MENTIRAS DEL
NACIONALISMO CATALÁN.
Mentira 1: “Cataluña no pudo participar en el comercio americano”.
Incluso en los inicios participaron, a través de los agentes autorizados
en los puertos de Sevilla y Cádiz. Después, el tan odiado por ellos, rey Felipe
V, creó los monopolios de la Compañía de Barcelona y de la Compañía Guipuzcoana
de Venezuela, sobre varias zonas americanas.
Mentira 2: “Cataluña desarrolló su industria por sí misma”.
Fueron de los beneficios del
comercio americano y los ahorros de las zonas más agrícolas del resto de España
(porque su banca fracasó).
Mentira 3: “Siempre se ha marginado a Barcelona”.
Ellos marginaron a los demás. La
Compañía de Barcelona y la Guipuzcoana de Venezuela controlaron todo el litoral
levantino y cantábrico, anulando el desarrollo económico de ciudades como
Mataró, Alicante, Valencia, Málaga, Santander y La Coruña.
Mentira 4: “España vive de Cataluña”.
Nunca ha sido verdad. Perdidos
todos los territorios americanos, exigieron un proteccionismo absoluto y crearon
un mercado cautivo a medida de su subdesarrollada y poco reinvertida industria.
Ahora aún es peor, nos roban y
oprimen.
Mentira 5: “Cataluña genera más riqueza que la recibida”.
Navarra o Baleares tienen una
renta per cápita mayor, y Madrid (la obsesión de los catalanistas) supera a
Barcelona en comercio e inversión industrial, y sobre todo,
aún serían menos sin el mercado, los capitales y la mano de obra españolas.
Mentira 6: “Cataluña quiso reformar
España”.
Todas las intervenciones
catalanas en la política nacional han sido interesadas y nefastas: Cambó en la
etapa de Primo de Rivera, la disolución en el seno de la I República, las
agitaciones de la II, la traición a sus aliados en la Guerra Civil, la
permisividad del franquismo con ellos y el constante acoso y chantage en la
actual democracia.
A los catalanistas, a diferencia
de los asesinos vasquistas, no les basta con la separación sino que quieren
seguir dominando y para ello necesitan un conjunto de cantones desmembrado.
Mentira 7: “Somos progresistas”.
Jamás lo han sido. Su ideología
nace del reaccionarismo católico y burgués, como en el caso vasco, y su
“integración” es el reverso de la actitud racista: negar al otro.
Sus aparentes políticas
“progresistas” en el campo socio-cultural le sirven para esconder sus
propósitos, diluir a la izquierda y a las fuerzas democráticas y eliminar
resistencias del pueblo y la cultura (sobre todo el idioma) españoles.
Mentira 8: “Somos solidarios y tolerantes”.
La “solidaridad” es infiltración,
sólo les interesa ondear la banderita y, sobre todo, atacar lo español y a los
españoles, objeto de su odio y envidia.
Quien se mira el
ombligo con intenso fanatismo no puede aceptar a otros.
Mentira 9: “Atacan a Cataluña”.
Todo nacionalismo crea una nación
imaginada y la convierte en fetiche político y banderín de enganche de todas
las frustraciones personales y colectivas de sus componentes.
Quieren ser porque ni son ni
fueron.
Mentira 10: “Cataluña
es”.
No es nada. Económicamente sólo
existen Barcelona y Tarragona, y el término territorial “catalán” no existe más
que en el voluntarismo nacionalista surgido en el siglo XIX y las
manipulaciones de sus instituciones.
El “antiguo reino” no existió
sino como condado enfeudado al aragonés, cuya bandera copiaron.
(María Jesús Cañizares/ABC).
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MÁS MENTIRAS. CAT
maría jesús cañizares / barcelona
Día 10/11/2013 - 12.38h
Javier Barraycoa (Barcelona, 1963) vuelve a desmontar los mitos nacionalistas en su libro «Cataluña Hispana» (LibrosLibres) del que ABC publica un extracto
1- Existe un sustrato étnico catalán
Catalanistas como Prat de la Riba o el historiador Ferran Soldevila,
insistían en un sustrato ibérico que compondría el fundamento étnico del pueblo
catalán. Pero el historiador Vicens Vives afirma en su «Noticia de Catalunya»,
publicado en catalán durante el franquismo: «Somos fruto de diversas levaduras
y una buena parte del país pertenece a una biología y a una cultura de
mestizaje. No remontándonos más allá de la época carolingia sabemos que el
núcleo de nuestra población campesina la formaban los «homines undenque
vinientes», es decir, «los hombres que venían de cualquier parte».
2-El mal de Cataluña es el centralismo madrileño
Barcelona fue una de las sedes de la Corte de los Reyes Católicos o
la ciudad de España donde más cómodo se sintió Carlos I. En ella recibió el
título de Emperador. El Arzobispado de Tarragona obtuvo el título de Primado de
las Españas y aún lo mantiene compartido con el Primado de Toledo. La
construcción de un Estado jacobino en el siglo XIX impidió que el Estado
español se forjara al estilo francés. La ausencia de una administración fuerte
permitió que Cataluña dedicara sus esfuerzos a enriquecerse e intentar liderar
el Gobierno español.
3- Cataluña fue una «nación» gracias a la negativa de Borrell II
de rendir pleitesía al rey franco Hugo Capeto
El imperio Carolingio se desmoronaba y le costaba mantener su
influencia sobre los Condes de Barcelona. Sin embargo, el Conde Borrell II no
proclamó la independencia sino que se sometió en vasallaje al Califato de Córdoba,
regido por Alhaquem. Su sucesor, Almanzor, arrasó media Península y de paso
Barcelona. Borrell II, atemorizado, pidió ayuda a Hugo Capeto. Debían
encontrarse ambos personajes para que Borrell II le rindiera vasallaje, pero
ese encuentro nunca se produjo. Los nacionalistas interpretan que aquello fue
un acto de independencia. Pero nadie sabe lo que pasó. Los Condes catalanes no
tuvieron reparo en casar su descendencia con la aristocracia y la realeza
castellana.
4- La Generalitat es originalmente catalana
La Generalitat fue una institución provisional de la Corona de
Aragón, instituida en las Cortes de Monzón en 1289. En el Palacio de la
Generalitat se puede ver una placa que anuncia que se fundó en Cervera en 1359.
Este desfase en el tiempo se refiere a unos acuerdos sobre la composición
(provisional) de la Generalitat, concebida como mero órgano recaudador de
impuestos. La constitución política de la Generalitat se debe al primer
Trastámara que ocupó la Corona de Aragón: Fernando I. Los Trastámara llegaron a
ser algo en el Reino de Castilla gracias a los apoyos de Pedro IV de Aragón.
5- Cataluña ha tenido una espiritualidad diferente
El centro espiritual de Cataluña rara vez fue independiente. Gracias
a los Reyes Católicos, Montserrat pasó a depender del Monasterio de San Benito
el Real de Valladolid, llegando a florecer como nunca. Durante cuatro siglos,
hasta las persecuciones del siglo XIX, Montserrat estuvo llevada por
mayoritariamente por monjes castellanos. El más famoso fue García Ximénez de Cisneros
(hermano del famoso Cardenal) que ahí redactó «El exercitatorio de la vida
espiritual».
6- Los catalanes no participaron en la Conquista y el «genocidio»
americano
Algunos nacionalistas se empeñan en que sólo gracias a los catalanes
se pudo iniciar la conquista de América; otros se quejan de que no se dejó
participar a los catalanes. Cataluña participó, a su ritmo, en la conquista de
América. Desde el batallón de voluntarios catalanes que participaron en el
descubrimiento de California, al Tercio de Miñones catalanes que defendió
Buenos Aires del intento de invasión inglesa, hay miles de ejemplos.
7- «Nación» catalana nada tiene que ver con «nación» española
En los dietarios de la ciudad de Barcelona, se recogía en 1492 las
celebraciones «más grandes jamás vistas» con motivo de la toma de Granada, en
la que participaron numerosos catalanes. En la sublevación de las Alpujarras
miles de catalanes participaron en su sofoco. De ellos Don Juan de Austria dijo
que eran «los súbditos más leales del Rey de España». La participación catalana
fue clave en la Batalla de Lepanto o en el dominio hispano del Mediterráneo. De
los 400 primeros legionarios de Millán Astray, 200 provenían de Barcelona; en
1909, Alfonso XIII pidió varias letras para el himno de España al catalán
Eduardo Marquina; durante la Guerra de Melilla en 1893, en la que participaron
muchos voluntarios catalanes, hubo en Cataluña fervor españolista.
8- Castilla oprimió la lengua catalana y el nacionalismo la salvó
La mayoría de disposiciones legales contra el catalán emanaron de
miembros de la masonería. Para ellos el castellano debía ser la lengua
modernizadora a imagen del francés que había liquidado buena parte las lenguas
que se hablaban en Francia. La lista es inequívoca: el Conde de Aranda, el Conde
de Floridablanca, Manuel Godoy, Manuel José Quintana, Mendizábal, Claudio
Moyano, OŽDonell, Sagasta o Romanones. No fue Castilla, sino una elite
ilustrada, liberal y de izquierdas la que fue generando leyes y decretos para
minimizar las otras lenguas españolas. Por el contrario, el falso
«renacimiento» del catalán, se logró con la práctica «invención» de una
gramática a manos de Pompeyo Fabra.
9- Companys fue un modelo para todos los catalanistas
La memoria histórica de Companys se ha salvado por su trágica muerte
que le convirtió en un mártir para los catalanistas. Sin embargo, fue uno de
los personajes (en vida) más odiado por los catalanistas más radicales. Un
diputado de ERC, durante la II República, Puig y Ferreter, lo define así:
«Companys era pequeño, voluble, caprichoso, inseguro y fluctuante, sin ningún
pensamiento político, intrigante y sobornador, con pequeños egoísmos de
vanidoso y sin escrúpulos para ascender». Otro diputado de ERC, Joan Solé Pla,
lo describía así: «Es un enfermo mental, un anormal excitable y con depresiones
cíclicas; tiene fobias violentas de envidia y de grandeza violenta». En 1917,
al ser elegido concejal por Barcelona, del Partido Radical, Companys obligó al
catalanista Carrasco y Formiguera, también elegido concejal a gritar un «Viva
España»
.
10- El fin del catalanismo radical ha sido siempre la
independencia
En el primer número de «Alerta», órgano del grupo terrorista Terra
Lliure, se dejaba claro que la independencia no era un fin en sí misma, sino un
instrumento para construir un Estado socialista. La caída del muro de Berlín
borró de un plumazo este hito socialista y la independencia dejó de ser un
medio para convertirse en un fin.
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