José Luis Rodríguez Zapatero combatió el paro, al
viejo estilo socialista, contratando a 400.000 empleados públicos más,
cuando sobraban por encima del millón. Mariano Rajoy no se ha atrevido a
meter el bisturí a fondo pero ha reducido a nada los excesos
zapatéticos. Hay que felicitarle. Algo es algo. Los Presupuestos
Generales del Estado, si no quieren hacer endémico el déficit, no pueden
abordar el derroche del exceso de empleados públicos, generalmente
amiguetes, parientes y paniaguados de los políticos. Por otra parte, a
mayor número de funcionarios innecesarios, mayores trabas burocráticas.
No se beneficia al ciudadano. Se le perjudica. Paga más impuestos para
sufragar los salarios de los empleados públicos y estos para justificar
sus puestos de trabajo multiplican la burocracia.
Esos sí, Rajoy se ha ocupado de satisfacer las exigencias de enchufismo
de su partido y ha incrementado en 6.400 asesores la cifra abrumadora
que nos agobia. En todo caso, habrá que reconocer el tijeretazo a las
dádivas de Zapatero. Los empleados públicos, en líneas generales, sobre
todo los que se ganaron el puesto por oposición no manipulada, son
responsables, eficaces y trabajadores. En 1976, los españoles pagaban a
700.000 funcionarios. Hasta el año pasado a 3.200.000. Ahora Rajoy los
ha reducido en 400.000, abriendo el camino a que se contengan los
excesos de unas Administraciones despilfarradoras y elefantiásicas.
(Luis María Ansón/El Imparcial)
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