(Mienten como catalanistas. No debería sorprender a nadie que hayan casi monopolizado la prensa, radio y televisión. Escuelas, institutos y universidades. Es fundamental. Tienen que repetir las mentiras catalanistas para que las ovejas repitan la verdad oficial.
Afortunadamente, en Cataluña, hay un sector valiente, culto e inteligente, que resiste. Es lo mejor de esta Cataluña manipulada por el separatismo catalanista. Merecen nuestra admiración y respeto.)
Cataluña
El Govern afirma que la consulta permitirá a Cataluña «redimir» la derrota de 1714
/ La Generalitat explicará en los colegios la guerra de sucesión dentro de los
actos del tricentenario. (ABC). .
Frances Homs (Consejero de Predidencia y Portavoz) "Nos impusieron sus leyes, cultura y lengua, pero no han podido imponernos su voluntad de asimilarnos", asegura el consejero, que compara la guerra de Sucesión con una de Secesión.
(La Gaceta)
(Es asombroso. Han llegado a creer sus propias mentiras.)
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EL MITO CATALANISTA ANTE CUYA
ESTATUA SE HACEN OFRENDAS
Rivera: "Casanova fue un españolazo que animaba a luchar por el Rey y por España"
El
presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, ha revelado en e-noticies que Rafael
Casanova, el mito del nacionalismo catalán ante cuya estatua se hacen ofrendas
de flores en la Diada, fue “un españolazo que animaba a sus soldados a luchar
por el Rey y por España frente a los afrancesados borbónicos. Si los ciudadanos
manipulados por el nacionalismo lo supieran, les daría un ataque de ansiedad al
ponerle flores”. Rivera también ha acusado a ERC de ser un partido de
ultraderecha nacionalista.
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MITOS, VERDADES Y MENTIRAS DEL CATALANISMO.-
Rodolfo Vargas Rubio
Cada 11 de septiembre vuelve a repetirse el mismo ritual: homenajes ante los
monumentos a Rafael Casanova en Sant Boi de Llobregat, Barcelona y otros puntos
de Catalunya, recepción en el Palau de la Generalitat, visitas al Fosser de les Moreres, donde están enterrados
los caídos en el sitio de Barcelona durante la Guerra de Sucesión, sardanas,
conciertos, retretas… y disturbios. Sí, disturbios en los que afloran los
más bajos instintos y los más cerriles sentimientos antiespañolistas, a vista y
paciencia de las autoridades y de los partidos catalanistas que, si
condenan los excesos (si los condenan), lo hacen con la boca pequeña y
secretamente complacidos y hasta orgullosos de sus enfants terribles (como diría Cocteau).
La fiesta nacional catalana (por cierto, una de las pocas en las que se
conmemora una derrota) se ha convertido en la máxima manifestación del
nacionalismo identitario, basado en una mitología hábilmente forjada y
transmitida acríticamente a través del adoctrinamiento en las escuelas y de la
propaganda parcial de los medios de comunicación.
Y no hablamos del mito fundante de Vifredo el Velloso y el origen de la cuatribarrada (que nos parece muy poético y conmovedor), sino de hechos históricos falseados o simplemente ocultados.
Y no hablamos del mito fundante de Vifredo el Velloso y el origen de la cuatribarrada (que nos parece muy poético y conmovedor), sino de hechos históricos falseados o simplemente ocultados.
Cataluña traicionada
Por
ejemplo, poco se habla de la traición a Catalunya perpetrada durante la
sublevación iniciada en 1640 contra el gobierno español del conde-duque de
Olivares por la propia oligarquía extremista catalana. En efecto, esa
oligarquía, para separar de España al Principado, propició el pacto de éste con
Francia, de cuyas intenciones poco se podía dudar, dado que la política
agresivamente centralista y absolutista de Richelieu ya era de sobra conocida.
Los catalanes de a pie fueron engañados por sus líderes, que proclamaron condes de Barcelona sucesivamente a Luis XIII y Luis XIV, contribuyendo así al desastre de 1659, cuando se perdió la Catalunya ultrapirenaica (Rosellón, Conflent, Vallespir, Capcir y parte de la Cerdaña). Ésta pasó, en virtud del Tratado de los Pirineos (obra maestra de Mazarino, el sucesor de Richelieu), a Francia, cumpliéndose así uno de los más importantes postulados de la política gala: llevar la frontera a sus límites naturales.
Los catalanes de a pie fueron engañados por sus líderes, que proclamaron condes de Barcelona sucesivamente a Luis XIII y Luis XIV, contribuyendo así al desastre de 1659, cuando se perdió la Catalunya ultrapirenaica (Rosellón, Conflent, Vallespir, Capcir y parte de la Cerdaña). Ésta pasó, en virtud del Tratado de los Pirineos (obra maestra de Mazarino, el sucesor de Richelieu), a Francia, cumpliéndose así uno de los más importantes postulados de la política gala: llevar la frontera a sus límites naturales.
Luis XIV, por supuesto, a pesar de los solemnes compromisos
asumidos en el Tratado de 1659, acabó suprimiendo en la Catalunya Francesa las
instituciones tradicionales catalanas para implantar la
administración y el gobierno franceses (1663) y prohibiendo el uso del catalán
(1670) por
ser “contrario a nuestra autoridad y al honor de la nación francesa”.
Tampoco se descuidó el poder de la Iglesia, importantísimo factor de difusión de cultura, y foco de resistencia catalana contra el afrancesamiento: Perpiñán, sede del antiguo obispado de Elna, fue desgajada de la provincia tarraconense y declarada sufragánea de la narbonense, nombrando el Rey como obispo a un catalán pro-francés, al que sucedieron prelados franceses. Los conventos y monasterios fueron repoblados por religiosos franceses, a los que se prohibió tener relación con sus hermanos de hábito del otro lado de los Pirineos.
Tampoco se descuidó el poder de la Iglesia, importantísimo factor de difusión de cultura, y foco de resistencia catalana contra el afrancesamiento: Perpiñán, sede del antiguo obispado de Elna, fue desgajada de la provincia tarraconense y declarada sufragánea de la narbonense, nombrando el Rey como obispo a un catalán pro-francés, al que sucedieron prelados franceses. Los conventos y monasterios fueron repoblados por religiosos franceses, a los que se prohibió tener relación con sus hermanos de hábito del otro lado de los Pirineos.
¿Y España? España, que había recuperado su rebelde Condado de
Barcelona, hizo con él borrón y cuenta nueva, sin tomar represalias y
conservando los fueros y libertades catalanes… Pero, claro, de todo esto no se
habla.
La Guerra de Sucesión
Otro mito sobre Catalunya: la Guerra de Sucesión.
Como se sabe, estalló la guerra al pretender el archiduque Carlos de Austria la herencia de Carlos II el Hechizado contra la última voluntad de este último, que había dado la Corona de las Españas al duque de Anjou, nieto del Rey Sol, que llegó a su nuevo reino como Felipe V, siendo recibido cordialmente en Barcelona, donde juró los fueros catalanes el 12 de octubre de 1701.
Y es que, contra lo que suele creerse, no fue de Catalunya desde donde partió la primera rebelión contra el nuevo rey venido de Francia, sino del conde de Melgar, Almirante de Castilla, que se ofreció como asesor al Archiduque, a quien acompañó en su desembarco en Lisboa de 1704, primer acto de hostilidad del conflicto sucesorio.
Como se sabe, estalló la guerra al pretender el archiduque Carlos de Austria la herencia de Carlos II el Hechizado contra la última voluntad de este último, que había dado la Corona de las Españas al duque de Anjou, nieto del Rey Sol, que llegó a su nuevo reino como Felipe V, siendo recibido cordialmente en Barcelona, donde juró los fueros catalanes el 12 de octubre de 1701.
Y es que, contra lo que suele creerse, no fue de Catalunya desde donde partió la primera rebelión contra el nuevo rey venido de Francia, sino del conde de Melgar, Almirante de Castilla, que se ofreció como asesor al Archiduque, a quien acompañó en su desembarco en Lisboa de 1704, primer acto de hostilidad del conflicto sucesorio.
Ese mismo año, en mayo, la flota del almirante inglés Rocke
apareció frente a las costas catalanas. El landgrave Jorge de Hesse-Darmstadt,
que iba en la expedición, intimó al Virrey de Catalunya a la rendición. Ante la
negativa, la flota invasora inició un duro bombardeo sobre Barcelona, del que se
esperaba fuera la señal de una sublevación popular contra Felipe V.
Todo era, sin embargo, fruto de una conjura de la oligarquía levantisca catalana, que pensaba sacar provecho del cambio de monarca. La Diputación de Barcelona se mantenía, por el contrario, fiel a Felipe V mientras que la población se mostraba indiferente ante la perspectiva de un desembarco del Archiduque, que se materializó en 1705, después de un duro bombardeo contra el Castillo de Montjuich.
La ocupación de la Ciudad Condal por los aliados anglo-austríacos se verificó tras la capitulación del Virrey que representaba a Felipe V. Catalunya se plegó entonces a la causa austracista, al igual que Aragón y Valencia, los otros dos importantes componentes de la Corona de Aragón.
Todo era, sin embargo, fruto de una conjura de la oligarquía levantisca catalana, que pensaba sacar provecho del cambio de monarca. La Diputación de Barcelona se mantenía, por el contrario, fiel a Felipe V mientras que la población se mostraba indiferente ante la perspectiva de un desembarco del Archiduque, que se materializó en 1705, después de un duro bombardeo contra el Castillo de Montjuich.
La ocupación de la Ciudad Condal por los aliados anglo-austríacos se verificó tras la capitulación del Virrey que representaba a Felipe V. Catalunya se plegó entonces a la causa austracista, al igual que Aragón y Valencia, los otros dos importantes componentes de la Corona de Aragón.
¿Qué había pasado? Hubo una conjunción de factores: primero,
el sentido práctico de los catalanes, que veía inútil resistir ante los hechos
consumados de la invasión; segundo, el odio antifrancés atizado por la
propaganda del Archiduque y de la oligarquía catalana, que agitaba el espantajo
de un Felipe de Anjou déspota, centralista y sumiso a su abuelo Luis XIV (a pesar de que éste,
aleccionado por la experiencia no siempre feliz de medio siglo de reinado,
había recomendado a su nieto prudencia, moderación y respeto a los fueros de
sus nuevos súbditos).
Así pues, queda desmentido lo que nos cuentan hoy los catalanistas acerca de un supuesto sentimiento antiespañol en el abandono de la obediencia a Felipe V por los catalanes, los cuales no buscaban la secesión, como lo demuestra el hecho de su sumisión al Archiduque, que se autoproclamó “Carlos III, Rey de España y de las Indias” y en cuyos planes no entraba, por supuesto, permitir el cercenamiento de ninguno de los territorios de la monarquía hispánica.
La denominación de “Rey de los Catalanes” que comúnmente se le da es incompleta si no se considera que el llamado “Rei Maulet” era también Rey de los Valencianos, de los Aragoneses, de Castilla y de los demás florones de la Corona forjada por los Reyes Católicos.
Así pues, queda desmentido lo que nos cuentan hoy los catalanistas acerca de un supuesto sentimiento antiespañol en el abandono de la obediencia a Felipe V por los catalanes, los cuales no buscaban la secesión, como lo demuestra el hecho de su sumisión al Archiduque, que se autoproclamó “Carlos III, Rey de España y de las Indias” y en cuyos planes no entraba, por supuesto, permitir el cercenamiento de ninguno de los territorios de la monarquía hispánica.
La denominación de “Rey de los Catalanes” que comúnmente se le da es incompleta si no se considera que el llamado “Rei Maulet” era también Rey de los Valencianos, de los Aragoneses, de Castilla y de los demás florones de la Corona forjada por los Reyes Católicos.
El 11 de septiembre
Refirámonos ahora a la figura de Ramón Casanova, idealizada ad nauseam hasta hacer de él una suerte
de mártir de la independencia catalana.
Se trataba del hijo de una familia propietaria rural, dedicado a la abogacía, carrera que le abrió las puertas de la política. Habíase casado con una rica viuda de Sant Boi de Llobregat, la cual había tenido un hijo de su primer matrimonio con un linajudo personaje de apellido Campllonch, originario de Púbol. María Bosch, que así se llamaba la mujer de Casanova, le dio cuatro vástagos, de los cuales sobrevivió uno, llamado Rafael, como su padre. Casanova padre resultó elegido conseller tercero del municipio barcelonés, cargo en el cual abrazó la causa austracista.
Se trataba del hijo de una familia propietaria rural, dedicado a la abogacía, carrera que le abrió las puertas de la política. Habíase casado con una rica viuda de Sant Boi de Llobregat, la cual había tenido un hijo de su primer matrimonio con un linajudo personaje de apellido Campllonch, originario de Púbol. María Bosch, que así se llamaba la mujer de Casanova, le dio cuatro vástagos, de los cuales sobrevivió uno, llamado Rafael, como su padre. Casanova padre resultó elegido conseller tercero del municipio barcelonés, cargo en el cual abrazó la causa austracista.
Más tarde, se convirtió en Conseller en Cap, lo que le dio acceso a
la nobleza urbana como “ciudadano honrado”. En calidad de tal apoyó la
continuación de la resistencia contra Felipe V a pesar del armisticio impuesto
por las negociaciones de Utrecht para poner fin a la Guerra de Sucesión.
Cuando el 11 de septiembre de 1714 se desencadenó la ofensiva
final de los botiflers (los
ejércitos de Felipe V), Rafael Casanova tomó la bandera de Santa Eulalia (la de
Barcelona, y no la cuatribarrada) y fue personalmente a animar a los defensores
de la ciudad. En medio de sus correrías, fue herido levemente en una pierna, siendo llevado al
hospital habilitado en el Colegio de la Merced.
Aquí se pierde su pista y desde luego a la historiografía romántica catalanista le hubiera encantado que fuera definitivamente, para poder contar con un héroe nacional desaparecido en medio de la epopeya de la resistencia. Lástima –para ellos– que no fuera así, pues en 1719 encontramos a Rafael Casanova ejerciendo tranquilamente la abogacía, sin haber sido represaliado por Felipe V y perfectamente integrado en la Catalunya de nueva planta. Es más, su hijo y homónimo Rafael Casanova, se matriculó en Derecho en la flamante Universidad de Cervera, de tan ominosa memoria para los nacionalistas como creación que fue del primer Borbón de España. La vida del ex Conseller en Cap se extinguió apaciblemente en 1743, en la finca de Sant Boi de Llobregat, a donde se había retirado en 1737 y por cuya propiedad pleiteó hasta su muerte con el legítimo heredero, José Campllonch, desplazado a favor de Casanova hijo.
Aquí se pierde su pista y desde luego a la historiografía romántica catalanista le hubiera encantado que fuera definitivamente, para poder contar con un héroe nacional desaparecido en medio de la epopeya de la resistencia. Lástima –para ellos– que no fuera así, pues en 1719 encontramos a Rafael Casanova ejerciendo tranquilamente la abogacía, sin haber sido represaliado por Felipe V y perfectamente integrado en la Catalunya de nueva planta. Es más, su hijo y homónimo Rafael Casanova, se matriculó en Derecho en la flamante Universidad de Cervera, de tan ominosa memoria para los nacionalistas como creación que fue del primer Borbón de España. La vida del ex Conseller en Cap se extinguió apaciblemente en 1743, en la finca de Sant Boi de Llobregat, a donde se había retirado en 1737 y por cuya propiedad pleiteó hasta su muerte con el legítimo heredero, José Campllonch, desplazado a favor de Casanova hijo.
Aquí nos hemos limitado a consignar
unos cuantos hechos y ya se sabe: contra
facta non sunt argumenta (no hay argumentos contra los hechos). Ninguna leyenda áurea, por muy
patrocinada desde el poder que se halle, puede modificar la
Historia.Desgraciadamente, la de Catalunya, tan rica y fecunda por otros
conceptos, nos la dan hoy impunemente adulterada.
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Rafael Casanova, a quien se rinde tributo cada año con motivo de la
Diada, instó a derramar la sangre por «el Rey, por la
Patria y por la libertad de España»
El bando del patriota
El 11 de Septiembre de 1714, Rafael
Casanova mandó pregonar por todas las calles de Barcelona un bando que incluye
la siguiente frase:
«Se confía, que todos como
verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares
señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por
su honor, por la Patria y por la libertad de toda España»
M.
J. C. | BARCELONA
Rafael
Casanova, consejero en jefe de Barcelona cuando España estaba inmersa en la
guerra de sucesión -entre los partidarios del Archiduque Carlos y de Felipe de
Anjou-, es uno de los iconos del nacionalismo catalán. Cada 11 de septiembre,
con motivo de la Diada, todos los partidos políticos, así como asociaciones
sociales y deportivas, participan en la ofrenda floral realizada ante el
monumento a Casanova situado en la calle Girona de Barcelona. Sin embargo, hay
quien cuestiona el soberanismo de Casanova, pues el 11 de septiembre de 1714, fecha
en la que Barcelona claudicó ante las tropas de Felipe V, emitió un bando
que repartió por las calles de Barcelona en que se decía textualmente que
«atendiendo que la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside
la libertad de todo el Principado y de toda España», confiaba en que los
barceloneses, «todos como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la
libertad, acudirán a los lugares señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por
su honor, por la Patria y por la libertad de toda España».
Perdonado por Felipe V
La vida y obra de Rafael Casanova, quien a pesar de haber abrazado la
causa del Archiduque Carlos fue perdonado por el rey Borbón y murió a los 83
años en su ciudad natal, Sant Boi de Llobregat, protagoniza una campaña de
Ciutadans titulada «Vamos a contar diadas», en la que esta formación liderada
por Albert Rivera, desmitifica este personaje y recuerda que en la Diada de
Cataluña se rememora una derrota. Ciutadans, que no acudirá a la ofrenda ante
el monumento a Casanova, siempre ha defendido que esta festividad se traslade
al 23 de abril, día de Sant Jordi. (ABC)
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