?’ de Alf Ross, entre otros muchos.
Veamos unas características de la democracia que, tal vez, no satisfagan a don Artur. La democracia ofrece oportunidades
para: 1) Participación efectiva; 2) Igualdad de voto; 3) Alcanzar una
comprensión ilustrada; 4) ejercitar el control final sobre la agenda (o
sea, que cuestiones deben tratarse); 5) Inclusión de los adultos.
La
pregunta es ¿no se dan en Cataluña estas circunstancias? ¿Es la
política, en Cataluña, de tan bajo nivel que no se alcanzan estas
exigencias democráticas básicas? Si la respuesta es negativa, habrá que
realizar serias reformas políticas para incorporar a Cataluña al mundo
de la democracia. Por cierto, si es así, ¿qué titulo político ostentan
los políticos catalanes que actualmente gobiernan? ¿Dictadorzuelos?
¿Sátrapas? ¿Príncipes del Principado?
En
el caso de que Cataluña (es decir, sus ciudadanos) disfrutara del
sistema político democrático ¿a qué viene esta extemporánea apelación al
pueblo? ¿Qué es el pueblo, don Artur? Porque parece que hasta ahora las
decisiones políticas, en Cataluña, no habrían sido adoptadas según los
típicos mecanismos de participación indirecta de los ciudadanos,
eligiendo a sus representantes. ¿O sí?
Si
la respuesta es afirmativa, los políticos catalanes están legitimados
para tomar decisiones. Si la respuesta es negativa, ¿qué legitimidad
tienen los gobernantes catalanes actuales? Y si la respuesta sensata es
la primera ¿a qué viene esta apelación a instancias externas a los
procesos democráticos reconocidos por la legislación democrática
vigente? ¿No le basta? ¿O solamente le basta si le dan la razón? Parece
que don Artur quiere apelar al pueblo y no a los ciudadanos. Pueblo como
rebaño indiferenciado, frente a ciudadanos diferenciados, cada uno con
su propia opinión y su voto.
Don
Artur y sus amigos nacionalistas organizarán un
macrobotellón-nacionalista, en el que se dirá (por los altavoces) que el
Tribunal Constitucional atenta contra los derechos inalienables del
pueblo catalán. Si no les dan la razón, cosa que está en el aire en el
momento de escribir estas líneas. En estos momentos mágicos, de fervor
patriótico y de victimismo dolorido, sonará la música de Lluis Lach.
Preferiblemente, ‘L’Estaca’. Mejor al caer la noche, cuando el sol
veraniego ha abandonado las sagradas montañas y el silencio anega las
almas de arrebato lacrimoso. Se encenderán velitas, y hombro con hombro,
entrelazadas las manos, se apelará al pueblo. Aprovechando el momento,
es conveniente hablar de 1714 y la guerra de Sucesión. Rugirá el
respetable. ¡No nos moverán! En catalán, por supuesto.
¿Quién
es el siguiente? Que pase el pueblo vasco. ¡No se apretujen! Los demás
pueblos que esperen turno. Todo llegará. Los escritos de agravios y
ofensas varias, deben ser depositados en el buzón del Comité de
Nacionalidades Oprimidas. Por triplicado y en cualquier idioma.
Terminemos
con unas cuantas vulgaridades analíticas. Primero, ‘pueblo’ puede
referirse a todos, o una parte de un grupo, por razón de etnia, lengua,
u otras propiedades. Segundo, ‘pueblo, también puede referirse a un
subgrupo. Por ejemplo, los charnegos. Tercero, ‘pueblo’, puede no
identificarse con nada de lo dicho anteriormente sino con una entidad
colectiva.
¿Qué
es una entidad colectiva? Puede definirse como elemento común a los
individuos que pertenecen a una especie que, se supone, es independiente
de los individuos. Lo grave es que algunas doctrinas, como el
nacionalismo, atribuyen personalidad moral a estos entes, haciéndolos
titulares de intereses. La nación es el típico ejemplo. Más aún, sr.
Mas, supuestos titulares de intereses metafísicos que estarían por
encima de los derechos y obligaciones de las personas de carne y hueso.
Entramos
así en las concepciones colectivistas en las que la nación o el Estado,
o ambos, adquieren un status ontológico propio y autónomo. Dado que
esto es una filfa, un engaño, se trata de que ciertos individuos (como
Don Artur y demás camaradas) hagan pasar sus propios intereses como si
fueran los intereses de este animal metafísico, la nación, el pueblo, o
el Estado. Es decir, tradición totalitaria en versión catalana. ¡Facha
el que no bote!
Sebastián Urbina.
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