CATALANISTAS Y FASCISTAS.
A los nacionalistas catalanes les molesta
mucho que se comparen algunas de sus actuaciones o declaraciones con el
comportamiento de los nazis alemanes. El nacionalismo
catalán sería un nacionalismo “bueno”,
democrático, moderno, tolerante y respetuoso, todo lo contrario que el
nacional-socialismo alemán. Y, aunque es innegable que algunos gestos o
declaraciones nacionalistas guardan similitudes con los del periodo nazi, tampoco
se puede negar que el nacionalismo catalán actual se ha esforzado siempre en
aparecer como democrático y respetuoso, alejado de los movimientos
fascistas del periodo de entreguerras en la Europa del siglo XX.
O más bien habría que decir hasta ahora, pues los últimos
movimientos nacionalistas no pueden ocultar su semejanza, cada vez menos
disimulada, con los movimientos fascistas. A medida que se
avanza en el “prusés” se van
relajando las precauciones, va cayendo
la careta y aparece con mayor nitidez el carácter totalizante,
agresivo ante la pluralidad, intolerante para con los que no se suman a la
causa, fascista en suma, del nacionalismo catalanista.
Listas únicas en las que las ideas se sacrifican por la unidad nacional; carácter de movimiento, que se identifica con el pueblo (y en consecuencia convierte a quien no se suma a él en enemigo del pueblo, traidor a la nación y merecedor de la muerte, por el momento civil); culto al líder, visto como el guía que al mismo tiempo lleva al pueblo al paraíso y encarna a la nación; falta de respeto a las leyes, que deben dejar paso a la “voluntad del pueblo”, evidentemente definida por ellos mismos; estado de propaganda permanente; sanciones para los disidentes y desafectos (como las sanciones solicitadas para los medios que no emitieron propaganda del butifarrèndum); apelaciones constantes a que vivimos momentos excepcionales que justifican cualquier abuso, también excepcional; y una ininterrumpida victimización que resuelve todos los problemas descargando toda responsabilidad sobre un chivo expiatorio, los malos, los otros, culpables de todos nuestros males (espanyansroba, ensvolenaixafar…).
En definitiva,
los mecanismos que adopta el nacionalismo separatista en Cataluña ya no se
esconden y se muestra cada vez más
abiertamente con rasgos inequívocamente fascistas.
La próxima vez que señalemos los paralelismos (quina por!) entre nacionalismo
catalanista y fascismo, antes de descalificarnos y negarlo airadamente, harán
bien algunos en analizar con frialdad la realidad de unos gestos y unos discursos que parecen salidos
de los años 30 del siglo pasado.
(Dolca Catalunya)
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