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martes, 12 de noviembre de 2013
BATASUNIZACIÓN DE CATALUÑA.
LA BATASUNIZACIÓN DE CATALUÑA.
No ha costado mucho tiempo, pero sí un gran esfuerzo de deslealtades y de imposturas. El president Mas y su Gobierno, con la nada desdeñable colaboración de su partido, CDC, y la estrecha colaboración de ERC, han conducido a la Cataluña social y política a una radicalización impensable hace algunos años. El incumplimiento de sentencias, el lenguaje y las poses victimistas cada vez más retadoras frente a los “robos” de Madrid, los desplantes y las amenazas de insumisión para poner en marcha el referéndum ilegal para la independencia…
La lista es tan larga como profunda la brecha abierta en la sociedad catalana, que ha cedido el paso a quienes hoy mandan cada vez más: los radicales. La historia demuestra que cuando desde el poder se siembran vientos antisistema, se recogen tempestades de violencia, verbal o física. Cuando se da más credibilidad a quienes abogan por la ruptura del sistema que a quienes proponen mejorarlo, el resultado es catastrófico.
Mientras para buena parte del establishment catalán es mucho más cómodo pensar que el germen de semejante crispación descansa en el autoritarismo de Aznar, la traición de Zapatero o el inmovilismo de Rajoy, un parlamentario de la CUP (Candidatura d’Unitat Popular) llamado David Fernández, en plena sesión parlamentaria, agarró con la mano su sandalia y amenazó al ex presidente de Bankia Rodrigo Rato, a quien espetó: “¿Tiene miedo? Su infierno es nuestra esperanza. Hasta luego, gánster“. Ni el Otegi de sus peores tiempos hubiera amenazado mejor. Pero esta puesta en escena, que seguramente en algunos círculos juveniles catalanes recibirá comentarios de loa y de reconocimiento a su nuevo héroe, no es sino el reflejo de la radicalización de Cataluña en el contexto de un desafío independentista tan provocador como imposible.
En un momento en que Unió titubea y Convergencia desparrama su vocación de partido mayoritario y transversal en beneficio de la izquierda independentista, convirtiendo a ERC en primera fuerza y haciendo respetable a la CUP (la del pendiente y la sandalia) por mucho que no quiera hacerse respetar, a nadie se le ocurrió ayer llamar al orden a un diputado que hizo poco por ser considerado como tal, por mucho que fuera elegido democráticamente en las urnas.
En la Cataluña del desgobierno, la deriva alimentada desde el poder político es tan evidente que empieza a no ser reconocible el seny, el del encuentro y la sensatez, salvo el de esos pocos empresarios que se han atrevido a poner el grito en el cielo ante el enorme riesgo que se cierne sobre un país agitado. De los catalanes de bien depende que una región en otro tiempo admirable sea víctima de sí misma y de sus políticos y termine sufriendo una fractura social interna de consecuencias impredecibles.
(Manuel Erice/ABC)
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