domingo, 10 de noviembre de 2013

MENTIRAS. CAT












MENTIRAS DEL NACIONALISMO CATALÁN.

Mentira 1: “Cataluña no pudo participar en el comercio americano”.
Incluso en los inicios participaron, a través de los agentes autorizados en los puertos de Sevilla y Cádiz. Después, el tan odiado por ellos, rey Felipe V, creó los monopolios de la Compañía de Barcelona y de la Compañía Guipuzcoana de Venezuela, sobre varias zonas americanas.

 Mentira 2: “Cataluña desarrolló su industria por sí misma”.
 Fueron de los beneficios del comercio americano y los ahorros de las zonas más agrícolas del resto de España (porque su banca fracasó).

 Mentira 3: “Siempre se ha marginado a Barcelona”.
 Ellos marginaron a los demás. La Compañía de Barcelona y la Guipuzcoana de Venezuela controlaron todo el litoral levantino y cantábrico, anulando el desarrollo económico de ciudades como Mataró, Alicante, Valencia, Málaga, Santander y La Coruña.


 Mentira 4: “España vive de Cataluña”.

 Nunca ha sido verdad. Perdidos todos los territorios americanos, exigieron un proteccionismo absoluto y crearon un mercado cautivo a medida de su subdesarrollada y poco reinvertida industria.
 Ahora aún es peor, nos roban y oprimen.

 Mentira 5: “Cataluña genera más riqueza que la recibida”.
 Navarra o Baleares tienen una renta per cápita mayor, y Madrid (la obsesión de los catalanistas) supera a Barcelona en comercio e inversión industrial, y sobre todo, aún serían menos sin el mercado, los capitales y la mano de obra españolas.

 Mentira 6: “Cataluña quiso reformar España”.
 Todas las intervenciones catalanas en la política nacional han sido interesadas y nefastas: Cambó en la etapa de Primo de Rivera, la disolución en el seno de la I República, las agitaciones de la II, la traición a sus aliados en la Guerra Civil, la permisividad del franquismo con ellos y el constante acoso y chantage en la actual democracia.

 A los catalanistas, a diferencia de los asesinos vasquistas, no les basta con la separación sino que quieren seguir dominando y para ello necesitan un conjunto de cantones desmembrado.

 Mentira 7: “Somos progresistas”.
 Jamás lo han sido. Su ideología nace del reaccionarismo católico y burgués, como en el caso vasco, y su “integración” es el reverso de la actitud racista: negar al otro.

 Sus aparentes políticas “progresistas” en el campo socio-cultural le sirven para esconder sus propósitos, diluir a la izquierda y a las fuerzas democráticas y eliminar resistencias del pueblo y la cultura (sobre todo el idioma) españoles.

 Mentira 8: “Somos solidarios y tolerantes”.
 La “solidaridad” es infiltración, sólo les interesa ondear la banderita y, sobre todo, atacar lo español y a los españoles, objeto de su odio y envidia.

 Quien se mira el ombligo con intenso fanatismo no puede aceptar a otros.

 Mentira 9: “Atacan a Cataluña”.
 Todo nacionalismo crea una nación imaginada y la convierte en fetiche político y banderín de enganche de todas las frustraciones personales y colectivas de sus componentes.
 Quieren ser porque ni son ni fueron.

 Mentira 10: “Cataluña es”.
 No es nada. Económicamente sólo existen Barcelona y Tarragona, y el término territorial “catalán” no existe más que en el voluntarismo nacionalista surgido en el siglo XIX y las manipulaciones de sus instituciones.

 El “antiguo reino” no existió sino como condado enfeudado al aragonés, cuya bandera copiaron.

(María Jesús Cañizares/ABC).

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MÁS MENTIRAS. CAT



maría jesús cañizares / barcelona
Día 10/11/2013 - 12.38h

Javier Barraycoa (Barcelona, 1963) vuelve a desmontar los mitos nacionalistas en su libro «Cataluña Hispana» (LibrosLibres) del que ABC publica un extracto




1- Existe un sustrato étnico catalán

Catalanistas como Prat de la Riba o el historiador Ferran Soldevila, insistían en un sustrato ibérico que compondría el fundamento étnico del pueblo catalán. Pero el historiador Vicens Vives afirma en su «Noticia de Catalunya», publicado en catalán durante el franquismo: «Somos fruto de diversas levaduras y una buena parte del país pertenece a una biología y a una cultura de mestizaje. No remontándonos más allá de la época carolingia sabemos que el núcleo de nuestra población campesina la formaban los «homines undenque vinientes», es decir, «los hombres que venían de cualquier parte».


2-El mal de Cataluña es el centralismo madrileño

Barcelona fue una de las sedes de la Corte de los Reyes Católicos o la ciudad de España donde más cómodo se sintió Carlos I. En ella recibió el título de Emperador. El Arzobispado de Tarragona obtuvo el título de Primado de las Españas y aún lo mantiene compartido con el Primado de Toledo. La construcción de un Estado jacobino en el siglo XIX impidió que el Estado español se forjara al estilo francés. La ausencia de una administración fuerte permitió que Cataluña dedicara sus esfuerzos a enriquecerse e intentar liderar el Gobierno español. 


3- Cataluña fue una «nación» gracias a la negativa de Borrell II de rendir pleitesía al rey franco Hugo Capeto

El imperio Carolingio se desmoronaba y le costaba mantener su influencia sobre los Condes de Barcelona. Sin embargo, el Conde Borrell II no proclamó la independencia sino que se sometió en vasallaje al Califato de Córdoba, regido por Alhaquem. Su sucesor, Almanzor, arrasó media Península y de paso Barcelona. Borrell II, atemorizado, pidió ayuda a Hugo Capeto. Debían encontrarse ambos personajes para que Borrell II le rindiera vasallaje, pero ese encuentro nunca se produjo. Los nacionalistas interpretan que aquello fue un acto de independencia. Pero nadie sabe lo que pasó. Los Condes catalanes no tuvieron reparo en casar su descendencia con la aristocracia y la realeza castellana.


4- La Generalitat es originalmente catalana

La Generalitat fue una institución provisional de la Corona de Aragón, instituida en las Cortes de Monzón en 1289. En el Palacio de la Generalitat se puede ver una placa que anuncia que se fundó en Cervera en 1359. Este desfase en el tiempo se refiere a unos acuerdos sobre la composición (provisional) de la Generalitat, concebida como mero órgano recaudador de impuestos. La constitución política de la Generalitat se debe al primer Trastámara que ocupó la Corona de Aragón: Fernando I. Los Trastámara llegaron a ser algo en el Reino de Castilla gracias a los apoyos de Pedro IV de Aragón.


5- Cataluña ha tenido una espiritualidad diferente

El centro espiritual de Cataluña rara vez fue independiente. Gracias a los Reyes Católicos, Montserrat pasó a depender del Monasterio de San Benito el Real de Valladolid, llegando a florecer como nunca. Durante cuatro siglos, hasta las persecuciones del siglo XIX, Montserrat estuvo llevada por mayoritariamente por monjes castellanos. El más famoso fue García Ximénez de Cisneros (hermano del famoso Cardenal) que ahí redactó «El exercitatorio de la vida espiritual».


6- Los catalanes no participaron en la Conquista y el «genocidio» americano

Algunos nacionalistas se empeñan en que sólo gracias a los catalanes se pudo iniciar la conquista de América; otros se quejan de que no se dejó participar a los catalanes. Cataluña participó, a su ritmo, en la conquista de América. Desde el batallón de voluntarios catalanes que participaron en el descubrimiento de California, al Tercio de Miñones catalanes que defendió Buenos Aires del intento de invasión inglesa, hay miles de ejemplos.


7- «Nación» catalana nada tiene que ver con «nación» española

En los dietarios de la ciudad de Barcelona, se recogía en 1492 las celebraciones «más grandes jamás vistas» con motivo de la toma de Granada, en la que participaron numerosos catalanes. En la sublevación de las Alpujarras miles de catalanes participaron en su sofoco. De ellos Don Juan de Austria dijo que eran «los súbditos más leales del Rey de España». La participación catalana fue clave en la Batalla de Lepanto o en el dominio hispano del Mediterráneo. De los 400 primeros legionarios de Millán Astray, 200 provenían de Barcelona; en 1909, Alfonso XIII pidió varias letras para el himno de España al catalán Eduardo Marquina; durante la Guerra de Melilla en 1893, en la que participaron muchos voluntarios catalanes, hubo en Cataluña fervor españolista.


8- Castilla oprimió la lengua catalana y el nacionalismo la salvó

La mayoría de disposiciones legales contra el catalán emanaron de miembros de la masonería. Para ellos el castellano debía ser la lengua modernizadora a imagen del francés que había liquidado buena parte las lenguas que se hablaban en Francia. La lista es inequívoca: el Conde de Aranda, el Conde de Floridablanca, Manuel Godoy, Manuel José Quintana, Mendizábal, Claudio Moyano, OŽDonell, Sagasta o Romanones. No fue Castilla, sino una elite ilustrada, liberal y de izquierdas la que fue generando leyes y decretos para minimizar las otras lenguas españolas. Por el contrario, el falso «renacimiento» del catalán, se logró con la práctica «invención» de una gramática a manos de Pompeyo Fabra.


9- Companys fue un modelo para todos los catalanistas

La memoria histórica de Companys se ha salvado por su trágica muerte que le convirtió en un mártir para los catalanistas. Sin embargo, fue uno de los personajes (en vida) más odiado por los catalanistas más radicales. Un diputado de ERC, durante la II República, Puig y Ferreter, lo define así: «Companys era pequeño, voluble, caprichoso, inseguro y fluctuante, sin ningún pensamiento político, intrigante y sobornador, con pequeños egoísmos de vanidoso y sin escrúpulos para ascender». Otro diputado de ERC, Joan Solé Pla, lo describía así: «Es un enfermo mental, un anormal excitable y con depresiones cíclicas; tiene fobias violentas de envidia y de grandeza violenta». En 1917, al ser elegido concejal por Barcelona, del Partido Radical, Companys obligó al catalanista Carrasco y Formiguera, también elegido concejal a gritar un «Viva España»
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10- El fin del catalanismo radical ha sido siempre la independencia

En el primer número de «Alerta», órgano del grupo terrorista Terra Lliure, se dejaba claro que la independencia no era un fin en sí misma, sino un instrumento para construir un Estado socialista. La caída del muro de Berlín borró de un plumazo este hito socialista y la independencia dejó de ser un medio para convertirse en un fin.




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